Jason
Iba corriendo enfundado en un traje gris, la ceremonia estaba a punto de iniciar. Debía tomar mi lugar al lado de Danna o mi hermano me colgaría de las pelotas. No podía fallarle. Mientras me duchaba, me cepillé bruscamente para quitarme los restos de aquella mujer. Me sentía sucio, asqueroso. Nunca antes había pasado por eso. Se me caía la cara de vergüenza por lo que hice pero por supuesto, más que una academia de policías, parecía que hubiera ido a una escuela de actuación así que me preparé mentalmente para entrar en papel.
—Buenos días —entré saludando a los presentes quienes se dieron vuelta en el acto a mirarme.
Yo caminaba a paso seguro sin importarme las miradas de reclamo de todos. Danna estaba parada junto a las demás y si no hubiera habido prácticas de boda y sabido donde iba a estar cada quien casi paso de largo. Estaba irreconocible. Mi mandíbula quedó fuera de lugar y casi se estrella en el piso. Era un hada verdadera, con su vestido verde con el que parecía disolverse en el aire junto con su piel, su cabello caía lujurioso sobre su espalda, atrayendo las motas del sol y haciendo que se reflejaran sus rayos en él. Lamenté no estar más temprano para admirarla y saciar mi vista. A pesar de la maratón de sexo que había tenido, el infeliz de mi pene se elevó tranquilo, parecía no haberse conformado con lo que le dí.
Danna me miró extrañada. Sería muy inocente, muy pura y dulce, pero esta mujer parecía que me leyera la mente. No sé si era un instinto nato para leerme o realmente había aprendido a conocerme o la química que había entre nosotros era tal que casi podíamos hablar sin mediar palabras. Ví la decepción y tristeza en sus ojos así como estoy seguro pudo ver mi culpa y mi podredumbre. Ella era un ángel y yo, el mismo diablo con el alma tan sucia que, incluso en un acontecimientos tan importante como la boda de mi hermano, solo pensaba en follarme a mi esposa sin importarme quienes estuvieran.
Me acomodé al lado de Danna y ella volvió su vista al frente. ¿Estaba triste? ¿Acaso había llorado? Cerré fuerte los ojos para alejar todo mal pensamiento y tratar de concentrarme en lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Lentamente acerqué mi mano a la suya para tomarla, al principio quiso alejarla pero pareció recordar nuestro acuerdo de las demostraciones públicas de cariño así que accedió a desgana. Envolví sus dedos con los míos pero no hubo resistencia de su parte. su indiferencia me estaba matando. Supongo que me lo merecía.
Me extasié con la vista de su cuello desnudo y el nacimiento de sus pechos que amenazaban peligrosamente mostrarse en el escote, sin embargo, como leyendo mi pensamiento, se lo acomodó subiéndolo. Se notaba incómoda. sin dudas, este vestido no lo habría elegido ella, no era su estilo. Era demasiado atrevido, podía ver la curva de su cintura y caderas y ni que decir de su bello culo. Ya había tenido mi dosis de sexo ¿no? En mi mente obnubilada por el alcohol pensé que sería suficiente para dejar a Danna atrás...pero la realidad me mostraba que no, en este mundo de sobrios, la seguía deseando como un loco. Terminó la ceremonia y todos nos acercamos a felicitar a los novios.
Mi cuñada, siempre sexi, con un vestido que no dejaba casi nada a la imaginación, de un color coral y una tela adherente me besó casi en la comisura de mi boca cuando me acerqué. Mierda, esto va a ser para problemas, pensé mientras daba palmadas en la espalda a mi hermano, no debía alegrarme si esta tipa se comportaba así, solo le esperaba un mundo de sufrimientos y de cuernos. Pero se veía tan feliz, que en estos momentos yo no era nadie para arruinar su felicidad. Menos el indicado después de lo que había hecho la noche anterior, era un ancla que pesaba en mi pecho, yo no era ejemplo de nada.
—Felicidades, hermanito. Te deseo que seas muy feliz y que hayas elegido bien a la mujer con la que vas a pasar el resto de tu vida —le daba la mano y tocaba su hombro en señal de complicidad.
—Gracias, hermano. Ojalá tu seas tan feliz como yo —sus ojos irradiaban una luz especial y yo no quería arruinar eso. Me dí vuelta y vi como mi esposa conversaba con alguien. "Diablos, me olvidé de ella por un momento", me reprendí. Eran tan negros mis pensamientos que tapaba todo lo demás.
—Amor, vamos con mis padres —le dije tomándola de su bien formada cintura y dio un respingo cuando sintió mi mano cuyo calor atravesó la delgada tela. El tipo con el que hablaba me dirigió una mirada asesina, pero a mi a eso no me ganaba nadie.
—¿Se puede saber que hacías con el fulano ese? —pregunté acercándome a su oreja, debíamos disimular que estábamos muy bien.
—Él...él creo que dijo que trabaja con Roger en la empresa. Solo se acercó a saludar —me contestó sin que en sus palabras haya doble sentido ni segundas intenciones. Por supuesto que a ella le creía, en quien no creía era en los tipos que seguro se querrían abalanzar sobre ella al descubrirla como yo lo había hecho.
—Jason, ¿dónde estabas? Nos tenías preocupados —mi madre se acercaba reclamándome con una copa de champaña en la mano.
—Tuve algo que hacer, mamá. Estoy aquí, ¿no? —sentí un leve temblor en mi voz. Odiaba mentir.
—Vamos todos, es hora del brindis —gritó alguien que supuse era la planner. Volví a tomar a mi esposa de la cintura y nos dirigimos hacia el lugar de reunión. Brindamos y todo el tiempo pude sentir que Danna estaba tensa bajo mi mano. "Joder, ¿acaso esta mujer sabe lo que hice?", no sabía si estaba enojada, nerviosa o decepcionada.
Roger y su ahora esposa se acercaron sonrientes.
—Estamos yendo a un club exclusivo. Vamos a hacer la previa a la cena de la boda. Nos gustaría que nos acompañaran —dijo mi cuñada. Bufé por lo bajo. lo único que quería era quedarme encerrado con mi princesa en mi habitación y dormir. La trasnochada anterior me iba a pasar factura.