Jason
Los rayos de sol se hacen fiesta en mi cara, trato de espantarlos como si fueran mosquitos y eso hace que me despierte sobresaltado. La cabeza me martillea descontrolada, me cubro los ojos y luego recuerdo a Danna. La busco con la vista pero ella no está, toco la puerta del baño, tampoco obtengo respuesta. "¿Dónde está? ¡Diablos!", murmuro apresuradamente. Entro rápidamente al baño y salgo como tromba ya cambiado, bajo dando saltitos en los escalones y escucho voces en la cocina. De espaldas a mi, está la causal de mis tormentos. Me acerco lentamente, tengo que hablar con ella, me comporté tan estúpidamente la noche pasada que ahora debo compensarlo.
—Buenos días —ingreso saludando. Mi madre me recibe con una sonrisa amplia devolviendo el saludo. Me acerco a darle un beso en la mejilla y ella está tan sonriente como nunca la recordé. Le sienta bien estar alejada de la empresa, ella y papá trabajaron muchos años para hacer crecer el negocio ya ahora disfrutaban de su tiempo juntos y en casa.
—Buenos días, amor —dirijo a mis pasos hacia ella, mirándola para ver su expresión. Solo asiente levemente con la cabeza y no intenta siquiera esquivar el beso que le doy en la mejilla. Se tensa en cuanto me acerco y me dirige una mirada inexpresiva. "Ahora si la cagué", pienso mientras no dejo de mirarla. Ella se sonroja y baja la vista.
—¿Què quieres desayunar, hijo? —pregunta mi madre mientras continúa moviéndose alrededor de la cocina. A pesar de tener mucamas, cocineras y personal para todo, ella no olvidaba jamás sus orígenes y cuando podía, las tareas del hogar las hacía ella misma. A mí particularmente me encantaba de niño comer todo lo que hacía con sus manos. Hoy había preparado unos crepes exquisitos bañados con miel y un jugo de frutillas de otro planeta. Danna casi no había tocado su plato, estaba más silenciosa que nunca y ni siquiera levantó sus ojos para mirarme. Mi madre es muy receptiva, supongo que percibió que algo no estaba bien.
—Bien, iré a ver como está la resaca de Roger... —me quedé mirándola con los ojos más que abiertos. Pensé que no se había dado cuenta del estado en el que volvimos. Carraspeó disimuladamente haciéndome un gesto de que hablara con Danna. Salió dejandonos solos. Ella intentó levantarse pero la detuve del codo.
—Danna, tenemos que hablar —empecé diciendo, estaba tan nervioso como un adolescente a punto de declararse a la chica que le gusta.
—No tenemos nada de que hablar. Ya no hay nadie aquí, no tenemos que disimular —yo seguía desesperado buscando sus ojos y ella me negaba esa dicha. Me atrevía a levantar su barbilla y la obligué a mirarme, necesitaba que ella viera la sinceridad de mis palabras.
—Por favor. perdóname por lo de anoche. Yo...bebí de más, no estaba con mis cinco sentidos. Siento mucho haberte asustado, me comporté como un animal. Te prometo que no volverá a suceder —sus ojos tenían un leve brillo, como si los bañaran las lágrimas pero no vi salir ninguna. Se estremeció apenas perceptiblemente. ¿Es que acaso seguía teniendome miedo? No podía soportar la idea. Tenía que cambiar eso.
—¿Qué dices? ¿Vas a perdonarme? —insistí al seguir ella en silencio. Sólo hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y emitió una leve sonrisa. No podía esperar más, tenía que ser paciente para que ella viera mis verdaderas intenciones.
—Qué bien. Necesitamos salir de compras. Yo quedé con Roger en ir a buscar el traje para la boda. Además hay otros eventos previos y para todo hay que vestirse. Podrías ir con mamá o Clarisa para comprarte lo que necesites
Su mirada de horror me hizo ver que no estaba muy conforme con la idea. Mi mente funcionaba a mil. Tendría que ver que hacer con esa temática.
Danna
—Y-yo...no es necesario. ¿No puedo usar algo de lo que tengo? —le pregunté esperanzada. No me gustaba la idea de salir con ninguna, me daba vergüenza, a la única que tenía confianza era a Bety pero ella estaba muy lejos.
—No puedes, Danna. Tienes que comprarte ropa.
—¿Por qué no me acompañas tú? —él tragó saliva y vi moverse su nuez. Se pasó la lengua por sus labios.
—No creo que sea yo el adecuado. Tienes que seguir el consejo de una mujer, yo no estoy capacitado para esas cosas. Pero mira, no temas, puedes ir con alguna de ellas...o con las dos.
—ClarIsa no va a querer —dije un tanto triste. No me gustaba nada que su hermana me odiara tanto.
—¿Por qué dices eso? —me preguntó frunciendo el ceño. Hasta ahora el había demostrado que es muy inteligente, ¿cómo no puede darse cuenta de lo que pasa con su hermana?
—No sé por que, solo te digo que necesitas hablar con ella. Pero haré lo que me pidas
Tuve que volver al mundo real, uno en el que me enseñaron que los deseos de un esposo son órdenes. No sé porque me desvié de esa idea, quizas me estaba contaminando de este lado del mundo.
—No te preocupes, hablaré con mi hermana. Lo haré en cuanto encuentre oportunidad. Nos vemos luego —me tocó apenas el brazo y me quedó caliente allí cuando la retiró. No entendía que me pasaba últimamente. La noche pasada no estaba asustada de él sino de mí, de como mi cuerpo parece explotar cuando él está cerca mío, me quedé mucho tiempo pensando en lo que había pasado, sentirlo acostado a mi lado era realmente apabullante, a pesar del olor a alcohol y sus efectos no dejaba de ser apuesto, su belleza pareció realzarse al estar allí boca arriba, con la respiración rítmica del sueño profundo. Miré sus manos con dedos larguísimos y me las imaginé sobre mi cuerpo recorriendo todo como esa vez que no puedo olvidar, el solo hecho de pensar en lo que habría ocurrido si no nos hubieran interrumpido me tenía en ascuas. Había leido muchas novelas de amor en las que abundaban las escenas de pasión pero no me las podía imaginar en mí, no me veía a mí experimentando lo mismo que las protagonistas. La educación que me dieron era tan estricta que temí no poder abrirme a las experiencias que me ofrecía en esta nueva vida. De todas maneras tenía la convicción de que cuando todo esto terminara, volvería a ese mundo al que me había acostumbrado, sin Jason en ella... y sin este calor recorriéndome.