Yo, su protector

Capítulo 46

Jason


La búsqueda de los trajes para el día de la boda se hizo más larga que lo esperado. Roger era presumido y sus gustos eran finos en cuanto a todo lo referido a ropa y calzados. Todo se hacía a medida, los zapatos se los fabricaban especialmente para él. Yo como pobre funcionario público me conformaba con lo que encontraba en las tiendas. No significa que eran prendas baratas, tenía mucho de grandes marcas pero no tenía paciencia para esperar a que un pedido llegara o a que diseñaran y fabricaran la prenda. Tomaba directamente del estante lo que agradaba. Sin embargo, esta vez decidí seguir el consejo de mi hermano, iba a complacerlo por tratarse de un evento importante para él. Accedí a que me tomaran las medidas y me ayudó con la elección del género y el modelo. Debimos esperar a que estuvieran los patrones listos para medirnos, debo decir que el gusto exquisito de mi hermano me favoreció mucho. Podía ver como el traje gris se amoldaba perfectamente a mi cuerpo, casi no me reconozco frente al espejo.
—Bueno, ahora que no está papá para escuchar, cuéntame de la preciosidad de mujer que tienes —me decía mientras ambos estábamos de pie rodeados de sastres haciendo ajustes en nuestros trajes. Él había elegido un azul marino que le caía como un guante.
—No entiendo que quieres saber. Tú mismo la viste, es tierna, dulce, preciosa —me sentía incómodo por tener que describirla. Todo lo que decía era verdad, no tenía porque mentir.
—Vamos, hermanito. Nunca fuiste un santo con las  mujeres. Dime como hizo para hacerte caer. Creo que esa carita de ángel puede engañar a cualquiera —un repentino sentimiento de rabia sube desde mi cuello hacia arriba.
—¿Qué mierda quieres insinuar? —casi grito. Los demás clientes quedan estáticos y en silencio.
—No es para tanto. Ambos sabemos lo que nos gusta de ellas. A mí Mayra me entró ya sabes...por la química que tenemos en la cama. Si tengo que coger con la misma mujer el resto de mi vida al menos tiene que ser buena, ¿no? 
—Pues te equivocas, Danna no es así. Ella no se parece a ninguna mujer que haya conocido antes —digo con seguridad y me sorprendo de mí mismo. No sabía que tenía todos esos pensamientos guardados. Tanto ocultar cosas por mi profesión también lograba esconder sentimientos y emociones.
—Entonces...¿tú le enseñaste lo que sabe? ¿era virgen cuando la conociste? —las preguntas de este imbécil ya me están cabreando.
—No entiendo por que te interesa la vida sexual de mi esposa, Roger. Expláyate más de tu mujer si eso te hace feliz —escupí arrepintiéndome en el acto al ver como cambiaba la cara de mi hermano. Igual se lo merecía por hacer preguntas estúpidas.
—Lo dejamos aquí. Ya veo que sigues siendo el mismo huraño retrógrado de siempre. Al menos espero que vengas a mi despedida de soltero.
—No, Roger. Deja eso para los mocosos solteros como tú. Yo ya estoy casado y me valen vergas esas estupideces —no tengo ninguna intención de ir. No puedo dejar tanto tiempo sola a Danna. Me recuerdo que debo hacer un recorrido por alrededor de la propiedad y hablar con el jefe de seguridad. 
—Ah, no. No te permitiré que no asistas. Ya contaba con tu presencia. Tengo todo planeado —bufé por lo bajo, me enfermaba hacer todo eso.

Daba gracias que solo por ese evento había regresado, "y para alejar a Danna de Weber", me recordó mi instinto policial. Ya regresaría a mi rutina y a hacer lo que realmente me gustaba. No entendía como mi hermano, el CEO de una gran empresa se sentía atraído por ese tipo de actividades, las cuales las consideraba de mocosos adolescentes. 
Apuré el trámite pues ya era tarde. Mamá había llamado cientos de veces para avisar que teníamos invitados a la cena. Habíamos pasado prácticamente todo el día fuera y ya era hora de regresar. Al otro día debíamos enviar a retirar los trajes. Eso de tener dinero era una ventaja en estos casos. Podías lograr que te hicieran una prenda en cuestión de horas. 
Al entrar a casa de mis padres escuchamos voces en el comedor. Supuse que ya estaban los dichosos invitados. Roger entró y yo subí a mi habitación. Necesitaba urgente una ducha y cambiarme. Como supuse, Danna no estaba allí, seguramente mamá ya le había indicado que bajara vestida para la ocasión. Entré volando al baño y me dí una ducha rápida, salí y me encerré en el cuarto que hacía las veces de cambiador, allí estaba tanto mi ropa como toda la ropa de Danna que compraron con mamá, calzados, carteras, accesorios. Elegí una camisa azul y un pantalón de vestir negro, aun me encontraba envuelto con una toalla en la cintura cuando oi pasos en la habitación. ¿Quién demonios entraba sin tocar? Puse en alerta todos mis sentidos. "Dejé el arma en un mueble al lado de la cama", maldije por lo bajo por haber sido tan descuidado, me oculté tras la puerta esperando a ver quien era el osado. Cuando vi una sombra aproximarse y calculé donde estaba su cuello, salí a una velocidad increíble haciendo una llave. Grande fue mi sorpresa cuando descubrí quien era.

Danna


Entré despacio a la habitación tratando de hacer memoria donde había guardado el teléfono. Debia recordarme llevarlo conmigo a todas partes como hacían todos. La falta de costumbre me hacía olvidarmelo. Al entrar noté que había cosas fuera de lugar, no estaban donde las dejé. Escuché ruidos bajitos que provenían del cambiador, por un momento dudé, quizás debería bajar y volver acompañada, pero si era Weber o alguno de sus hombres que finalmente me había encontrado lo más probable era que hiciera daño a cualquiera con tal de atraparme. El solo pensar que alguien más podía salir lastimado por culpa mía me carcomía el corazón, no podía permitirlo. Aspiré profundo, esperaba que Jason llegara pronto para evitar que se desbordara la situación.

"¿Dónde estas?", pregunté en silencio y cientos de dudas crecieron y preguntas retumbaban en mi cabeza: "¿y si Jason había sido atrapado y ahora venían por mí? Quizás lo tenían torturando en algún lugar similar al que nos tuvieron". El miedo empezó a apoderarse de mí, de igual manera avancé contando los pasos hacia el gran cambiador, del tamaño de una habitación. La puerta estaba abierta y a simple vista no se veía nadie, la luz estaba encendida, no recordaba como la había dejado, avancé lento y silenciosamente cuando un gran brazo apareció por atrás envolviendo mi cuello, la presión en él me dejó sin poder respirar por unos segundos.
—¿Danna? —escuché la voz masculina más sensual que conocía.




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