—Vámonos, salgamos de aquí —le ordenó a un inmóvi Danna que no atinaba a nada. No le dijo una sola palabra y fue como si no hubiera escuchado su orden. La tomó del brazo y salio con ella hasta afuera del estruendo y el humo del lugar. La llevó prácticamente a rastras hasta el auto, abrió la puerta, le puso el cinturón de seugridad, como simepre lo hacía y se dirigió al lado del chofer para tomar su lugar.
Al sentarse, vio aparecer una lágrima e el rostro de ella. "Lo último que faltaba para arruinar la noche", maldecía todos los malos ratos que tuvo que vivir a lo largo de la noche.
—Danna..—dijo intentando tocar su brazo pero ella se lo impidió corriendolo en el momento justo.
—Sólo vamos a casa, por favor. No quiero saber nada. Si dices algo más no podré soportar la humillación que tengo —confesó con un tono más bajo que el normal y a él eso le dolió como si le hubieran metido un balazo en el pecho.
Conducía furioso por todo lo que había pasado, ella estaba llorosa y no podía soportarlo. Solo podía escucharse el motor y el ruido de la autopista. De repente, una explosión cerca hizo desestabilizar el auto en el que iban. Trató de controlar el volante para evitar volcar. Cuando el vehiculo se detuvo, las puertas se abrieron violentamente y unos brazos los arrastraron hacia afuera. Lo último que vio Connor antes de desmayarse por el golpe en la cabeza fue los ojos desorbitados de miedo de Danna que lo miraban.
Jason
Y así fue como me introduje sin pensarlo y sin quererlo al mundo de Hans Weber. Sabíamos que era un tipo oscuro pero no imaginé que a tal nivel. Nos llevaron amordazados y cubiertos los ojos, no pude saber a ciencia cierta adonde nos tenían. Estaba más preocupado de tener a Danna a mi lado, ella sollozaba levemente, podía sentir los temblores de su cuerpo y el pánico que le causaría esta situación. Estuve el cien por ciento alerta para tomar todos los detalles que me puedieran guiar adonde estábamos y como sacarla a ella de esto. Fui un imbécil y me descuidé, no debí arriesgarla así. Ahora me pasarían factura de mi mal paso. Debía remediarlo. Me quitaron la venda que tenía en los ojos y allí mismo me encontré con esa cicatriz y esa barba mugrienta que me miraban con odio.
—Hans Weber —lo enfrenté sintiendo mi garganta rasposa. No había bebido agua en horas y el alcohol que había bebido me deshidrató. Me imaginé lo que Danna sentiría en ese momento. Escuché como ella se revolvía del miedo al escuchar su nombre.
Uno de los hombres hizo lo mismo, la descubrió y quitó la mordaza y ella se quedó inmóvil mirando al tipo que tanto daño le había causado.
—Tú...—ni siquiera pudo terminar la frase y él le dio una bofetada sonora que hizo vibrar las paredes del recinto en donde nos tenían.
—No me mires a la cara. ¿Acaso no aprendiste nada de las lecciones que te dí?
—Maldito. No la toques —me revolví intentando llegar a su asqueroso rostro para estamparle un puñetazo pero sentí como me tomaban entre varios hombres. Estaba al borde de mis fuerzas.
—¡Que romántico!, no pensé que vivirías alguna de tus ridiculas historias de novela, Danna. Yo lo sé todo de tí, tenía cámaras en tu casa y observaba cuando le robabas los libros del bául prohbido a tu abuela. ¿Piensas que tengo este imperio por ser descuidado? —sus carcajadas retumbaban en mis tímpanos. Estaba hirviendo de furia.
—¿Qué quieres? —vociferé mirandolo a la cara. Danna había agachado la mirada. Lo poco que había avanzado con ella por ese tema se fue por la borda cuando estuvo frente a este tipo, mal lider, quien tuvo engañado a todo un pueblo para salirse con las suyas.
—Ya lo veremos, aún lo estoy pensando. Por ahora llévenselos. Tengo cosas más importantes que hacer. Luego estaré con ustedes
Fui arrastrado por una especie de pasillo y me tiraron en una habitación mugrienta, con cosas acumuladas en el piso hasta la pared. La ventana estaba cerrada con rejas que impedirían que salieran. A Danna se la llevaron a otro lado. Estaba desesperado, tenía que protegerla a como de lugar, así tuviera que dejar mi vida en ello. "Si la tocas, maldito, eres hombre muerto", me prometí a mí mismo. Por ahora tenía que recuperarme físicamente para poder actuar. Había estado en muchas situaciones hostiles y el entrenamiento que tengo me permitió salir triunfante, pero me cegaba un poco el hecho que esta vez no tenía que salir solo, una gran carga pesaba sobre mí. Ella era mi prioridad ahora y debía planear salvarla. Empecé a disminuir el número de respiraciones. Me senté como pude, aún tenía atadas las manos atrás. Traté de relajarme para tener un panorama más claro de la situación aunque mi mente volaba de a ratos hacia su rostro, hacia sus ojos. Si algo le pasaba, mataría a todos y moriría yo también. No podía permitirlo aunque me fuese la vida en ello.