Yo, su protector

Capítulo 35

Estábamos rendidos de cansancio así que decidí que pasaríamos la noche en un hotel, no podía enfrentarme al escrutinio estricto de mi familia. No con la fatiga y la tensión que pesaba sobre mis hombros. Necesitaba estar despejado y con todos mis sentidos, además de que íbamos con lo puesto, debíamos aprovisionarnos de lo esencial, ya me encargaría de completar la ropa y calzados suficientes para ambos.  Hice la reserva por teléfono y al llegar por la expresión de Danna pude ver que estaba sorprendida. Era entendible, nunca había estado en un lugar así. Una muda de ropa para cada uno nos esperaba, había hecho el pedido por teléfono y me negué a estar en dormitorios separados. Ahora más que nunca debía cerciorarme de no dejarla sola, el infeliz de Weber podría estar pisándonos los talones. tenía que volver a concentrarme en el objetivo de la misión. Solo necesitaba descansar, aunque no sabía como lograrlo con la dulce presencia a mi lado. Su aroma me envolvía por completo y el deseo crecía en mí a pesar del estrés ocasionado por la situaicón. El recuerdo de mis manos recorriendo su cuerpo me atosigaba apretando mi entrepierna, era algo que me asaltaba sin aviso previo y me envolvía sin poder eviar la erección. Era vergonzoso moverme así, necesitaba relajarme urgente o sería una desgracia. Aún creía sentir el olor de su preciosa vagina que logré tocar levemente por encima de su ropa interior metida entre mis dedos, y esto me tenía con los nervios crispados.


—¡Es hermosa! —opinaba Danna extasiada al observar la espaciosa habitación, todo en ella estaba decorada con tonos pasteles, la cama grandísima era la protagonista, sin dudas, estaba en el centro y tenía una iluminación especial. Ella rodó su cabeza por todos lados observando lo que había y cuando terminó el escrutinio se dirigió a mí.
—¿Dónde dormiré yo? Puedo arreglarmelas en el sofá aquel, parece cómodo —señalaba extendiendo su delgado dedo hacia el juego de living que estaba al lado del ventanal.
—Ambos dormiremos en la misma cama —le dije secamente, tratando de que no se notara el temblor que recorrió a lo largo de mi espalda. Voltee a acomodar las escasas cosas que traíamos en uno de los espaciosos armarios, en parte también para ocultar la naciente erección. "Maldición, no puedo creer que el solo hecho de pensar en eso me ponga así", estaba furioso conmigo mismo. Tomé una de las toallas y me dirigí al baño, tenía que calmarme urgente o cometería una locura allí mismo. Ni siquiera la miré, mejor así, debía mantener las distancias. Ella tenía que mantenerse alejada de mí, y todavía faltaba lo peor, enfrentarme a mi familia y convivir con ellos los siguientes días.


Danna

El hotel adonde fuimos a pasar la noche es lujoso, hermoso, la habitación está provista de todo lo que necesitamos, incluso he encontrado ropa interior de mi talla. Intenté disimular mi turbación mientras Jason se preparaba para entrar al baño. Por curiosidad, abrí uno de los cajones de la cómoda que había y allí estaban varios juegos de ropa interior. Cerré rapidamente pero gracias a Dios, él estaba ocupado en buscar una toalla que ni miró lo que yo hacía. No permitiría jamás que él viera eso, nosotras ni siquiera teníamos permitido tender nuestra ropa íntima delante de la mirada de ningún hombre, era engorroso en casa de Jason hacerlo pero me daba la ventaja el tener un baño para mí sola y él no entraba nunca allí así que por ahora me había sido fácil. Aproveché que él entró para acomodar un poco lo poco que teníamos, más que nada abrigos que nos había provisto Carrie y un par de mantas para cubrirnos en el auto para viajar pues la temperatura había disminuído drásticamente de un día para otro.
Observé que había colgados varios vestidos en el armario y en el otro ropa de hombre. No quería tomar nada que no fuera mío. Ya estaba viendo como hacer para bañarme y volver a ponerme lo mismo cuando Jason salió del baño, ya cambiado pero con claras muestras de que aún estaba muy húmedo. Fue una visión extraña pero que me causó un leve calor que subió desde mi entrepierna. Dí vuelta la cara para que él no notara lo que había causado en mí su presencia. Ví que se acercó adonde yo había estado husmeando un rato antes y sacó una muda de la ropa de hombre.
—Olvidé decirte, todas las prendas de mujer en la habitación son tuyas 
—¿De dónde salieron? —pregunté, sorprendida.
—Las pedí por teléfono. Llamé y simplemente dije lo que necesitábamos —aún me seguía sorprendiendo lo que se podía hacer teniendo dinero. Uno podía poner el teléfono al oído y decir un par de palabras y listo, aparecían como por arte de magia. Al menos todo con Jason era así. Algo así había pasado el día en el que fuimos con Nancy al centro comercial, aparecían zapatos, joyas, carteras, ropa al instante tan solo mostrando una tarjeta dorada con mi nombre. Lástima que todo eso fuera pasajero, la sensación había pasado rápidamente. Y el dinero no le ayudó a Jason a evitar que le obligaran a hacer cosas como las que Weber le obligó a hacer conmigo. Siento como mis mejillas arden al recordar esos momentos. Me sobresalto al escuchar su potente voz detrás mío.
—¿Qué quieres comer? Pediré servicio a la habitación —me mira y espera con el teléfono en la mano. Por un mometo sentí cerrado mi estómago pero la sensación pasó y el hambre se hizo lugar ya que habían pasado varias horas desde la última comida.
—No lo sé, ordena tú. Yo como cualquier cosa —si algo me había enseñado mi abuelita era que debíamos dar gracias siempre por lo que teníamos en la mesa, que había mucha gente que no tenía para comer y por ello era una bendición que solo nos habían dado a nosotros por ser obedientes el privilegio de comer todos los días. No sé si mi abuela sabía lo que pasaba afuera de esas paredes o simplemente empezó a creer lo que Weber les decía. 
—Pediré pasta, ¿está bien para tí?




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