Capítulo 16
El día de la invitación llegó, Ricardo tuvo la intención de ir buscar a Anghela a la cafetería, pero ella le dijo que lo alcanzaría en el lugar puesto se demoraría.
- Hola buenas noches – saluda llegando hacía la mesa donde estaba Ricardo.
- ¡Anghela! – se levanta de su asiento.
- Disculpa la demora – pone su cara de preocupación.
- No te preocupes, - la saluda con beso en la mejilla - se te ve muy guapa – la ayuda con la silla para que se siente.
- Gracias – se sienta y sonríe.
- Sabes que tienes una hermosa sonrisa – dice Ricardo mirándola fijamente.
- Gracias... – responde sonrojada.
- Créeme que no es un halago, es la verdad – busca su mirada, pero lo esquiva.
- Gracias… en serio – sigue sonrojada y sin darle la mirada - y por favor deja de sonrojarme.
- Ok lo haré… - deja de mirarla - por el momento…- vuelve a buscar su mirada.
- Muy buenas noches… señor, señorita soy Javier y los atenderé esta noche, ¿puedo traerle su pedido? – dice el mozo que se había acercado a su mesa.
- Me tomé la libertad de hacer un pedido especial… - interviene Ricardo mirando a Anghela - espero te agrade y no te disguste.
- No, claro que no, ¡sorpréndeme! – responde Anghela.
- Por favor Javier, puedes traernos el pedido. – dirigiéndose al mozo.
- Sí señor, de inmediato. – se retira - Señores la cena está servida, buen provecho…- dice el mozo minutos después.
- Gracias Javier… - responde Ricardo
Minutos después…
- Qué dices Anghela. ¿Te agrada la comida? – pregunta al ver que su acompañante prueba el primer bocado.
- Si esta delicioso… - responde limpiándose los labios - tienes buen gusto culinario.
- Como te comenté con anterioridad, mi amigo es el propietario de este lugar y también es el chef, así que le dije que se luciera porque quiero sorprender a una señorita muy difícil… - sonríe.
- ¡Con que muy difícil! ¿no? – levanta una ceja.
- Pues sí, - mueve positivamente la cabeza - me la has hecho muy difícil, si no fuera porque soy amigo de Julia, ni me hubieras aceptado la invitación o me equivoco – la mira fijamente.
- No te equivocas, - mueve negativamente la cabeza - gracias a los comentarios de Julia pude darme la oportunidad de cerciorarme que no eres un zafado. – se ríen.
- ¿¡En serio creíste que era un zafado? – sonríe avergonzado.
- Claro que lo creí, - responde con tono de obviedad – nunca olvidaré tu forma de abordarme, – sonríe – créeme que te molestaré siempre con ello. – él se tapa el rostro sonriendo.
- Eso quiere decir que no me libraré de mi torpeza- mueve negativamente la cabeza.
- No, claro que no. – se ríen – estuvo muy buena la cena – dice minutos más tarde al terminar la cena.
- ¿Solo la cena? – pregunta Ricardo ladeando la cabeza – y la… ¿compañía? – la mira fijamente.
- ¿La compañía? – hace un gesto como pensando- excepcional – sonríe.
- Anghela deseo que conozcas un lugar que va a ser muy importante para mí.
- ¿Un lugar importante?, y qué lugar es ese.
- Ya verás… ¿nos vamos? – ella siente la ayuda con la silla y salen del restaurante.
Saliendo del lugar caminaron unas cuantas cuadras, entran a un edificio, suben los elevadores y llegan a un espacio, Ricardo abre la puerta.
- ¡Vaya! Y qué lugar es este – mira a todos lados, solo había un sofá.
- Bueno… - camina por el lugar - aquí va ser mi consultorio, - sonríe - por fin después de mucho tiempo tendré algo propio, y quería compartirlo, contigo… - la mira fijamente.
- ¡wow! Eso es genial… - sonríe - ¡felicidades! – lo abraza.
- Gracias, - recibe alegremente el saludo - toma asiento… - dice separándose del abrazo y mostrándole el sofá - traeré algo para tomar – camina a donde había un frigobar.
- ¿Algo para tomar? - pregunta sorprendida y mirando a donde caminaba - acaso este lugar antes era tu departamento o algo así. – sonríe mofándose al ver el frigobar.
- Claro que ¡no!... – responde avergonzado - porque dices eso…
- Porque tenías todo preparado…- se sienta en el sofá - ¡vaya! ¿Eso es vino? - dice señalando, la botella que traía Ricardo en la mano
- Bueno ya te dije, quería que conocieras este lugar… - sirve el vino en unas copas y se sienta a su lado.
- Acaso ¿quieres emborracharme? – lo mira entrecerrando los ojos.
- ¡No!
