—¿Es que te estás burlando de mí? —consulta mi esposita y no puedo dejar de reirme por la expresión de su cara, es que se ve tan tierna enojada.
Su nariz está un poco roja y su frente arrugada, sus ojos marrones destilan fuego que parecen lanzallamas.
—Para nada...¿por qué lo haría? —le pregunto para salir de dudas. Es que la manera en la que me ha contestado solo demuestra que si le molestó mi actitud comprometedora de un rato antes con Joselyn.
—Porque te estás riendo... —afirma sin quitar sus muecas de disgusto.
—Es que...es que... —lanzo una retahíla de carcajadas. Nuevamente intenta abrir la puerta e irse pero controlo rápidamente el ataque de risa y apoyo mi brazo para evitar que abriera la puerta
—Déjame ir, Jason. Quiero irme a casa —dice con un hilo de voz y los ojos llorosos y entiendo que no le causa gracia mi sentido del humor.
—Perdóname, no me estaba burlando de tí...es solo que...la forma en la que me contestaste me causó gracia. Sólo es eso. Jamás me burlaría de tí —le digo bien cerquita de su oido derecho, el cual está más cerca de mi cuerpo.
Una oleada de estremecimientos aparecen en todo su cuerpo haciéndola avergonzar en el acto al darse cuenta de ello.
—¿Me perdonas? —susurro en su oreja y aprovecho para aspirar el aire alrededor de ella. Se mantiene inmóvil, sé que está luchando con sus emociones. Ya dije antes que puedo "leerla", es como un vidrio transparente.
Solo afirma levemente con la cabeza sin siquiera girar hacia mi lado, solo se mantiene de espaldas a mí y puedo apreciar su parte trasera a mis anchas. La tomo del brazo y la giro violentamente, haciéndola lanzar aire de sus pulmones que impactan en mi cara. Estoy a punto de enloquecer por esta castaña que me trae como los mil demonios.
—Contéstame en mi cara...¿me perdonas? —murmuro acercándome a ella quien intenta no mirarme, solo agacha la vista a sus pequeños pies.
—Ya te dije que si. ¿Podemos irnos? —y me doy cuenta que aun está enojada conmigo. Debo hacer muchos méritos para volver a ganarme su confianza.
—Lo siento, aun no podemos irnos. Nos falta el baile de los novios.—replico recordando la apretada agenda de eventos. Tengo memoria visual y me sirve para salir de situaciones engorrosas.
—Está bien...pero luego de eso me iré a casa —dice mirándome a los ojos para confirmar lo que está expresando.
—De acuerdo. ¿Nos vamos? —le pido mientras ofrezco un brazo en jarras para que ella se prendiera de mí. No tenía intenciones de volver a dejarla sola. Ya he tenido una vista trasera de su vestido y me he percatado de que más de un gorila seguro intentará acercarse a ella. Fui un imbécil al dejarla sola la mayor parte del tiempo, pero eso no volverá a ocurrir. Ya he dicho que si ella no es mía no será de nadie.
Llegamos al salón y en efecto, están presentando el vals de los novios. Mi hermano se ve radiante, feliz y me alegro realmente que sea así, él se lo merece. Bailan el vals hasta que una a una son invitadas las parejas más allegadas a acompañarlos en el centro de la pista. Obviamente como su hermano me toca un lugar de honor así que tomo a mi esposa de la cintura para prácticamente arrastrarla hacia el lugar indicado. Intenta resistirse un poco. La entiendo, es muy tímida y nunca ha estado en presencia de tantos extraños pero trato de darle seguridad a mi lado.
—Yo no sé bailar...—me dice en un murmullo mientras nos posicionamos colocando una mano en su cintura y dirijo uno de sus brazos a mi hombro.
—Yo tampoco...pero lo intentaremos. No podemos no hacerlo, quedaremos mal ante Roger y mi familia —le digo en el oído. Estamos muy pegados, la aprieto de la cintura para sentirla más de cerca. El calor que transmite es avasallante y solo quiero oler su cabello cuando estamos cerca.
Nos movemos lentamente y es como si todos los demás desaparecieran y solo estuvieramos ella y yo en el centro de la pista. Su cuerpo pequeño roza contra el mío haciendo que se contraiga cada músculo en contacto con ella. Ella mira el movimiento de nuestros pies avergonzada y eso me da pie para poder observarla de cerca, puedo ver cada poro de su piel y como sus vellos se erizan lentamente cuando mi respiración choca en su hombro desnudo. Mi mano en la cintura la aprisiona cada vez más y he aquí se hace presente el protagonista indiscutido de mis noches de insomnio, también quiere estar presente en la reunión y se yergue cual cumbre alta implantándose en el suave abdomen de ella.
Esto hace que sus ojos quieran salirse de sus órbitas y me mira sorprendida, apenada, avergonzada, anonadada.
—Lo siento —es lo único que atino a decir, tomando su nuca y plantando en sus labios un beso deseoso al cual ella tarda en responder. No soy de andar demostrando nada en público pero ya he dicho que esta mujercita me trae de puta madre. Lentamente mis manos comienzan a recorrer su espalda, paso el dorso de mi mano por sus brazos, por el borde de sus senos y por el costado de su cadera haciédola estremecer. Pero el embrujo dura poco, como si se diera cuenta de que estamos rodeados de otras personas, se separa bruscamente, y girando rápido se dirige hacia la mesa donde estuvimos sentados dejándome en un completo estado de abandono y sin saber como disimular la maldita erección. Meto las manos a los bolsillos y la sigo. Esto definitavamente, está llegado al límite.