Jason
Como cada día en esta última mitad del año, me levanto con un maldito tralado agujereando mi cabeza. Mis párpados pesan al abrir cada día los ojos. Ya estoy yendo en picada, puedo sentir mis músculos flojos por la falta de ejercicio físico al que lo he estado sometiendo durante más de diez años de carrera y ahora están resentidos.
"Tengo que tomar las riendas de mi vida", me aliento a mí mismo. Siento que todas las puertas se están cerrando una a una. Aun mantengo la esperanza de regresar al servicio activo. Sólo espero una maldita resolución por parte de las autoridades para reincorporarme y necesito volver a la acción. Es lo único que podría movilizarme en estos momentos en los que me siento perdido.
Mi familia se ha mostrado por demás de condescendiente conmigo. Algo extraño pues nunca le han tomado importancia a mi profesión. Para ellos solo era un juego del que pronto saldría para irme a meter de cabeza en la empresa familiar. Nunca respetaron mi decisión y por eso me vi sorprendido cuando pasé unos días de calma en mi casa paterna. Mis padres se mostraron comprensivos ante mi situación laboral. Me molestaba ser una especie de "desempleado" aunque por supuesto, siempre había sido previsor y controlador de todo, tenía mis buenos ahorros los cuales me alcanzaban para vivir un par de años sin trabajar. Pero no era eso lo que quería, necesitaba la adrenalina que solo me brindaba mi trabajo como policía. La emoción de resolver un caso, meterme en la piel de los delincuentes para descubrir sus mayores secretos era el motor de mi vida.
"No olvides a Danna", me grita mi conciencia. Por supuesto que no la olvido ni la olvidaré jamás. De eso nadie debe hacerme recordar, no lo necesito. Ella aparece subrepticiamente, sin que nadie la convoque. Continúa visitándome de noche y aun puedo escuchar su voz en los rincones de mi casa. Pronto me mudaré pues no tolero su presencia en todos los espacios.
Hasta Clarisa, mi hermanita, ha cambiado su actitud conmigo. El día que llegué a casa de mis padres, se prendió de mi cuello como sabía hacerlo siempre desde que me fui de casa a los dieciocho años y volvía a casa durante mis vacaciones. Me besó y llevándome a un rincón, me pidió perdón por todo lo malo que había hecho en el pasado. La veo más madura, ha crecido en todo sentido. Al menos no la veo rodearse de imbéciles como Brian o Alexa, que la llevaban por mal camino.
Nunca olvido la situación que me hicieron pasar cuando pusieron la droga en la bebida de Danna. No están en la cárcel gracias a que ella no quiso levantar cargos. No podía dejar pasar una hecho tan aberrante ni aunque se tratara de mi hermana, pero Danna me rogó que no hiciera nada. Su corazón era noble como el de nadie y eso hizo que enloqueciera más aun por ella.
No puedo creer que tenga tantos recuerdos a flor de piel de ella. Ya han pasado muchos meses sin su presencia en mi vida y sigo recordando todo lo que tiene que ver con ella como si hubiera ocurrido ayer.
Debo solucionar mi situación legal con ella. No me queda otra que reportarla como desaparecida para que se decida legalmente la situación matrimonial. Si ella en el lapso de tres años no aparece, se da por anulado el matrimonio. No quiero eso, necesito que siga siendo mi esposa, aunque no la tengo físicamente.
—Hermanito, mamá te llama para cenar —grita Clarisa desde afuera de la puerta cerrada de mi cuarto, el mismo que he compartido con Danna. Pero aquí no queda nada de ella. Estoy seguro que mi madre se deshizo de todo. Aunque no le he contado nada sospecha que algo grave ocurrió entre ambos para habernos separado. Mentí que se fue a vivir con su familia en un pueblito alejado que ni siquiera recuerdo su nombre. Mi vida sigue siendo rodeada de mentiras, trato de mantener hasta lo último las verdades a medias.
A pesar de los esfuerzos de Fox, sigo sin tener pistas de Danna. Pregunté en su aldea. Estaba seguro de que quizás hubiera regresado pero nada. Ella jamás volvio alli. Mi informante me dijo que era difícil en su situación pues para la gente de su comunidad ella sería considerada una extranjera al haberse casado con uno y jamás sería aceptada de nuevo. Sentí pena por ella, no encajaba en ningún lado. Era lo último que le quedaba, por eso no entendía las razones de su desaparición.
Bajo por las escaleras con pasos desganados. Escucho voces en el comedor. Nadie me informó que tendríamos invitados. Estoy a punto de regresarme sobre mis pasos, pues no tengo ánimos de ver a nadie pero una voz conocida me llama desde abajo.
—Hijo, baja. ¡Tenemos visita! —y no puedo ser tan cabrón como para negarle a mi madre algo como eso. No puedo avergonzarla delante de extraños por lo que a regañadientes completo el tramo de escaleras hasta que llego al rellano. Hay tres personas allí, una pareja casi de la edad de mis padres y una hermosa muchacha, un monumento de mujer que me observa atenta.
—Ven, cariño. Te presento a la familia Parker. Ellos son Jhon y Marie —saludo con un apretón de mano a cada uno intentando mostrarme jovial y alegre.
—Y he aquí su hija Lara. Les presento a mi hijo Jason —hace un gesto con sus manos como si la estuviera exhibiendo.
La muchacha despliega una amplia sonrisa y casi quedo sin aliento al verme deslumbrado por su belleza.
—Mucho gusto, señores —y saco a relucir mi mejor semblante.
Relator omnisciente
El hombre vestido de naranja subía la larga escalera de la elegante casa. Venía a quitar las cámaras que él mismo había instalado hace casi un año en una habitación en particular. En ese entonces recordó que parecía haber una boda por el despliegue que había. Con tantas misiones que tenía era difícil recordarlas a todas, sin embargo esta era especial. La orden había salido de arriba y eso era lo extraño. Más aun si la daba Jack Donovan. Lo mejor era obedecer y no preguntar nada. Ese tipo si que tenía poder, podía remover de un cargo a cualquiera con tan solo chasquear dos dedos de su mano.