Capítulo 4
Estando en su habitación, Anghela no dejaba de caminar de un lado a otro pensando en lo que había ocurrido y en todas las palabras que había cruzado con aquella desconocida que le hizo temblar las piernas, no sabía cómo explicar lo que le estaba pasando, temía que Yaneth pudiera darse cuenta que algo ocurría con ella teniéndola cerca.
No puede ser, ¿y si ella se dio cuenta?… ¿y si ella cree que estoy…?
- Anghela… Anghela querida - era la voz de Laura, la señora que alquilaba un piso de su casa a Anghela.
- Voy – responde sacándola de sus pensamientos - ¿Qué sucede? - pregunta bajando las escaleras encontrándose con Laura quien estaba subiendo.
- Una compañera tuya ha venido a visitarte
- ¿Compañera? – Laura asiente - gracias iré a ver – baja completamente las escaleras y camina hacia la sala de espera.
- Hola
No. no puede ser… ¡es ella!… ¿qué hace aquí? ¿Qué quiere?
- Hola… - responde Anghela confundida - ¿Qué haces aquí? - pregunta con un gesto que mesclaba curiosidad y confusión tanto en su rostro como en su voz.
- Hola. - sonríe avergonzada - Me encanta tu forma de saludar, solo vine a dejarte estos documentos que se te cayeron, - le muestra unas hojas - me imagino cuando chocaste conmigo.
- ¡Oh!... – dice aliviada - gracias, - se acerca a tomarlos - no me percate que no los tenía...
- Si lo supuse, - la mira fijamente notando que algo ocurría con su compañera - sabes, - sonríe sin dejar de mirarla - no sé qué es lo que tienes, o por lo que estés pasando, pero recuerda que sea lo que sea pasará y estarás bien – sonríe tiernamente.
- ¿Qué? – pregunta sin entender el porqué de su comentario - ¡Ah! – dice al caer en la cuenta de lo que ocurría - Si claro…gracias – sonríe.
Anghela había estado completamente ensimismada en sus pensamientos e interrogantes, dudaba si decirle o no, lo que le pasaba cuando la tenía cerca, dudaba si buscar en ella alguna respuesta.
- Bien, ahora me voy – dice Yaneth dirigiéndose a la salida.
- Si… gracias nuevamente – le muestra los papeles que tenía en la mano.
- ¿Ya cenaste? - pregunta Laura quien había aparecido desde la cocina, dirigiéndose a la recién llegada.
- ¿Disculpe?
- ¿Si ya cenaste?, niña, - mira fijamente y sonriendo a Yaneth - es la primera vez que una amiga nos visita y al ver que Anghela no tienes buenos modales te invito a cenar, además nadie se toma la molestia en traer documentos si no fuera porque ese alguien le es importante. - dirigiendo estas últimas palabras a Anghela, mirándolas y sonriendo, Laura se imaginaba lo que estaba pasando con ese par puesto la atmosfera era previsible.
- No, no he cenado. – sonríe avergonzada.
- Bueno pues, - junta las dos manos - no se diga más, ya que Anghela – la señala con la mano - no se anima a decir algo, te invito a cenar – sonríe.
- Me temo que tendré que decir que no, - lo dice en un tono de vergüenza - gracias, no quiero molestar. Además, si vine, - mira a Anghela - es porque pensé que quizás necesitaría esos documentos para mañana y yo no estaré en la universidad para devolverlos – mira a ambas nerviosa y sin saber que más decir.
- ¡Oh, qué tontería la mía! – sonríe moviendo negativamente la cabeza - pensando que lo habías traído porque querías volver a ver a mi niña – abre las dos manos y vuelve a juntarlas.
- Si claro, que quería volver a verla… - responde inmediatamente - es decir… - hace una pausa al darse cuenta de su inmediata respuesta - tenía que hacerlo por, los motivos que ya les comenté – sonríe nerviosa.
Al escucharla, ver su reacción y el rostro sonrojado de Yaneth, a Laura no le quedó más dudas de lo que estaba pasando entre Anghela y su nueva amiga, y entender el comportamiento tan hostil de su niña como ella la llamaba.
Anghela se había quedado callada y observando la escena, estaba más confundida que antes, no entendía la actitud de Yaneth ni tampoco lo que ella sentía, así que se decidió a descubrir lo que le estaba ocurriendo.
- Quédate a cenar por favor – espeta Anghela con tono dulce y esbozando una sonrisa, dirigiéndose a su nueva amiga.
- ¿Qué? – pregunta mirándola confundida, pero al ver la sonrisa en su rostro no le quedó más que aceptar – claro, gracias.