Continué con mi rutina y escuché sus pasos tímidos en la casa, recorriéndolo todo a la luz del día.
Apareció tímidamente en la puerta husmeando todo con sus ojos marrones.
—¿Deseas algo?
—Buenos días —agachó la mirada cuando me dirigí a ella.
—Disculpa, Danna. No saludé. Buenos días, ¿en qué te ayudo?
—Y-yo..estaba buscando algo para preparar el desayuno —su voz era apenas audible.Sentí como si me acariciara los oídos. Me estremecí levemente. Menos mal que ella no me miraba o lo hubiera notado. Tendría que hacer mis ejercicios mentales para eliminar esas sensaciones que me asaltaban cuando ella estaba cerca.
—No creo que haya nada. Hace un tiempo que no vivo aquí. Déjame y lo soluciono. —llamo a un café pequeño que se encuentra en el barrio y pido algo variado, agradezco que hacen entregas a domicilio. Aún no sé que come ella o que le gustaría. Otra lista más que hago.
Ella continuó parada en la puerta como si esperara órdenes mías.
—Me ducharé, desayunamos y saldremos a hacer las compras. ¿Quieres hacer una lista de lo que necesitaráis para el desayuno de mañana? —dije como si se me hubiera ocurrido recién. Ella tenía demasiado triste la mirada y podía ver los rastros que dejó el llanto de casi toda la noche. Seguro que extrañaba a los suyos, debía encontrarle algo que hacer para olvidar eso.
Ella asintió y se me hizo que formó una pequeña mueca como una sonrisa naciente, pero no estaba muy seguro. Miré la hora, debía apresurarme. El día se iba rápido.
Ya estábamos casi listos para salir cuando suena el timbre. Me acerco cautelosamente a otear por la mirilla con mi arma en mano. Lanzo un resoplido cuando veo que es quien yo esperaba.
Nancy entra como una tromba, me abraza, me besa y por poco logra levantarme en brazos. Es una mujeraza grande, gorda y negra a quien conozco de años. Se encargaba de hacer la limpieza de mi casa cuando ya tenía la ropa sucia por el cuello. Con ella me dejaba tirar las orejas, era como tener a mi madre quien estaba lejos. Estuvo conmigo en mis años de juventud y locura. Sacaba corriendo a las mujeres que despertaban en mi cama y me mandaba a bañarme para sacarme los olores de la noche desenfrenada. Me hacía un café y me enviaba a la academia no sin antes pellizcarme para que no me olvidara de sus advertencias. Se quedó inmóvil cuando vio a Danna parada. Seguro ambas estaban sorprendidas. Fue como un amor a primera vez entre ellas dos. Vi un atisbo de brillo en los ojos de Danna al verla.
—Mi hermosa Nancy, te presento a Danna
Por primera vez Nancy quedó muda. Me felicité porque al fin había encontrado algo que la callara. Pasé mi mano por frente de sus ojos. ¿Acaso estaba en trance?
—Pero mira nada más que hermosa niña —gritó acercándose y tomándola en brazos sin esperar a que la correspondieran. Danna estaba rígida y sorprendida aparentemente por las muestras de afecto de la mujerona.
—Buenos días, señora. Mucho gusto —una voz tímida se abrió paso. Al verlas juntas, contrastaban en todos los aspectos, una era dulzura pura y la otra fuerza arrolladora que arrasaba todo.
Nancy volteó a verme con es mirada cómplice que solo yo se reconocer. Entendí lo que quiso decirme sin que hablara. "Es la idónea"...No hice más que sonreir como un idiota. No había dudas, estaba perdiendo mi toque. Estas dos me tenían en sus manos, debía recapacitar acerca de la idea de acercar a Danna a Nancy, quizás se le ocurrieran un par de ideas que podían destruir las murallas que había formado a mi alrededor para que nada me afectara.
Tras ella llegó el desayuno que lo comimos en la mesa de la cocina mientras disfrutaba de las charlas amenas de Nancy.
Luego llevé a un costado a Nancy y le pedí por favor que me acompañara al centro comercial y le di el listado de cosas que necsitaba tanto para la casa como para Dnna.
—¿Puedes encargarte de ella? —prácticamente le supliqué. Sabía que Danna no tendría la confianza suficiente para comprar lo que necesitaba si yo estaba presente, no se porque esa muchacha causaba estragos en mi cuerpo de solo saber lo inocente que se veía.
—Por supuesto, mi bello niño. Si me lo pides con esa cara perfecta que tienes, no me puedo negar —llevó una mano a una de mis mejillas y la apretó cual si fuera un niño pequeño. Ella era así y le tenía demasiada confianza por lo que la dejaba hacer.
—Vamos, entonces.
Dejé a las mujeres haciendo sus compras, estaba seguro que Danna no querría ni mirar la ropa delante mío. Seguramente ya estaba Nancy taladrando sus oídos hablándole acerca de lo que debe y no debe hacer y como hacerlo. Eso necesitaba Danna, alguien que la guiara lentamente a entrar en el mundo real, mundo del que había estado aislada toda su vida.
Me dirigí a la casa de electrodomésticos e hice un par de compras, me sonreí al ver en el ticket el número de teléfono de la cajera. O no había perdido mi encanto o se me notaba el exceso de feromonas por la falta de acitividad sexual acumuladas en tanto tiempo. ¡Diablos! Recién caía en cuenta que desde que conocí a esa mujer había relegado mi vida personal y sexual.
Busqué otros artículos de forma online ya que lo que necesitaba no se conseguía en cualquier negocio de la esquina, contesté un par de mensajes de mi hermano y mi madre. Al parecer Roger se había comprometido. Hice una mueca, si supiera que yo ya estoy casado, seguramente se enojarían mucho por no haberlos invitado, pero esto no tenía que difundirse, ya vería como sortear ese problema. "Uno a la vez" me repetía mentalmente. Con todo esto ni siquiera me había acordado de mi familia. Tendría que buscar el momento exacto y adecuado para informarles acerca de mi cambio de estado civil. No les iba a causar mucha gracia, estaba seguro de ello.