Yo También... La Amo.

Capítulo 19

Seis meses después…

 

Los meses trascurrieron sin molestia alguna, cada uno hacía su rutina diaria sin interrupciones, aunque en un principio los esposos temían que Priscila fuera la clásica suegra que interferiría en su matrimonio por lo narcisista que solía ser, pero para su sorpresa ella se había convertido en la suegra ideal, cruzando con ellos solo las palabras necesarias, siendo así la compañera ideal para el nuevo matrimonio.  

  • Buen día corazón, - saluda Anghela entrando a la habitación - listo para tomar desayuno – le da un beso casto.
  • Buen día amor, déjame y termino de cambiarme – responde atándose la corbata.
  • Ven y te ayudo ¿sí? – se acerca para ayudarlo a anudar la corbata.
  • Señora bella, dígame usted porque cuando despierto no la encuentro dormida junto a mí – la agarra por la cintura pegándola a su cuerpo.
  • Lo que pasa señor, - sonríe – es que tengo que levantarme a hacerle el desayuno a mi esposo bello – besa sus labios.
  • Me encanta que me digas así – sonríe y la vuelve a besar.
  • Muy bien mi esposo bello, ya está listo. ¿sabes que me he dado cuenta hoy? – lo mira entre cerrado los ojos
  • ¿Qué te has dado cuenta hoy? – la mira curioso.
  • Que estás más guapo que ayer, – le sonríe – y no solo guapo, si no que se te ve bien sexy – le guiña el ojo y le da un beso en la mejilla.
  • ¿En serio estoy más guapo y además sexy? – la mira sonriendo.
  • Si corazón, estás guapísimo – le hace un gesto pícaro.
  • No me hagas sonrojar – espeta tapándose la cara con las dos manos.
  • ¿Sonrojar? ¿en serio? – sonríe con curiosidad.
  • Sí, sonrojar, acaso pensabas que no podía sonrojarme.
  • La verdad no amor, - lo mira fijamente – pensé que nunca te sonrojabas – se ríen.
  • Para que veas que soy muy sensible.
  • Muy bien señor sensible, vayamos a desayunar.
  • Está bien… vamos – empieza a caminar a la puerta.
  • ¡Espera!  - lo detiene.
  • ¿Qué sucede? – ella lo besa apasionadamente.
  • Ahora si mi amor, vamos a desayunar – sonríe pícaramente.
  • Creo que tendrás que ayudarme nuevamente con el nudo de la corbata – dice empezando a desvestirse.
  • ¿solo la corbata? – responde Anghela quitándole la camisa y besándole el cuello.

Después de haber compartido un momento de intimidad, los esposos bajan a la cocina a servirse el desayuno con una sonrisa de oreja a oreja, lo cual daba a notar el buen rato que habían pasado.

  • Buenos días Ricardo – lo saludan.
  • Buenos días Matilde – responde sin dejar de sonreír.
  • Anghela, ¿le ayudo a servir el desayuno?
  • No se preocupe Matilde yo me encargo – responde mientras coloca en una charola lo que iban a comer.
  • Dame amor te ayudo a llevarlo al comedor –toma la charola.
  • Gracias mi amor, tan caballero como siempre.
  • Amor, sabes que quiere hablar con nosotros mi madre…- se sienta en la silla del comedor grande dejando la charola en la mesa.
  • No tengo ni la más mínima idea…  - contesta sentándose también – pero supongo es algo importante, – sirve el jugo a su esposo – ya ves que con las justas nos habla para decirnos un hola y un chao o hablar de trabajo en la cena.
  • Gracias, – dice recibiendo el jugo – si tienes razón, podría decirse que mi madre es la suegra ideal ¿verdad?
  • Sí, tienes razón es perfecta – se ríen, mientras se distribuyen lo que cada uno comerá y tomará.
  • Aunque debo confesar que al principio tuve mis dudas, pensé que estaría metiéndose con nosotros, ya sabes como es de especial mi madre, pero ya ves.
  • En cambio, yo estaba segura que iba a ser como es con nosotros, ya que Priscila es tan independiente y entregada a su trabajo, que estar en casa no es su prioridad como para ver defectos en nuestro matrimonio, lo cual hacen las clásicas suegras, es por eso que te dije que aceptáramos su oferta – toma su café.
  • Si recuerdo que algo así me dijiste para convencerme en aceptar la propuesta de mi madre, y que bueno que resultó como lo pensaste mi amor, porque si no hubiera sido de esa manera, no lo pensaba dos veces y nos mudábamos a mi apartamento mientras comprábamos nuestra casa.
  • O bien podíamos vivir en mi casa, que también nos quedaba cerca al trabajo.
  • Hablando de trabajo, entonces paso a buscarte a la cafetería, para regresar juntos – da un sorbo a su jugo.
  • No corazón, saldré a una reunión así que mejor voy a buscarte al consultorio – muerde su tostada.
  • Está bien… te espero… entonces déjame en el trabajo porque iré sin auto.
  • Ok, engreído. – sonríe.
  • ¿Engreído? ¡yo!
  • Sí, tú…
  • Bueno la culpa la tienes tú… - le da un beso casto.
  • Ya, ya vamos… que tus pacientes esperan por ti…doctor engreído… - dice levantándose de la mesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.