Susana se dio un baño, se puso una bata y se acomodó en el sofá, encendió la televisión y suspiró al ver la película que estaban pasando, se sentía triste y ver a la pareja sintió un nudo en el pecho, no entendía por qué su conrazón se aferraba a Vicenzo.
Dejó que las lágrimas salieran, lloró mucho en el sofá, escuchó el timbre, no quería ver en estos momentos a Rodrigo, no se movió del lugar, pero el timbre no dejaba de sonar, tal vez Rodrigo se había preocupado, le pediría que la dejará sola.
Camino hacia la puerta, abrió y se quedó de pie, son saber si era real o no, lo que estaba viendo.
Pero salió de la duda al sentir como la levantaban en brazos.
—¿Estas bien? —escucho que le preguntaron, pero no salía de su asombro.
—Vicenzo...—murmuró y se aferró a sus brazos mientras lloraba como una niña pequeña. Él estaba ahí, justo cuando ella estaba vulnerable, amándolo como siempre.
Él la miró miró ternura y eso la desarmó totalmente, pasó su brazo por su cuello y atrajo su cabeza para besarlo, quería olvidar, quería solo sentir todo el amor que tenia en su corazón para él, beso tras beso fue encendendielos a ambos, él camino hacia puerta que estaba abierta y pudo ver la gran cama con la colcha sin arreglar, soltó sus labios y la miro, ella tenía los ojos hinchados, la punta de la nariz roja, sus labios rojos por su boca, ella no estaba bien, iba a cuidarla nada más... pero ella atrajo nuevamente su cabeza y lo beso con ansías, con desesperación, la arrecosto en la cama sin dejar de besarla, quiso apartarse, pero ella rodeó su cintura con sus piernas, sus manos torpes se dirigieron hacia los botones de su camisa, los desabrocho uno a uno, él sentía los dedos de ella rozar su piel, eso lo estaba enloqueciendo se daba cuenta que entre Eva y él existía una química muy fuerte, su boca su dirige hacia su cuello, le encanta su olor, lo besa, sus manos recorren su cuerpo, estaban llenos de deseo.
Ella lo miro a los ojos, supo que no había vuelta atrás, ese día iba a olvidar la venganza, necesitaba a Vicenzo, sentir el amor que siempre soñó por parte de él.
Cuando estuvieron desnudos le maravillo no sentirse avergonzada como siempre pensó que se sentiría en su noche de bodas. Se sintió feliz al ver en sus orbes deseo por ella.
Él besó todo su cuerpo, ella cerró los ojos para sentirlo, cuando llegó el momento de unir sus cuerpos se tenso un poco, había leído y escuchado que la primera vez dolía, cuando él entró en su cuerpo lo miró con una sonrisa, no había sentido nada de dolor, pero si, placer y se entrego al placer con el hombre que amaba.
*****
—¿Vicenzo? —no estaba en la cama cuando abrió los ojos, se levantó y puso su bata para cubrir su desnudez, la puerta corrediza que daba a la terraza estaba abierta, él estaba dándole la espalda, fumando un cigarro.
Se quedó ahí de pie por un momento contemplando al hombre que amaba.
—¿Por qué veniste? —él no se giró.
—Por ti —respondió y siguió fumando el cigarrillo, caminó hacia él, quiso abrazarlo, pero se detuvo.
—¿Quieres cenar?
Él no respondió, en su lugar se giró hacia ella y la tomó entre sus brazos.
—Tengo otro tipo de apetito —apagó el cigarro y la beso, profundamente, su mente era un caos, ¿dos mujeres podían ser tan similares? ¿Tener el mismo lunar bajo el ombligo? La noche que Susana se emborrachó y la hizo suya, había besado ese lunar una y otra vez, lo había grabado en su memoria, se sorprendió al ver el lunar bajo el ombligo de Eva. Ella después que terminaron de hacer el amor, había salido de la cama y le había pedido a su guardaespaldas que investigará bien a la funeraria si fue el cuerpo de Susana el que habían incinerado.
No podía existir tanta coincidencia, pero si era el caso ¿por qué nadir sabia que estaba viva? ¿Por qué mentir y hacerse pasar por otra mujer?
Se separó de ella, la miró una vez más y solo veía a Susana, la mujer que había idolatrado por ser pura, delicada, inocente.
—Vicenzo —Ella se pegó a su cuerpo y recostó su cabeza en su pecho.
—¿Por qué llorabas cuando llegué?
Ella estuvo en silencio un momento.
—Algo sin importancia, a veces no soy tan fuerte.
Él no dijo nada, acarició su cabeza.
—Eres idéntica a Susana ¿no te molesta que te comparen con ella?
Ella se separó de él y apoyo sus manos en la baranda.
—¿Por eso gritaste su nombre cuando llegaste al clímax?
Eva se había sorprendido de escuchar su nombre en sus labios, pero pensó que lo había imaginado.
—Espero no te moleste que no haya superado a mi prometida.
Ella se giró, pudo ver fiereza en su mirada, ella lo odiaba, pero no entendía la razón de su odio ¿sería por que durmieron juntos en la fiesta? ¿Lo recordaba?
—¿Amarla? —ella hizo una mueca de burla, iba a pelear, pero él la cayó con un beso, sus manos abrieron su bata, se había vuelto hambriento por ella, no podía creer que ella estaba ahí, Susana estaba ahí, la mujer por la que lloró día y noche pensando que estaba muerta podía ser la que tenia en su brazo... estaba vez no la iba a perder, una vez más.
La hizo suya una y otra vez en toda la noche, la acercó a su cuerpo cuando se quedó dormida, apartó la manta y pudo ver el lunar bajó el ombligo de Susana y Eva, era el mismo, en el mismo lugar.
Miró su rostro.
— No hay duda que eres Susana Santiago, esta vez te juro que no te voy a perder de nuevo. No sé por qué estás mintiendo, también seguiré tu juego, pero jugaré con mis propias cartas.
Ella solo se movió, sin saber que Vicenzo había descubierto que era Susana.