Jason
No puedo creer que la tengo tan cerca. Hace más de seis meses que investigo a esa muchacha. Cuando la vi saliendo de detrás del gran portón negro de la comunidad de Los Catsuitas me quedé obnubilado. Jamás había visto a una mujer como ella. Natural, sin nada plástico, cero maquillaje y las prendas hechas seguramente por ella misma. A pesar de tener el cabello cubierto, su rostro era de una pureza impresionante. Su mirada es lo más inocente que he visto, noté su desconocimiento de lo que había más allá del mundo que conocía. Lo pude apreciar cuando se relacionó con las personas en la tienda en la que a veces se abastecía cuando llevaba la carga. Logré escuchar de lejos su voz, cantarina y tan baja que tuve que hacer un esfuerzo para escuchar lo que decía.
—Traigo este dulce de moras, señor. Quisiera cambiarlo por el juego de mesa que está allí —señalaba uno de los estantes.
—Eso vale mucho más que tu dulce, muchacha. Tendrás que traer algo de más valor. Puedo darte unos panes y unos condimentos para cocinar —le decía el señor de la tienda.
Yo hervía por dentro, ¿Cómo podía abusar así de una chica tan humilde? Me acerqué aquella vez por la otra puerta mientras le hacía señas al ayudante del tendero. Le extendí unos billetes y le dije por lo bajo que le diera a la muchacha lo que pedía aceptándole el dulce y no comentara nada. No podría describir la cara de alivio de la chica. En ese momento me hice una imagen de ella con esa cara montada encima mío. Sacudí la cabeza admirado de mi mismo. No podía ser tan depravado. Ella no era como las que conocía. La inocencia que destilaba me encendía de una manera que ninguna hasta ahora había logrado hacerlo. Es cierto que para mí es fácil relacionarme con las mujeres. Adonde voy consigo a la que yo quiero sin problemas. Ahora reparo que desde que empece esta investigación no he estado con ninguna mujer. Tal vez eso me tenga tan caliente y mis pensamientos vuelen a la muchacha de ojos vivaces que camina como en una nube hasta el callejón.
Relator
Connor vio salir a la femenina quien asintió levemente y se dirigió a cumplir con las tareas cotidianas a su puesto de trabajo, no sin antes echarle una ojeada al trasero de Connor relamiéndose los labios. Sería capaz de cobrarle el favor pero al ver sus duros ojos azules solo se despidió. Él nunca le habia dado la confianza ni a ella ni a ninguna en el ámbito laboral. Si quería algo con ellas, les dejaba establecido cuales eran las reglas desde un principio. él era un profesional, el mejor de la unidad se diría y nunca mezclaba eso con lo personal.
Cuando la muchacha salió limpia y cambiada se quedó sin aliento. Tenía un conjunto deportivo de color rosa viejo aparentemente un par de números más grandes que su talla. El gorrito había desaparecido y en su lugar tenía un pañuelo de vivos colores. Al parecer se encontraba muy incómoda con su nuevo atuendo pero ya no había tiempo que perder. El jefe estaría enojado por la tardanza. Y aún faltaba la evaluación médica. Seguia temblando por el miedo y el frío de la ducha, pero debía ser fuerte, Hans vendría a buscarla en cuanto supiera de su paradero.
Danna
Debo soportar esto que me está pasando. Estoy tan incómoda. La policía que me atendió fue muy dura conmigo, no entiendo que está pasando. Yo no hice nada malo. La ropa interior que me dieron me aprieta tanto que siento que lastima mi piel, el material del que está hecho me causa escozor en los pechos y en el trasero. Nosotras cosemos nuestra propia ropa con telas de algodón suaves. Es la primera vez que uso esto. Los pantalones solo son llevados por los hombres en mi comunidad, no entiendo que hago dentro de estos que me raspan en el interior de los muslos a pesar de que veo que me quedan anchos. Debo conseguir urgente otro gorro para cubrir mis cabellos, el pañuelo que le pedí a la oficial no es como yo pensaba. Tal vez me expresé mal y por eso me trajo estas ropas. Siento que el señor de ojos azules puede verme a través de la ropa que llevo puesta, sus ojos me atraviesan como si tuviera rayos. Tiene la mirada muy fría, es como si siempre estuviera enojado. Sólo puedo verle los ojos a través de su vestimenta y esa cosa que le cubre el rostro así que no puedo saber si sonríe o hace muecas. Me llevan de nuevo a la sala donde me trajeron primero y allí está el señor con gran barriga sentado detrás del otro lado de la mesa. Está también parado el otro hombre que me trajo. Éste parece tener la mirada más suave, sus ojos verdes claros me miran con curiosidad, hasta parece que riera. Ya sabía que me veía mal con estas prendas. Cuando todo esto termine pediré unos metros de tela para coserme un vestido como la gente. No puedo andar vestida con estas ropas que me hacen ver tan ridícula.