Al llegar a destino, ambos hombres saltaron de la parte de atrás del vehículo y la ayudaron a bajar. Era verdad, se sentía mareada y con muchas ganas de vomitar, aunque ahí recordó que hacía muchas horas no había comido nada. Su última comida habia sido la cena que compartío con su familia y de eso hacía mucho. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, si serían minutos, horas o días. Nuevamente se le cerró la garganta y trató de ahogar el llanto. ¿Dónde estan? pensaba en ellos mientras los hombres la trasladaban por el largo pasadizo de un edificio. Uno iba delante y otro atrás. Podía sentir fuertemente una mirada directamete en su nuca. Le dio un escalofrío y se dio vuelta a ver, deteniendo la marcha. El de ojos azules la miraba atentamente y detuvo la marcha cuando ella lo hizo.
—¿Todo bien? —preguntó con una voz grave y ronca. Un escalofrío le recorrió la espalda, su presencia era imponente y le dio un poco de miedo.
Ella no respondió y se limitó a tragar la saliva que se le había acumulado en la boca y luego a continuar la marcha hacia quien sabe donde en medio de esos dos que no emitían sonido alguno. Quería terminar con todo eso de una vez. Al llegar a una sala silenciosa, sin mas mobiliario que un par de sillas y una mesa le pidieron que se sentara a esperar.
Con la luz clara que daba el foco pudo recien observar el estado de sus ropas, tenía manchas de hollín y sus manos estaban oscuras. en el borde de la falda larga tenía resto de barro pegado pues recordó que la arrastraron por un charco que había cerca de su casa. Horrorizada se tocó la cabeza, ahí se dio con que aún tenia puesto el gorro, aunque no sabía en que condiciones estaba.
—¿Hay alguna mujer aquí con la que pueda hablar? —dijo con voz apenas audible.
—No, señorita —solo estamos nosotros y en un momento mas nuestro jefe, el capitán Jhonson.
—Puedo hablar a mi jefe tambien. El señor Hans seguramente entenderá por que me tienen aquí —seguía con la cabeza gacha. —Yo...no tengo permitido hablar con otros hombres.
En ese momento la puerta se abrió y entró el jefe jhonson, con su barriga prominente por delante. Se quedó parado mirando a la muchacha sentada en la silla de testigos.
—Por Dios, oficiales. ¿Cómo traen a esta mujer ante mi presencia en ese estado tan calamitoso? Ha comido, bebido o ido al baño siquiera? —Dijo mirando primero a uno y despues a otro.
—S-señor...pensábamos que era muy urgente, por eso obviamos esos pasos —carraspeó Clarke.
—Connor, llévatela y hazte cargo —gritó e hizo ademanes —la traen después de pasar la revisión médica.
Éste se acercó a la muchacha y tomándola del brazo la hizo levantarse con un movimiento algo brusco y con un ademán le pidió que lo siguiera. Ahora era ella la que miraba su espalda y sus anchos hombros. Sin decir nada hizo lo que le pidieron. Iba sollozando silenciosamente esperando que apareciera Hans y su séquito a rescatarla. No entendía por que estaba en este lugar. Miró para todos lados, debía encontrar una salida, estaba en un lugar al que no pertenecía, debía regresar a la aldea aunque no supiera como. Nunca había ido más allá del recorrido hasta la puerta en el callejón. No conocía la ciudad ni como llegar a ningún lado.
Connor se paró frente a una puerta y la abrió pidiendole que entrara. El entró por detrás e inspeccionó una a una las puertas y ventanas en busca de señales de que hubiera alguien ahi o corroborando que no hubiera espacios por lo que pudiera escapar. Le señalo uno de los baños para que ella entrara a usarlo. Ella seguía gacha y silenciosa.
—Debes entrar a asearte para poder llevarte a la enfermería —miró la cara oscura por el hollín de la muchacha pero ésta no se inmutó. Quiso moverla tomándola del brazo pero se apartó ligera. Levantó una ceja, así que se atrevía a desafiarlo. No estaba acostumbrado a ese trato, todos los detenidos lo respetaban, así sean mujeres. La inspeccionó unos segundos y se dijo que debía entender su situación, era un pobre muchacha condenada a vivir aislada de la realidad.
