Jason
Mientras entraba iba pensando en lo que dijo Clarke. No puedo negar que siempre fui serio y de un carácter poco amigable. De hecho, mi único amigo era Clarke, precisamente porque él era todo lo contrario a mí, bromista, risueño y apacible. Tambíén era bueno en lo que hacía, todo un profesional como yo, pero éramos diferentes en muchos aspectos. Mientras yo me movía en un círculo inacabable de relaciones que ni siquiera llegaban a ser eso y quedaban en lo sexual él había logrado establecer un vínculo duradero con una mujer asombrosa que lo amaba. Sentí una leve puntada de envidia por la vida que tenía mi amigo. "Tal vez ya fuera tiempo de tener algo así", me dijo mi conciencia pero enseugida la espanté de un manotazo. Eso no pasaría. Yo solo vivía para mi trabajo, había renunciado a las riquezas de la empresa familiar, a la familia misma y a todo aquello que pudiera ser un estorbo para cumplir con mi trabajo. Era lo único que importaba. Bueno y ahora esta nueva responsabilidad que no era poco. Una esposa era mucha carga pero debía hacerlo por el bien de la misión.
No noté que Danna estaba parada con una taza de té esperando a que le conteste algo que me preguntó y no logré escuchar, tan concentrado estaba en mis pensamientos.
—Perdón...¿dijiste algo? —y por su expresión me di cuenta que estaba...¿decepcionada? Tal vez fuera importante lo que quería decirme. No responde nada.
—Estaba distraído, disculpa, ¿puedes repetir lo que me preguntaste? —traté de suavizar un poco mi tono, la verdad que siempre sonaba autoritario cuando me dirigía a alguien. Tendría que aprender a ser más suave con ella, debía hacer que se soltara para que confiara plenamente en mí y así hablar de Hans Weber. Necesitaba adentrarme más en la cabeza de ese tipo.
—¿Quieres tomar o comer algo? Preparé el desayuno —dijo con su vocecita que a veces me sonaba a sexy. Me lamía los oídos...y otra vez debía alejar los malos pensamientos de mí.
—¿Ah si? ¿Y qué preparaste? —me sentí curioso. Era la primera vez que otra persona que no fueran mi madre o Nancy cocinaba en mi casa.
—Hay huevos, pan, mantequilla, dulce de moras, queso, té, café, jugo de frutas —pude notar que era algo que le gustaba hacer por la forma alegre en la que lo dijo. Era la primera frase larga que me dirigía en esos escasos días en los que convivíamos.
—Claro...quiero todo. Tengo hambre —acto seguido me dirigí para acarrear los alimentos a la mesa pero ella me detuvo.
—Yo lo haré. Tu solo siéntate, por favor —era la primera orden directa que recibía de ella y no pude menos que quedarme callado y hacer lo que decía...no iba a contradecirla. Ojalá sirviera para que empezara a abrirse a mí. Esa era una parte de la misión, que ella confiara en mí plenamente.
Mientras estaba afanada acarreando los alimentos, las tazas, cucharillas y los platillos aproveché para observarla con detenimiento. El cambio en su imagen a la que había contribuido Nancy no era drástico pero era suficiente para resaltar su belleza. El cabello realmente era lujurioso, tiraba unos destellos castaños con rojizos que hacían juego con sus cejas y pestañas, la ropa era más moderna en cuanto al diseño y los estampados de la tela. Si hubiera estado en otras circunstancias, me habría encantado elegirla como esposa, pero solo debía cumplir con la misión y esto se acabaría, no debía ilusionarme y tampoco hacerla ilusionar con algo que no llegaría a nada. Era como un fino cristal que podía romperse y jamás volver a quedar igual. Eso debía dejarlo en claro pues yo no nací para amar a ninguna mujer y ella no es cualquier mujer a la que pueda tomar y desechar como hago siempre. Tal vez en un mundo paralelo y lejano, sería posible enamorarme de Danna Connor. Pero no aquí. Aquí solo soy su protector.
Relato en tercera persona
Los días pasaban y fue fácil acostumbrarse a la rutina. Jason salía temprano por las mañanas a correr mientras Danna limpiaba y preparaba el desayuno. Pronto Nancy no tenía más nada que hacer, si bien iba dos veces a la semana solo tomaban un té o café y charlaban como si se hubieran conocido de siempre. Ahí conoció la vida de la tierna muchacha que le resultó agradable desde el primer momento, solo que después de tanto ensayo con Jason habían obviado muchas partes, según la versión que le darían sería que ella por propia voluntad había decidido iniciar una nueva vida fuera de las paredes de la aldea y fue allí cuando conoció a Jason quien no quiso que ella se empleara y terminaron casándose. Nancy aun no encontraba razones por la que Jason hubiera elegido una chica tan particular para casarse, ya que conocía ampliamente su historial y no encajaba en ningún cánon anterior...y eso que las había visto a casi todas. Esta muchacha destilaba pureza, inocencia y todo lo bueno que pudiera existir en una persona sin rastro de maldad y sabía que sería el complemento perfecto para un hombre como él.
Estaban charlando animadamente cuando sonó el timbre. Danna se quedó paralizada. Tragó saliva sin poder moverse. Nancy tenía ordenes de no abrir a nadie sin que estuviera Jason pero de seguro habían escuchado sus risas un segundo antes de tocar por lo que no le quedó más opción que abrir. Como un huracán, la puerta se abrió de par en par dejando entrar a una mujer alta, con grandes pechos y otras curvas para el infarto. Cabello oscuro y maquillada y vestida exquisitamente.
—Busco a Jason —fue lo único que dijo al entrar.
—Pues, él no está así que regresa en otro momento —respondió Nancy con cara de enojada y con las manos en jarra, no se amilanaría fácilmente. Había echado a peores que a esta.
En ese instante, Jason hizo su entrada, se notaba que estaba al acecho antes de entrar ya que tenía la mano en la cintura que era donde guardaba su arma. Al verlo, la pegajosa se colgó de su cuello gritando su nombre y estampandole un beso en los labios. Todas esas acciones lo tomó desprevenido por lo que en un primer momento no respondió, solo se limitó a quedarse inmóvil con la muchacha prácticamente colgando de él. Reaccionó alejándola bruscamente.
—Jocelyn, ¿qué mierda haces? —ahí estaba su tono autoritario de nuevo.
—Me tienes abandonada, cariño. ¿Por qué no me llamaste? —hizo un puchero con la boca y aleteaba las pestañas.
En ese moemnto se produjo un silencio incómodo entre los presentes. Nancy empezó a carraspear con la mano en la cintura, como cuando estaba por arrancar con la perorata de reclamos y retos, Danna estaba parada en el lugar con una expresión que Jason no pudo interpretar mirandolo primero a él y luego a la chica.
—Será mejor que te vayas, Joselyn —abrió la puerta.
—Por supuesto que no, hasta que hablemos —dijo dejando la cartera a un lado y sentándose en el sofá.