Yo, su protector

Capítulo 31

Relator omnisciente

Fueron introducidos en otro recinto. Había una cama matrimonial y una silla. Nada más. Estaba desprovisto de todo otro mueble. Miró por la ventana y solo pudo ver las rejas de hierro infranqueables. Maldijo por lo bajo, recorrió la habitación en busca de cualquier hueco o abertura que les permitiera escapar de allí. Nada. Hasta que vio la cámara que estaba justo frente a la cama. 
Maldijo nuevamente, no podrían sortear esta situación. No vio micrófonos ocultos, al menos hasta donde pudo inspeccionar por lo que aparentemente solo podrían verlos, no escucharlos. De todas maneras, trató de hablar muy bajo.
—Escúchame, Danna. Te prometo que te voy a sacar de aquí, así sea lo último que haga. ¿Entiendes? ¿Me estás escuchando? —insistió al verla tan turbada y silenciosa.
Ella miraba el piso y solo asintió levemente con la cabeza. Aún había lágrimas en sus ojos, no entendía porque seguía llorando. Siguió hablando, debía intentar explicarle en que situación estaban.
—Y-yo...lo siento. No debí meterte en esto. Pero no iba a permitir que el tipo ese te pusiera las manos encima, Si no le decía que estabamos casados en estos momentos sería con él con el que estarías. ¿Entiendes?
Ella levantó un poco la cabeza y lo miró con sus ojos color arena. Asintió.
—Debemos hacerlo, Danna. Es lo que trato de explicarte.  —Cerró los ojos como si le doliera hacerlo.
Ella lo miró horrorizada. Pero solo fue un segundo, bajó de nuevo la vista y se tiñieron sus mejillas.
—Debemos demostrar que es algo habitual, algo que hacen los esposos cuando tienen relaciones íntimas —tragó saliva. Era como estar dando una clase de educación sexual en la escuela. 

Eterno silencio del otro lado.
—Danna, mírame —la tomó de la barbilla para obligarla a mirarlo.
—¿Quieres hacerlo? no voy a obligarte a nada, no soy un violador, ¿entiendes? Pero si no te obligará a hacerlo con él. ¿Es lo que quieres? ¿Aún quieres ser la esposa de Hans Weber? —preguntó un tanto inseguro ante la reacción de ella. ¿Que le pasaba?
—Contestame, Danna. No tenemos mucho tiempo.

Ya estaba nervioso por su silencio. Por eso y por el sentimiento de anticipación ante lo que pasaría. El anhelo que él tenía había quedado oculto por la situación de peligro que enfrentaban. Pero ahora había renacido con mayor fuerza. Lo que más temía era que ella eligiera a Weber. Ahí si se rompería en mil pedazos. Pero era su decisión, y no podía hacer nada para remediarla. Igual la seguiría protegiendo con su vida, porque era su misión.
—Tú eres mi esposo y nadie podrá negarlo nunca —dijo de repente con el tono más dulce que él hubiera escuchado en su vida.


Se acercó lentamente a sus labios, mirando de reojo a la cámara para que tomara la imagen que los demás querían. Le dió un beso casto para darle confianza. La hizo ponerse de pie y se acercó. Sus ojos celestes destellaban fuego, su corazón latía con frenesí. Ella lo pudo escuchar en los intermedios de su respiración. él le levantó el rostro para que ella lo mirara. Su temblor se expandió por todo su cuerpo. Se sentía cohibida, incómoda sabiendo que otros tambien la verían, la verguenza le impedía corresponder el deseo con el que Jason la miraba. Pero si era lo que debía hacer para protegerlo y evitar que Hans lo matara como le había prometido, tendría que hacerlo.

Danna

Cuando Jason se acercó a mí no podía entender mis sensaciones. Era como si me dieran mil puntadas en el cuerpo, además sentía miedo, verguenza, calor, frío, todo en un mismo paquete. Él se acercó lentamente y pude sentir el calor de su cuerpo a medida que avanzaba. Tal vez estuviera enfermándose y tenía fiebre, sus ojos estaban inyectados de sangre. Me tomó de la cintura y sentí una quemazón donde estaba su mano, su presencia era tan avasalladora que no podía mirarlo. El esperaba a que le respondiera pero yo, por más que quería, no podía hacerlo. ¿Cómo le explicaba que no entendía lo que quería que hiciera? Él estaba acostumbrado a estar con mujeres hermosas, de cuerpo escultural, de piel arreglada, todas perfumadas y maquilladas. Yo me sentía muy pequeña comparando con ellas. Era inevitable olvidar lo que había dicho Joselyn el día que se enteró que yo era su esposa: "tu eres muy insignificante para él, ¿te has visto al espejo? Mírate y mírame...y sabrás lo que él busca en una mujer". Y lo había hecho. Uno de los tantos días que estuve sola pasé por frente del espejo y me miré de cuerpo completo. A mis ojos no me gusté, mucho menos le gustaría a él. A pesar de los pequeños arreglos que me hicieron gracias a Nancy, mi aspecto no había cambiado mucho.

Todo esto venía a mi mente mientras sentía su mirada clavada en mí. Me acercó a su cuerpo lentamente y volvió a apoyar sus labios en los míos. Me dio pequeños besos, cortos pero calientes hasta llegar cerca de mi oreja. 
—¿Confías en mí? —preguntó en un susurro, lo cual hizo que me estremeciera completamente.
Por supuesto que confiaba, Él me había ayudado, protegido y salvado un montón de veces. En estos momentos era en la única persona que confiaba, pero no confiaba en mí.
—S-sii, pero...—dije débilmente.
—¿Pero qué? —su voz sonaba distinta, más gruesa, como en un murmullo.
—Y-yo...tú sabes que... —no sabía como decírselo.
—No sé, dime lo que quieres decirme —me obligó a mirarlo a la cara, su toque en mi mentón hizo que me estremeciera involuntariamente.

—Dime lo que sea, voy a entender.

 Parecía que me comía con la mirada, era la primera vez que lo veía así. Siempre se mostró duro, impasible. No conocía a este hombre que me estrujaba y me acercaba a su cuerpo.
—Yo...yo nunca...—agaché la mirada por la vergüenza que sentía.
—Sh...lo sé, Danna. Te conozco. Y me hubiera gustado que esto pasara en otras circunstancias pero no puedo evitarlo. De esto depende que sigas viva. Si fuera solo mi vida la q0ue está en juego no importaría, pero te protegeré hasta donde pueda hacerlo.
—No puedo ayudarte en nada..-repliqué. Era verdad, si tenía que ayudar en algo no lo sabía.
—Tú no tienes que ayudarme en nada —si ella supiera como estaba él de excitado con el hecho de tenerla frente a él.
Él sonrió levemente, tan cerca de mis labios que sentí algo extraño, quise que esos mismos labios estuvieran sobre mí. Sentí calor en mis mejillas por el pensamiento que acababa de tener. Algo había dicho una vez mi abuela que recien podía entender. "Tu cuerpo solo le debe pertenecer a tu esposo, él debe decidir lo que hace con él". Me estremecí...¿Qué querría hacer Jason conmigo? 




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