Yo, su protector

Capítulo 64

Yo tomo la posición de sentado sintiendome un poco mareado aun. Ella me ayuda a quitarme la parte de arriba para poder tener mejor acceso al vendaje manchado de sangre. La miro y puedo observar el proceso de como su rubor va creciendo. Sé que está incómoda ante mi presencia así, puedo ver como su cuerpo actúa frente al mío. Yo largo un largo suspiro sin poder contenerlo. Ella me mira y sonríe. Es tan dulce pero tan sexy a la vez. Es una mezcla explosiva por la que cualquier hombre explotaría. Conocerla estos meses ha sido cumplir un sueño que veia lejano desde la primera vez en la que la vi, con su cabeza cubierta por un ridículo gorrito.

La fiebre me consume y no puedo controlar lo que hago. Mi mirada de fuego la recorre completa.
—¿Puedes dejar de mirarme así? —me dice tímidamente pero sus manos no dejan de moverse. Limpìa la zona con un antiséptico. Está tan cerca que puedo sentir el olor de sus ropas limpias ya que ella no usa perfume. El choque de sus manos en mi piel desnuda me tiene como si estuviera corriendo una maratón.
—¿Así como? —replico esta vez intentando encontrar sus ojos que están puestos en la herida pero sé que es solo para no mirarme directamente, me divierte la situación.
—No sé...es extraña tu mirada, como si quisieras....—y eso termina de despertar la bestia que había en mí ya que estaba inquieta luego del sueño caliente que había tenido.
—¿Como si quisiera devorarte? —completo la frase sin dejar de mirarla y ella solo traga saliva y sigue su mirada fija en el último apósito que acaba de poner bien fijo, como una profesional.
Quiere levantarse pero la tomo de la muñeca.
—Jason...—me nombra despacito cerrando los ojos. Se´que ella también siente lo que yo. Ya no podemos negarlo.
—Danna...—le repito en el mismo tono usado por ella. Aquí vamos a jugar parejo. Así como ella causa cosas en mí no quiero quedarme atrás. Esto se debe equilibrar de alguna manera. Sus mejillas arden a más no poder.
—¿Puedes soltarme? —pregunta ya que sigo mirándola fijo y sosteniendo su muñeca 
—No, no puedo...en realidad, no quiero —musito cerca de su oído. Ella se estremece como si anticipara mis siguientes movimientos.
—Jason, no podemos...no podemos...—ruega mientras la atraigo con mi brazo sano, necesito sentirla, no dejé de pensar en ella ni un minuto mientras pasaba helándome los huesos durante las noches y transpirando el poco sudor que quedaba en mi cuerpo durante los calurosos días.
—Si podemos...ambos lo queremos...—musité sin soltarla, como pude me deshice de los restos de vendas y medicamentos para que mis manos la reconocieran. La besé tratando de grabar su boca en el interior de la mía, su aliento era como ella: suave, delicado, dulce. Mis manos la recorrieron, no sentí dolor ni debilidad alguna, quería guardar para siempre este momento.

Ella se sorprendió un poco, como era de esperarse, sus muslos vibraron con mi toque pero aun así supe que se entregaría toda, sin reservas, sin pensar. Lo que habíamos formado entre ambos quedaría incrustado en nuestra piel y nos marcaría para la eternidad.

Nos puse de pie para tratar de sentir lo más posible su cuerpo contra el mío. Mi mirada la tenía acorralada en el lugar, pero venció su timidez respondiendo a mis caricias.

La desnudé con desesperación y mis ojos se llenaron de ella, extasiado, no daba más de la lujuria que me consumía. Casi perdí el control en un par de ocasiones cuando ella con sus inexpertas manos trató de imitarme en los toques, enloquecí esa noche, literalmente. El descubrimiento de mi cuerpo hizo que se cubriera los ojos.
—Ey,  mírame —le pedí observando su rubicundo rostro.
—N-no...—no quería descubrirse la cara. 
—Mírame —le tomé la barbilla elevandola para que me mirara.
—¿No te gusto? —le pregunté. 
—Oh, por favor. ¿Cómo vas a preguntar eso? 
—Te pregunto, necesito saber...
—Por supuesto que me gustas...me encantas —dijo mordiéndose los labios.
—A mí también me encantas y por eso no puedo dejar de mirarte —intento convencerla. Entonces hizo algo que hasta ahora no había hecho, se acercó en puntillas y tomó mi rostro entre sus manos y me dio el beso más dulce, sumado a nuestros cuerpos desnudos eramos la antitesis perfecta: fuego contra caramelo.


La acosté de espaldas sin dejar de beber su piel, sus pezones que eran dos botones apetitosos, su piel suave y nívea. Yo fui el primero en tocar su piel en partes que ni siquiera el sol habia logrado hacer. Era una hoja temblorosa por todo lo que experimentaba, nunca me detuve tanto en saborear a una mujer.
En determinado momento ella estaba en llamas, sus mejillas rojas y sus labios  hinchados, suspiraba y mojaba todo a su alrededor.
—Oh, por favor...Jason...Más —dijo
—¿Más qué, Danna? —Juro que trato de contenerme para no ensartarla. Necesito escucharla, necesito saber que me necesita dentro de ella.
—No lo sé —nuevamente se ruborizó y dio vuelta la cara. Yo sabía lo que quería. Había estado estimulandola con mis dedos, esta vez acerqué mi dureza a su entrada rozándola. Se movía tan sensual intentando alcanzarla que estuve a punto de acabar allí mismo. Apenas estaba consciente de lo que estaba pasando, simplemente me dejé llevar. 
—Dime —insistí rozando con más velocidad.
—Quiero...quiero que entres —expresó con un hilo de voz.
—Mis dedos ya están dentro —le demostré acelerando el movimiento.
—Quiero esto dentro mío —dicho esto tocó mi dureza con sus pequeñas manos, el solo contacto hizo que enloqueciera. Lancé un gruñido tan fuerte que ella se dio cuenta de lo placentero que era esto para mí por lo que continuó subiendo y bajando los pliegues. No sé donde había aprendido a hacer eso aunque estaba seguro que era puro instinto lo que la guiaba.
—¿Quieres tenerme dentro tuyo? —quería confirmar
—Sii —gritó animadamente. Esta mujer me sorprendía a cada momento.




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