Le prometí a Buddy que lo llevaría a pasear en mi Ford Mustang clásico, fue un regalo de papá cuando logré ser admitido en la Universidad de Míchigan. El pretexto perfecto es visitar al tío Vernon, aunque sé que el viaje va a hacer un poco largo, pero mi intención es pasar un buen tiempo con Buddy, y creo que él lo sabe, por lo que comienza a lamerme la cara.
—Calma, amiguito, estoy conduciendo —le digo acariciándole la parte inferior del hocico.
Enciendo la radio y suena “In the end” de Linkin Park, mi preferida, menos la de Buddy, le da por aullar.
—Está bien, lo quitaré… A mi novia le gusta —le reclamo.
Observar a Buddy sacar la cabeza por la ventanilla, recibiendo bocanadas de aire significa una sola cosa: se está divirtiendo y eso me saca una sonrisa. Fueron casi tres años de ausencia, y quiero recompensárselo.
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Aún recuerdo cuando me encontré a Buddy, todavía estaba en la secundaria. Era el chico más popular de la escuela, popularidad que gané por ser el mariscal de campo. Pero no significaba que tenía que burlarme del más débil, de hecho, me mejor amigo era nerd y gracias a él entendí, que los perdedores… Perdón, las personas distintas, también podían respirar nuestro mismo aire.
Después de que ganáramos el campeonato estatal, Scarlett Thompson, la reina de la escuela entró al vestidor de hombres y caminó hacia mí, no había duda que era muy sexy. Aún estaba con toalla, y sus ojos comenzaron a detallarme sin disimular. Su rostro dibujaba una excitante sonrisa, y luego sus manos empezaron a acariciar mi abdomen, lógicamente dejé que lo hiciera.
—Eres lindo, ¿tienes novia? —me dijo
—No…
—Qué pasaría si esa toalla se cayera por accidente…
La miré a los ojos, y no dije nada; solo sonreí. No era tonto, sabía lo que ella quería. Pensé que se trataba de una sola noche, pues acostarme con Scarlett Thompson me hizo más popular, algunos se atrevían a decir que era un Dios, pero otra cosa era tener una relación seria con ella, eso ya era otro nivel.
Gracias a su conducta sexual compulsiva, encontré a Buddy. Lo que no sabían muchos, era que Scarlett Thompson era adicta al sexo, causándome un bajo rendimiento en el equipo, incluso, ya no era el capitán.
Escuchábamos 21 Guns de Green Day, y de repente, ella detuvo el auto en una calle desolada y comenzó a besarme el cuello. Después introdujo su lengua en mi oído, suena asqueroso, pero me gustaba. Me retiré la camisa, y sus labios besaron enloquecidamente mi clavícula.
—Apaga eso, odio esa canción —le dije.
—Está bien, pero quiero que hagamos tacones a las estrellas.
No sabía de lo que estaba hablando, solo me dejé llevar por el deseo. Sin embargo, alcancé a oír un ruido, y eso me desconcentró. Scarlett se había puesto encima de mí, así que la retiré, me puse la camisa y descendí del auto.
—¿Qué te pasa? ¿Qué haces?
—Espera, escuché algo. Quédate en el auto…
—¿Adónde vas?
—Solo quédate en el auto.
Fui el capitán del mejor equipo de la secundaria, y mi segunda casa era el gimnasio, por lo que no podía temerle a un desolado y oscuro callejón. El ruido se oía cada vez más cerca, y supe que el extraño chillido salía de un contenedor de basura. Entonces pensé que solo se trataba de una reunión de roedores, y me di la vuelta, no quería que Scarlett perdiera su apetito sexual y se arruinara la noche.
El chillido desesperante que aún llegaba a mis oídos, paso a ser unos leves ladridos y eso me detuvo. Caminé hacia el contenedor de basura y lo abrí…
—¡Oh, por Dios! ¿Quién te puso ahí amiguito?
Era un cachorro nadando entre los desechos. Parecía estar hambriento y deshidratado. