Yo soy Susana

Capítulo 21

Los días pasaron convirtiéndose en los meses más felices de Susana. Había dejado a un lado la venganza que amargaba su alma y su corazón, todos habían notado el cambio en ella en el trabajo, la mujer dura ya no estaba más, en su lugar estaba la mujer cálida, romántica que fue criada para Vicenzo Salvatore.

*****

—Te veo muy feliz —Enricco le sonrió a su hijo, mientras cerraba su laptop, habían tenido una tarde llena de reuniones, levantó su muñeca y miró la hora —Me alegra que tu relación con tu esposa está muy bien.

—Así es papá —Vicenzo sonrió.

—Debo irme, iré a cenar con mi esposa, hoy estamos de aniversario.

Él asintió.

—Me quedó un momento más, debo enviar unos correos para irme a casa.

Enricco se despidió de su hijo y salió de la oficina, Vicenzo se centró en contestar varios correos, escuchó que la puerta de la oficina se abrió, sonrió y siguió escribiendo sin levantar la cabeza.

—¿Qué olvidaste?

Al no tener respuesta, levantó la cabeza y frunció el ceño al ver la visita.

—¿Qué haces aquí?

Lorenza sonrió, había extrañado ver a Vicenzo, ni una sola vez había llegado a la casa a ver a su padre, había abandonado la villa en Italia con la alegría de que vería a Vicenzo, pero se había equivocado.

—Visitándote —rodea el escritorio para acercarse a Vicenzo —No entiendo porque me rechazas, te aseguro que en mis brazos tendrás mejores experiencias que con todas las mujeres que has estado.

Vicenzo sonríe con frialdad.

—Se te olvida que eres la esposa de mi padre, no te quiero cerca de mí ¡Jamás te tocaría! 

—Tu padre no se enteraría que somos amantes, prueba Vin, te aseguro que no te arrepentirás.

—¿En serio?

Vicenzo se congela ante la voz que hizo la pregunta, Lorenza palidece y se gira, Enricco estaba ahí de pie, frío, su rostro sin mostrar ninguna emoción, Vicenzo se puso de pie lentamente.

—Cielo, vine a buscarte para que fuéramos a cenar —sonrió—Estaba conversando con Vicenzo...

—Eres descarada Lorenza, te acabo de escuchar proponerle a mi hijo que fueran amantes —Enricco metió las manos en los bolsillos de su pantalón —No creas que soy estúpido, desde hace tiempo había notado tu interés en mi hijo, al principio pensé que era sólo un capricho que se pasaría pronto, pero me equivoqué.

—Enricco... —Lorenza estrujo sus manos

—Padre, yo...

—No digas nada Vicenzo, se que tú no tienes nada que ver.

—Enricco —Lorenza se le acercó, pero él se alejó.

—No regresarás a la villa, se que te encanta la casa donde vivimos, te la daré, a pesar que hice separación de bienes cuando me casé, no te dejaré en la calle.

—¡No puedes dejarme! ¡Tú me amas!

—Te amaba, eso pasó hace mucho tiempo. Tú cuerpo estaba conmigo, pero no tu mente, ni tu corazón. 

Ella se le acercó y trató de tomarlo del brazo, pero Enricco se sacude el brazo y se apartó de ella.

—Vete Lorenza, mañana paso por mis cosas.

—¡No! ¡Enricco hablemos! ¡Vamos a terapia!

Vicenzo miró a su padre, él era una persona amable, cálida, pero cuando algo o alguien lo decepcionaba se convertía en un hombre frío e indiferente.

Desde su altura la miró, sin ninguna emoción en su rostro.

—¿Crees que seguiré con una mujer que le propone a mi hijo ser su amante? Una mujer que todos estos años fue indiferente en la relación. Se acabó Lorenza, te quiero lejos de mi vida y de la de mi hijo.

Ella derramó unas cuantas lágrimas, tomó su bolso, miró a Vicenzo y luego a Enricco.

—Esto no se quedará así, no me olvidarán eso se los aseguro —se marchó, Vicenzo caminó hacia su padre, pasó su brazo sobre sus hombros.

—Lo siento papá.

—No te preocupes, esta relación ya no funcionaba, Lorenza no era la mujer que conocí, tuvo años junto a mí, pero realmente no estaba interesada en mí, sólo en ti y mi dinero —se encoge de hombros —Es lo mejor hijo, que la relación se terminé.

—¿Porqué te regresaste?

—Vi su auto estacionado, pensé venia a buscarme —se encoge de hombros —Iré a un hotel

—Puedes quedarte en mi casa —Enricco sonrió y negó

—Deseo estar solo hijo, gracias por la invitación

Enricco se marchó, Vicenzo soltó el aire retenido, vaya manera de terminar un matrimonio.

Apagó su computadora, las luces de su oficina y se marchó a casa, sonrió al pensar en la mujer que lo estaba esperando, su amada Susana.

*****

Susana miró la prueba, hizo un puchero y la tiro en la papelera, realmente el médico no le había mentido al decirle que solo un milagro para que pudiera ser madre.

Bajó la cabeza y respiro profundo, el odio quería bullir en ella, pero no lo iba a permitir, algún día iba a saber quién la mandó a matar y le había robado la posibilidad de ser madre, de llevar en su vientre al hijo del hombre que amaba.

Miró todas las pruebas de embarazo de todas las marcas tiradas en la basura, soltó el aire y apagó la luz del baño, llevaba un camisón de seda rojo con una bata vaporosa del mismo color, esperaba con ansias a su esposo, deseaba sentir su abrazo protector, diciéndole cuanto la amaba y que todo estaba bien si no podían tener hijos.

Se giró al escuchar abrirse la puerta de la habitación, lo vio ahí de pie, su expresión la hizo fruncir el ceño, caminó rápidamente hacia él.

—¿Estás bien?

Él no respondió, sólo la abrazo y así estuvieron un buen rato, cuando la soltó, le contó lo que acababa de pasar en su oficina.

Ella estaba sorprendida por el hecho que el matrimonio de su suegro se terminó el día de su aniversario.

—No es tu culpa —le susurró, Vicenzo la miró.

—Ella acaba de entrar en la lista de sospechosos.

Susana lo miró a los ojos.

—¿Crees que fue capaz de mandar a asesinarme?

—Si —abrazo a Susana y la guió al lecho matrimonial, la ayudó a meterse en la cama, mientras la besaba.

—Iré a darme un baño, esperame aquí.

—¿No vas a cenar? —él sonrió mientras se quitaba la corbata.



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En el texto hay: odio dolor, venganza amor

Editado: 26.12.2022

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