Yo También... La Amo.

Capítulo 22

  • Sí, claro… - responde Anghela confundida y vuelve a sentarse.
  • Y cuando… - se sienta en la silla que está frente a su escritorio - ¿te divorciaste? – pregunta sin anestesia.
  • ¿Divorciarme?... no…entiendo.
  • Sí, divorciarte… - responde Yaneth arqueando una ceja - antes de mi hermano ya estabas casada… ¿no? – sonríe ladeando la cabeza.
  • No sé… de que hablas…  - responde mirándola buscando respuestas en ella.

El sonido de una llamada entrante interrumpe la conversación, Anghela toma su móvil y ve de quien se trataba y responde.

  • Ricardo… hola…  - mira fijamente a Yaneth, habla nerviosamente, ella se levanta de su silla y le da la espalda
  • Hola Amor, - responde su esposo - te estamos esperando ¿a qué hora vendrás?
  • En este momento no puedo ir…
  • Pero ya habíamos quedado con Aníbal en organizar la fiesta de bienvenida para nena. Acaso ¿no lo recuerdas? 
  • Lo siento, lo había olvidado… - responde tocándose la frente.
  • ¿Entonces? ¿vendrás? O ¿no?, - vuelve a preguntar - tienes que venir ya que Aníbal no tendrá tiempo hasta el próximo mes y además tú estabas emocionada con esta fiesta. ¿sucede algo? – cambia su voz a preocupación.
  • No sucede nada, lo siento… ahora saldré hacia allá – cuelga la comunicación.
  • ¡Tenemos que hablar! – dice Yaneth volteándose para mirarla.
  • ¿Pensé que no me recordabas? – responde desafiante.
  • Por favor Anghela… tenemos que hablar – suspira
  • Lo sé, - responde mirando al piso – esta es la dirección de la casa de mis padres – escribe en un papel - nos reuniremos a las 6 pm. ¿está bien? – la mira fijamente.
  • Está bien, nos veremos…

Distraída con las palabras que había cruzado con Yaneth y con todas las preguntas que tenía que hacerle, no se decidia por nada con respecto a la organización de dicha reunión, ni fue la de siempre con su esposo, cosa que él notó, pero no le dijo nada por creer que estaba preocupada por el trabajo y sería mejor hablarlo en casa.

Después de aquella pequeña reunión y sin tener éxito, Anghela almorzó junto a su esposo y al termino de aquello cada uno volvió a su respectivo trabajo. Las horas pasaron y Anghela se dirigió a su casa a esperar a su invitada, media hora después sonó el timbre de la puerta.

  • Hola – saluda Yaneth en la puerta de la casa.
  • Hola… adelante- responde la anfitriona dándole espacio a que entre - te fue difícil llegar – le muestra el camino hacia la sala.
  • No. Para nada, todo lo contrario, es… como si conociera el camino – dice ocultando una sonrisa ladeada.
  • Qué bueno, no es tan fácil llegar…  - sonríe nerviosa - Siéntate por favor - señalándole el sofá - deseas… ¿un café?
  • Si, por favor.  – responde sentándose.
  • Lo traigo en seguida - se va a la cocina.

Mientras Anghela se iba a la cocina, Yaneth recordaba todas las palabras que le dijeron en esa casa: “En verdad, creíste, que mi hija estaba enamorada de ti… claro que ¡no!, ella  es ¡normal!”, “conquistaste a mi hija para convencerte de que estaba bien tu vida anormal”, “mi hija se casó con un hombre porque así debe de ser”, “tú y tu inaceptable vida váyanse de mi casa y de la vida de mi hija para siempre… ¡oíste!...para siempre”; Derramando algunas lágrimas, al percatarse de los pasó de Anghela guardó la compostura, secándose sus lágrimas.

 

  • Dos de azúcar ¿verdad? – pregunta Anghela mirándola nerviosa.
  • Me sorprende que aún lo recuerdes, - responde mirándola fijamente – gracias -agarra la taza que Anghela le alcanza.
  • ¿Y cómo has estado? – pregunta sentándose a su lado – por lo que me enteré dejaste la abogacía – lleva la taza a su boca.
  • Sí, lo dejé – responde sin dejar de mirarla fijamente.
  •  Sé por lo que me ha contado tu hermano que te está yendo bien – sonríe – y que viajas por todo el mundo, como siempre quisiste.
  • Sí, tienes razón es como siempre quise… – responde suspirando – la diferencia es que no tengo a mi lado a la persona con quien lo planee y esa eres…
  • No entendí la pregunta que me hiciste en la oficina... –interrumpe en el hablar a su invitada - como esta eso de que cuando me divorcié.
  • Esa… es una simple pregunta… - toma un trago de café.
  • Por favor explícate…
  • ¿¡Qué me…explique!? – deja su taza en la mesa del centro y se levanta del sofá dándole la espalda- ¿qué debo explicar? – voltea a verla -está bien, lo haré… cuando volviste con tus padres… un mes después vine a buscarte.
  • ¿¡Qué!? – Anghela abre sus ojos desmesuradamente.
  • Sí, vine a buscarte y tu madre me dijo que te habías casado, ¡obvio! … ¡Con un hombre!... – sonríe demostrando dolor - y que estabas en tu luna de miel.
  • ¿¡Mi madre hizo… eso?!  - pregunta consternada por lo que estaba escuchando.
  • Y bueno... le creí y me fui… y… ¿¡porque mentiría!? … ¿no? –derramando lagrimas que pronto seca – si todo coincidía perfectamente. Te habías arrepentido de haberte involucrado conmigo y no querías que me acercara a ti.
  • ¡No!... eso es mentira… dime que es mentira… - reclama Anghela llorando - tú… tú… estabas con Amanda y te escondías de mí…
  • ¿¡Qué!?, que tiene que ver Amanda ¿en todo esto?...
  • Regresé a Toronto por ti… - responde secándose las lágrimas - y Amanda me dijo que por qué había regresado, que tú y ella estaban bien si mí…. Te busqué por muchos días y no sabía de ti hasta que me convencí que Amanda me decía la verdad.
  • Tú… tú ¿volviste? – dice acercándose a ella llorando.
  • Sí, lo hice.




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