Yo soy Susana

Capítulo 9

—¡Estás loca!—Rodrigo presiono su mandíbula, mientras ella cerraba su bolso.

—No —cuelga su bolso en su hombro, él tenía sentimientos encontrados, desde que conoció a Susana se había enamorado de ella con locura, pasión, devoción para él, Susana era una mujer única, con un alma pura, pero llegó Eva Pandora y a ella, sentía que la odiaba, que esa mujer había salido desde el mismo infierno para destruir a su Susana, a la mujer dulce —Mañana es la fiesta, por favor llega temprano y revisa que todo esta bien.

—Vicenzo no es un hombre de tener un noviazgo de manos sudadas —ella se cruzó de brazos.

—¿Y? Igual me iba a casar con él, iba a entregarme a él con la diferencia que era para siempre, está vez solo romperé su corazón.

—Susana... —ella entrecerro los ojos, su mano se volvió un puño, sintió las uñas enterrarse en la palma de su mano.

—Creo había dicho que no volvieras a cometer el error de llamarme así —él soltó el aire, tomó su móvil y camino hacia la puerta, se detuvo ahí, estaban en la oficina de ella, ya había terminado la jornada laboral hace dos horas atrás, el resto ya se había marchado, era viernes, cada quién tenía sus planes, menos ellos dos que habían estado trabajando sin parar.

—Estamos solos, pero no te preocupes no volverá a pasar, cada día que pasa, ella desaparece —se giró y salió de ahí, sin esperarla, le dolía el corazón, pero era hora de aceptar que la mujer que amaba realmente murió ese día, una lágrima rodó por su mejilla... Susana ya no existía, solo una cruel mujer que estaba llena de sed de venganza.

El sábado llego con un hermoso día, cielo despejado y un suculento desayuno servido en la mesa de Vicenzo, él bajo con dolor en el cuello, se había quedado dormido en el sillón de su despacho, desde hace seis meses se había alejado de las largas noches en las fiestas, en el casino, de la cama de una mujer. 

Se detuvo en la entrada del comedor y se sorprendió ver tanta comida servida, le gustaba la comida de su cocinera, pero desde que estaba con él, preparaba casi lo mismo todos los días. Avanzó y pudo ver las diferentes frutas cortadas, la bandeja de varios tipos de queso, el pan recién hecho, la miel, la mantequilla, el huevo tal cual como a él le gustaba, pero su cocinera no le importaba y lo preparaba como ella quería, la puerta que conectaba la cocina con el comedor se abrió y vio salir a Eva Pandora, llevaba una jarra de jugo de naranja.

—Buenos días Vicenzo —ella le sonrió, él se quedo ahí de pie, anonadado, esa sonrisa era la primera que veía en el rostro de esa mujer... pero era una igual a una que vio en otro rostro, una noche en una cena y no fue dirigida a él... la dueña de esa sonrisa no lo vio, no se percato de su presencia, pero él se quedó encantado con aquella sonrisa... parpadeo y vio a la mujer que se sentó y no dejaba de sonreírle —Toma asiento, he preparado el desayuno, es mi manera de pedirte disculpas por como me he portado, dado que viviremos en la misma casa, creo deberíamos llevarnos bien —él estaba aún anonadado, se sentó, odiaba esa sensación que lo embargaba, pero no podía hacer nada por el momento, una vez pasará la impresión que tenía, volvería a insistir en que Eva le venda la parte de su casa.

Ella le sirvió una taza de café, la tomó y dio un sorbo, la miró desconcertado. El café era como le gustaba, cargado y sin azúcar, era como si ella supiera la medida exacta que debía echar en la cafetera, había dejado de insistir con su cocinera en que le preparará el café como lo quería, pero ella hacia agua con color a café, no la despedía por que era una mujer ya mayor y tenia a cargo sus nietos.

Eva no apartó su mirada de Vicenzo, sonrió satisfecha al ver la sorpresa de él al probar el café, lo había preparado tal cual a él le gustaba y a ella, ya que al pasar los años y aprender a preparar los platillos preferidos de su futuro esposo, había adoptado varios de sus gustos, no todos, su bandeja de pan dulce descansaba en el comedor y el dulce no era del gusto de Vicenzo.

—Si no te molesta, me sentaré una vez a la semana con la Sra. Carmen para preparar el menú de la semana, realmente no hay variedad en los alimentos.

Él no respondió a lo inmediato, estaba saboreando su café, llevó huevo con baicón a su boca y sintió que este se deshizo en su boca, al fin después de seis meses podía comer lo que a él le gustaba.

—Me he sorprendido al notar que comes lo mismo todos los días, pensé te gustaba otros tipos de comida.

Vicenzo tenia la guardia baja .

—Me di por vencido de pedirle que preparé mis platillos favoritos, ella hace lo que quiere en la cocina.

Eva frunció el ceño

—¿Por que no la has despedido?—preguntó por curiosidad, el Vicenzo del que todos hablaban era un hombre despiadado que no admitía errores.

—Ya es mayor y encima sus hijas se fueron con nuevas parejas y les dejaron a los nietos —ella se sorprendió por la respuesta, nunca espero un gesto humano de parte de él, aceptaba comer lo mismo todos los días, por ayudar a la Señora Carmen, eso lo hacía ella, más bien Susana, nunca lo espero de Vicenzo.

—Es asombroso, realmente hubiera esperado que tu asistente personal se hiciera cargo de revisar el menú con ella.

Él se sirvió una nueva taza de café.

—Era algo que ella lo iba a hacer —murmuró con la mirada perdida.

Eva frunció el ceño, ya que el asistente personal de Vicenzo era hombre... sólo que hablara de su hermana.

—¿Ella? —mordió un pan dulce para controlar la furia que le embargaba, esta era su casa y la traidora de su hermana quería adueñarse de ella.

—Mi esposa —Eva bajo su mano a su regazo y la hizo un puño, ya llamaba esposa a Melany, pero, nunca iba a pasar.

—¿Esposa? 

—Susana

—No llegaron a casarse —se encoge de hombros 

Vicenzo la miró de una manera extraña, dio otro sorbo a su bebida caliente.

—Puedes hacerte cargo de la comida con la señora Carmen, solo te pido que no olvides que es mi empleada y no la tuya.



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En el texto hay: odio dolor, venganza amor

Editado: 26.12.2022

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