Yo, su protector

Capítulo 32

Volvió a dar besos chiquitos en mi cuello y una de sus manos recorrió mi cabello. Nunca nadie me había tocado el cabello desde que era niña. Con esa misma mano me tomó de la nuca y me apretó fuerte contra sus labios. Sacó su lengua y entendí que quería la mía, se la ofrecí y el choque en nuestro interior produjo una descarga que hizo que me alejara de un tirón.  Nos miramos por unos segundos y volvió a atacar. Esta vez mantuve el mismo movimiento, su lengua estaba ávida, su aliento caliente me quemaba las entrañas. Apoyó su cuerpo junto al mío y sentí algo duro en mi vientre, tan caliente como su boca.
Escuchamos fuertes golpes en la puerta y nos despegamos sobresaltados. Él jadeaba sin poder contenerse.
—¡Apuren, que esto no es un motel! —gritó una voz detrás de la puerta a lo que le siguieron unas risotadas. Mi vergüenza aumentó al saber que lo que hacíamos era visto por muchos hombres. Hans había llegado a lo más bajo que había, tomar un acto tan íntimo como algo público, para deleitarse ellos de la vergüenza que eso ocasionaba. Era su manera de castigarme por no haberlo esperado para casarme.

Sentí que él volvió con más prisa a acorralar mi cuerpo entre sus brazos, recorrió una de sus  manos por el collar que él mismo me había dado, abrí los ojos y lo miré y pude ver que estaba observando de reojo a la cámara. No entendía lo que hacía. Giró mi cuerpo hasta ponerme de espaldas a la cámara mientras manipulaba el dije. Luego hizo el movimiento contrario cubriéndome con su gran cuerpo de la cámara. Volvió a besarme mientras una de sus manos recorría mis muslos. Quise alejarme en un momento pero él me detuvo y pude leer sus ojos suplicantes. Lo dejé hacerlo, tenía que hacerlo...o nos matarían a ambos.

Jason

A pesar de las ansias que tenía por estar en su interior, ya estaba en marcha el plan que había trazado. Solo estaba buscando la oportunidad de estar cerca de Danna. Nunca imaginé que a ese nivel de intimidad, pero me servía para mis propósitos. Cuando estuve meditando recordé el collar que le dí el primer día que llegó a mi casa. Tenía un localizador para que yo supiera siempre donde estaba. Y le había dicho que lo presionara si me necesitaba en algún momento, pues ahora era el momento. Lo que ella no sabía era que Clarke tambien tenía la misma frecuencia. Siempre nos asegurábamos de que al menos dos oficiales tuvieramos conexión con un testigo por si algo fallaba con alguno. Y esta era la oportunidad. Presioné un par de veces. Clarke me llamaría para corroborar que todo estuviera bien y al no obtener respuesta, inmediatamente me buscaría. Nuestras probabilidades de sobrevivir habían aumentado considerablemente, al igual que mi erección. Ya que había cumplido como profesional ahora me tocaba concentrarme en esta nueva misión impuesta por el infeliz de Weber.  Si supiera que para mí no era un castigo, sino el mayor premio que me llevaba.

Comencé a acariciar sus muslos. Debía apurar el trámite o nos sacarían a patadas y Weber podía desistir y finalmente tomarla como mujer. Ella hizo un leve movimeinto para alejarse pero la apreté más aún. Se sorprendió cuando sintió mi dureza e hizo un leve movimiento para mirar hacia allí, me pareció el movimiento más sensual que había experimentado. Ataqué sin treguas, tocándola encima de la ropa, ya que no iba a permitir que esos asquerosos vieran su cuerpo. No pensaba quitar sus prendas, por ella también, para que no se sintiera tan expuesta. 

La acosté lentamente en la cama. Me miró curiosa a la expectativa de lo que pasaría. Involuntariamente sus ojos se dirigieron a mi bulto y quiso taparse los ojos, no se lo permití. Le susurré que no lo hiciera. 

—Supuestamente no es la primera vez que estamos juntos, Danna. Ellos creen que ya hemos hecho esto así que no te tapes ni mires para otro lado

Le dije todo esto en el oído y sentí un temblor en su cuerpo. 
Metí la mano por debajo de sus metros de tela recorriendo lentamente la pared interna de sus muslos, en un reflejo involuntario apretó sus piernas. Las separé nuevamente y seguí el camino hasta su intimidad. pasé el dorso de mis dedos y la sentí mojada. 

La puerta se abrió de un golpe.
—¡Muévanse! Tus amigos están aquí —vociferó uno de los hombres de Weber mirando con odio a Jason.




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