Relato en tercera persona
—Diablos, Jason, ¿qué demonios te pasa? Es la primera vez que te veo en eses estado —Clarke estaba sorprendido por la acciones de su compañero Jason. Éste se mojó la cara con el agua fría del lavabo del baño de hombres del local en el que se encontraban. Toda la piel le ardía y sentía que no podía continuar con la misión. "Pero no puedo dejar desprotegida a Danna, si algo le pasa...", negros pensamientos se cernían sobre sí. Él era el mejor en su área y no podía arriesgar la vida de la muchaca por sus malditos caprichos de macho caliente.
Tomó del vaso que había dejado casi en el borde de la mesada tratando de quitarse la imagen del tipo ese manoseando a Danna.
—Es mi esposa, ¡maldición! —gritó estrellando el vaso en el piso. Unos trozos de cristal rebotaron lastimando sus nudillos que sangraban levemente.
—¡Cálmate, Jason! —le espetó Clarke girándolo y tomándolo de las solapas de la chaqueta -¡Contrólate! Si no eres capaz de cumplir con la misión, solo dilo y has un paso al costado. No arriesgues tu carrera por una mujer, ¡maldición!. Sácate el gusto con otra. Te consigo una si quieres.
—No quiero a nadie más —expresó Connor mientras unas lágrimas de rabia e impotencia saltaban sobre la camisa de Clarke —Ya lo intenté. Es inútil. Sólo quiero estar con ella —al teminar de decir la frase recién tomó conciencia de lo que acababa de confesar. La magnitud del daño al que estaba expuestos por culpa de sus sentimientos era mayúscula.
Sin embargo, Clarke era un hombre de acción y no se dejaría amedentrar por un tonto romántico.
—Entra allí y quítate las ganas que traes, Connor. No puedes andar con los pantalones ajustados delante de todos. Por Dios, contrólate.Cuidaré la entrada. Haz lo que tengas que hacer y te espero afuera. Espero que luego tu mente esté más despejada —salió dando un portazo. Se sentía inútil por no poder ayudar a su amigo aunque una idea brilló en su cabeza cuando vio a una morena pulposa rondar por el baño. Le hizo una seña imperceptible para cualquiera que estuviera mirando y al pasar a su lado le ofreció un atado de billetes y le abrió la puerta. Ella, como era una profesional en el tema, entendió sin mediar palabras. Sonrió con sus labios pintados de rojo sangre y la mirada ladina de anticipación. Entró y Clarke cerró por fuera con llave quedándose apoyado en la barra más cercana a la puerta. Era lo mejor que podía hacer por su amigo en estos momentos.Por supuesto, él se lo iba a agradecer.
Miró hacia donde había visto a Danna por última vez para ver que todo estuviera bien. Sonrió al verla sentada en el mismo lugar rodeada de las chicas con las que parecía entablar una charla amena. Su mujer también estaba alli, nada podía salir mal. Tomó de su bebida pero se dijo que sería la última. Si Jason no se recuperaba, tendría que conducir y llevarlos a casa.
En el interior del baño de hombres, la mujer se acercó al alto hombre que estaba de espaldas tratando de autocomplacerse aparentemente sin resultados positivos. Le tocó el hombro para que se diera vuelta y él así lo hizo. Tenía los ojos vidriosos por la situación que lo convocaba y se quedó sorprendido de ver que alguien había entrado sin notarlo. Quiso hacer a la mujer a un lado, tambaléándose e intentando sostenerse de la pared con una mano mientras que en la otra sostenía su miembro. La mujer lo miró sensualmente y empezó a agacharse buscando algo con su boca carnosa. Le recorrió los abdominales marcados con sus manos con uñas bien arregladas mientras lo miraba insinuante. Al llegar a la posición anhelada de rodillas frente a él, le quitó lo que él tenía en su mano y comenzó a hacerlo ella.
—Soy un hombre casado —dijo balbuceándo y recordando vagamente por que estaba en ese lugar. Ella hizo como que no lo escuchó y arremetió con su lengua larga y pegajosa contra la cabeza de su miembro primero y luego a lo largo del mismo, masajeando y mojandolo todo. El no pudo resistir. Sabía que debía descargarse cuanto antes o estallaría en cualquier momento. Tomó de la cabeza de la mujer y arremetió salvajemente con un movimiento brusco de caderas, llenándola toda. Cuando estaba por liberarse, quitó rápidamente para vaciarse en el inodoro del diminuto espacio. Ella quedó con la boca abierta sin saber lo que estaba ocurriendo.
—Vete —dijo dándole nuevamente la espalda mientras se limpiaba. La chica se levantó enojada, se había quedado con ganas de tragar su simiente. Este chico lo que tenía de hermoso lo tenía de odioso también. Ni siquiera la miró. Nunca se había sentido así, como si fuera nada. Se levantó a duras penas ya que el espacio era muy pequeño y salió arrebolada. Clarke, que estaba fuera la vio salir y entró al baño en búsqueda de su amigo.
—¿Todo bien? —le preguntó un tanto preocupado. Al acercarse, Connor se lavaba las manos en el lavabo. Tenía esa mirada profunda de cuando estaba muy enojado. Tragó saliva pues en esas situaciones no era bueno dirigirle la palabra. Connor lo miraba fijamente a través del espejo sin decir nada. Era suficiente para que Clarke entendiera el mensaje. Connor salió dejando a Clarke sin dirigirle una palabra. Observó por todo el recinto buscando su objetivo. Cuando la halló con la mirada se dirigió directamente. Estaba rodeada de otras mujeres que no se parecían en nada a ella, algunas estaban apoyadas entre ellas y hacían gestos obsenos. Antes de llegar adonde estaba, vio cruzar como una bala a la morena que había entrado al baño con el y dirigirse directamente hacia ella. La maldita lo estaba observando y sabía que estaban juntos. Aún así se atrevió a meterse en el baño. La morena le hizo unos leves golpecitos en el hombro de Danna y ésta se dio vuelta hasta quedar de frente a ella mirándola atentamente. Desde donde estaba, Connor supo que le contaba la morena por la expresión en el rostro de Danna. Abrió la boca como si emitiera un grito y luego se llevó las manos a la boca. Cuando Connor llegó a su lado, miró con tanta bronca a la otra mujer que esta solo se retiró. Al enfrentarse a Danna, esta tenía lágrimas en sus ojos, sin llegar a salir de ellos, solo estaban allí, contenidas. Sabía desde el principio que era una mala idea ir a ese lugar pero Clarke había insistido tanto que no pudo negarse. Ahora debía asumir las consecuencias de sus actos.