Al rato tocaron el timbre, Danna estaba en su cuarto y fui a abrir. Unos brazos poderosos me envolvieron por la espalda dandome palmadas ruidosas. La emoción de ver nuevamente a mi compañero se hizo presente también. Extrañaba las misiones arriesgadas con él. Ahora solo se reducía a buscarle un vestuario y un peinado adecuado a mi esposa. Luke no venía solo, se abrió paso su prometida quien estaba detrás de él y me saludó con igual efusividad. Bety era una mujer alegre, risueña. Era asesora de vestuario, me venía al pelo su experiencia. Cuando estaba trazando el plan en mi madrugada insomne, pensé en ella. Y de paso, sería buena oportunidad para pasar tiempo con mi amigo que, de casualidad también se encontraba de descanso ese fin de semana.
Danna salió sorprendida por el bullicio que armamos. Miraba a cada uno e intentaba saber cual era el motivo de tal algarabía.
—Buenos días —saludó tímidamente. En el acto la buena de Bety se dirigió a ella con los brazos abiertos para acogerla.
—Hola, Danna. Luke me ha hablado mucho de tí. Soy Bety —le dijo dándole sendos besos en cada mejilla.
—Hola, Bety. Es un gusto conocerla —pude ver que le costaba mucho relacionarse con extraños. Debía empezar a trabajar en eso. Tal vez sería bueno que empezara a tratar con un grupo cada vez mayor de personas.
—¿Me vas a tratar de usted? No soy ninguna vieja, ¿eh? Llámame Bety y trátame de tú o voy a enojarme contigo —amenazó Bety apuntando con un dedo a su rostro pero con una sonrisa dibujada en la cara que hizo que la tensión en Danna se disipara un poco.
Luke se acercó y la saludó también. Ambos formaban una pareja que se complementaba a la perfección. Luke era un tipo bonachón, casi de mi altura, de cabellos castaños y ojos verdes que relucían como gemas en su rostro siempre alegre. Bety era una morocha de oscuros cabellos y ojos de igual color, que exudaba sensualidad que volvió loco a mi amigo ni bien la vio, desde entonces no se separaron y ya casi seis años que vivían juntos. Se llevaban a la perfección y a veces envidiaba lo que él había logrado, un equilibrio entre su profesionalidad y su vida privada.
—¿Nos vamos? o no nos alcanzará el día, querida —rompió mis pensamientos Bety.
—Claro, vamos. —Ya veía que me tocaba un aburrido día de compras. Detestaba hacer aquello pero no tenía opción, debía sacrificarme por el bien de la misión. A ésta le echaba la culpa de todo últimamente, me costaba mucho reconocer realmente por quien lo hacía.
Buscamos un centro comercial que tuviera todo lo que necesitábamos: ropa, calzado, peluquería, spa, diseñadores, carteras, en fin, todo lo que se pueda uno imaginar. Nos separamos para que ellas pudieran tener intimidad y yo pudiera disfrutar un poco de mi compañero. Luego de acompañarlas un trecho del recorrido decidimos sentamos en una cafetería cercana adonde entraron las muchachas y evitarnos la amargura de elegir colores y modelos.
—¿Cómo la llevas, amigo? —me preguntó curioso Luke.
—Ahí la llevo. Es difícil pero no imposible. Ella es una muchacha muy dócil. Solo tuve un percance en el que intentó escapar, fue el primer día que llegamos al departamento.
—¿Y adónde queria ir?
—A su aldea, a ver a su familia. No la culpo, era obvio que necesitaba noticias. pero le hice entender que no podía hacerlo. Desde entonces al menos ha sido muy maleable, se queda en casa todo el tiempo mientras yo estoy en el trabajo, cocina, limpia y mantiene mi vida en orden —suspiré al recordar el olor a limpio que hallaba en mi hogar al regresar luego de arduas jornadas.
—Aja, y...¿ha pasado algo entre ustedes? —me pregunta mirando para todos lados, como si fuera un espía a punto de revelar algo.
—Estás loco. ¿cómo crees? —espeto golpeando su hombro.
—Bueno, por la forma en que la miras, pareciera que la quieres comer —dijo llevándose despreocupadamente la taza de café a los labios.
—Deja de decir estupideces, Clarke. No me hagas perder la paciencia —aprieto las mandíbulas para hacerle notar lo enojado que me pone que hable así.
—Yo solo digo lo que veo, compañero. Sé que nadie más lo nota, solo yo que te conozco bien. No vayas a caer en lo que siempre huiste —evanta ambas manos como sorprendido.
—Basta, Clarke. Ni se te ocurra decir algo de eso delante de ellas o te rompo la bocota que tienes —estaba furioso y más nervioso me ponía aun cuando vimos que se acercaban hacia donde estábamos.
Tuve que recoger mi mandíbula del suelo cuando la ví aparecer a ella. Me levanté rápidamente haciendo chirriar las patas de la silla en la que había estado sentado y casi hago una venia. Traia su lujurioso cabello castaño suelto, tenía unas ondas deliciosas que reposaban cómodamente en su espalda y casi llegaban a su trasero, el cual pude apreciar mejor que nunca con la falda tubo que traía. Estaba notablemente incómoda, no sé si por como yo la miraba o por la situación nueva para ella. Bajé la mirada tratando de contenerme y de evitar que ella se diera cuenta de como se arremolinaba mi sangre en las venas.
Clarke dio un silbido y le hizo un montón de piropos mientras Bety reía contenta por el efecto que había causado. Cuando se calmaron por el impacto inicial, todas las miradas se dirigieron a mí, vi tres pares de ojos que esperaban una respuesta. Tuve que planear que decir para no sonar como un depravado acosador sexual.
—Estás muy linda, Danna. Te ves bien —hasta yo me escuché distante pero por dentro bullía como agua hirviendo en la cacerola. —¿Quieren beber algo? —ofrecí que se sentaran antes que la situación se volviera más incómoda. Bety se ubicó al lado de Clarke y obvio, Danna debía sentarse a mi lado aunque eso significara una tortura para mí, que me pasé callado el resto de la velada.