Connor entendió lo que quería. Salió al pasillo en busca de personal femenino que pudiera ayudar en aquella incómoda situación. Si bien era el protocolo permanecer en todo momeno delante del testigo, hizo una excepción para que la muchacha se sintiera cómoda. "Maldición, me estoy volviendo blando", se dijo furiosamente.
—Ey, ey, Forbes, Forbes —gritó a viva voz hacia el final del pasillo y la muchacha dio un respingo por la potencia puesta en la voz. La oficial se volvió extrañada al ver sus señas. Reconoció a su superior y enseguida se hjizo presente, saludándolo.
—Si, señor —dijo con tono sumiso
—Necesito que atienda a la señorita —dijo haciendo señas de que estaba adentro. —Cómprele una muda de ropa y hable con ella para que te diga si necesita algo más —le ordenó extendiéndole una tarjeta de crédito.
La morena abrió los ojos de par en par y la tomó extrañada. Sabía que él trabajaba en una zona delicada, que hacían investigaciones que constituian secretos de estado y no podía preguntar nada simplemente obedecer. Ya le gustaría que el oficial Connor se preocupara así por ella. Era el tipo más lindo del equipo, con un cuerpo envidiable trabajado por años de entrenamiento en las fuerzas, alto, de ojos azul intenso y cabellos rubios. Tenía fama de haberse encamado con todas las solteras de allí y luego extenderse hacia afuera. Ella era casada por lo que nunca tuvo esperanzas, solo tenía ratones en su cabeza. Suspiró y entró.
La muchacha en el interior temblaba pues tenía las ropas húmedas por el rocío de la noche y el sudor que profusaba por el alto nivel de nervios que tenía. Al entrar la oficial la chica se sintió aliviada.
—Por favor, por favor, señora. ¿Puede ayudarme? Necesito que llame a mi prometido. No tengo nada para darle, pero seguramente él le pagará en cuanto tenga noticias mías.
Forbes solo asintió y le echó una mirada despectiva. Le molestó ver a la muchacha con extrañas ropas y sucia. Le obligó a quitarse las prendas tironeandoselas y abrió el agua fría de la ducha. La empujó hacia el chorro helado y le pasó una pastilla de jabón para que se lavara. Danna lloraba conteniendo los sollozos. Estaba muy confundida y asustada. Era extraño que alguien se quedara observando como se bañaba, trató de ocultar lo más que pudo sus zonas íntimas. Forbes observó el cuerpo desnudo de la muchacha, parecía que había zonas en las que jamás le dió el sol, níveas y sin imperfecciones. Tenía una cintura pequeña y el cabello le llegaba a los glúteos. "Vaya ejemplar que trajeron esta vez", se decía a sí misma. No entendía el proceder de Connor. El reglamento les exigía que debían permanecer en todo momento al lado del testigo. Eran profesionales que estaban adiestrados para enfrentar todos las situaciones que se presentaran. No era la primera vez que se encargaban de una mujer y siempre había demostrado ser un trozo de mármol. ¿Qué tenía de especial la muchacha con pequeñas pecas en sus hombros? La miraba gesticulando en son de burla.
—Ya sal —le gritó cerrando la canilla. Le extendió una toalla y le mostró donde estaba la ropa.
—Ee-escuche, por favor —decía la muchacha con los dientes castañeando. —Necesito saber noticias de mi familia. Pppor favor —las lágrimas volvían a aparecer.
—No tengo todo el día. Vístete —vociferó. En ese momeno, al escuchar los gritos de Forbes en el interior, Connor tocó la puerta.
—¿Algún problema? —dijo cuando la oficial le abrió la puerta
—Ninguno, señor. Solo que la chica no se mueve. Tal vez usted pueda hacer que se apresure —se quejó haciéndose a un lado como dándole espacio para que pasara.
Connor se quedó inmóvil luchando en su interior. Se debatía entre cumplir con su deber y lo que le provocaba esa muchacha. Le hizo una señal de que esperaría afuera.