- ¿Quieres seducirme? – vuelve a mirarlo entrecerrando los ojos.
- ¡No! Por Dios como puedes pensar eso de mí… nunca hubiera pensado hacer algo así, solo quería compartir este lugar contigo porque es especial… como tú. – sonríe preocupado.
- ¡Hey! Tranquilo, es una broma, no te lo tomes tan a pecho.
- ¿Era broma? – pregunta aliviado.
- Si – responde Anghela sonriendo.
- Pero dime… - se le acerca un poco - crees que… ¿funcionaría? - le guiña el ojo.
- ¡No! claro que no – responde sonriendo.
- Lo sé…lo sé, aunque podrías pensarlo… - la mira pícaramente.
- Definitivamente nunca funcionaria el seducirme… - se ríen - y ¿porque te animaste a estudiar medicina? – toma un trago.
- Creo que fue la única forma de sentir que ayudaba de alguna manera a mi padre… - repite la acción de Anghela.
- Tu padre... ¿está enfermo? – lo mira con preocupación.
- ¡No!... – sonríe tristemente - él murió hace mucho tiempo, cuando tenía 12 años…
- Lo siento… - toma su mano.
- Gracias… - dice sonriendo al ver la mano de Anghela con la suya, ella la suelta inmediatamente - pero no todo fue malo, cuando papá murió mi madre volvió a casarse y el marido que tuvo fue una muy buena persona, uno de los hombres que más he admirado a parte de mi padre. Alberto fue un ejemplo a seguir en todo sentido, fue él que me sugirió estudiar medicina como una forma de reconciliarme conmigo mismo… ya que me sentía devastado por no haber hecho algo para salvar a mi padre…
- Solo tenías 12 años no crees que fuiste muy duro contigo…
- En ese momento no lo veía de esa forma… así que Alberto fue la clave para salir de mi depresión y se convirtió en un gran amigo …y a raíz de ese matrimonio, nació mi hermana “nena”, quien es el vivo reflejo de su padre, tiene su coraje, sus enseñanzas y más que todo su corazón. – sonríe orgulloso.
- Se ve que son muy unidos…
- Tenemos una muy buena comunicación – dice moviendo positivamente la cabeza.
- ¿Y la relación con tu madre?
- Bueno, después de la muerte de Alberto, ella cambió, ya que, es un poco… - suspira - un poco difícil de sobrellevar, pero si le das por su lado es mucho más fácil…. – sonríe.
- Entiendo, ¿sabes? – él la mira – nunca me hubiera imaginado lo que me cuentas, acerca de lo que has pasado.
- Si, supuse que con la primera impresión que causé, podías haber pensado que estaba zafado.
- Si esa fue mi impresión – se ríen
- He hablado demasiado de mí, - se señala - ahora me toca saber… de dónde la idea de los cafés.
- Bueno… fue un negocio que empezamos papá y yo, - sonríe añorando - él adoraba tomar café mirado el malecón de Barranco, así que todos los días llevaba su termo con su café caliente y se sentaba allí, a tomarlo y lo hizo de esa forma por muchos años. Así que en un día cuando no la estaba pasando nada bien, me pidió que lo acompañe a un lugar especial dijo, así que decidí acompañarlo a esta aventura que tenía, puesto solo él y yo sabíamos qué hacía eso. Un día, vimos un local en venta y como papá estaba hablándome del café y sus derivados le propuse esta idea que él de inmediato avaló, y así surgieron los cafés “El secreto de mi Padre” y de ese modo fue creciendo nuestra complicidad… hasta que hace un año él murió… - Anghela derrama. Lagrimas.
- ¡Oh! Lamento su partida… no quise que te sintieras mal – le entrega un pañuelo.
- Que amable… gracias – dice recibiendo el pañuelo - que vergüenza no debí ponerme así, es que aún me es difícil superar su partida… - empieza a secarse sus lágrimas.
- No, - la mira tiernamente - yo lo siento no quise que lloraras, solo que no sabía la historia que había detrás de tus cafés.
- Creo que fue el vino… - se abanica.
- Estas sensible, ¿ahora sí puedo conquistarte…? – dice tocándose la barbilla
- No aun ¡no! – se ríen - gracias por hacerme reír…
- Sabes estimada amiga, el tiempo es el mejor remedio para aprender a sobrellevar el dolor que nos causa la pérdida de un ser querido y no lo digo por ciencia. - la abraza.
- Gracias por ser tan lindo…
- ¿Ahora si te puedo conquistar?
- ¡No! – se suelta del abrazo.
- Sí, si… Lo entendí. – levanta la mano como rendición.
- Bobo – dice sonriendo.
- La esperanza es lo último que se pierde…querida Amiga… lo último. – le guiña el ojo.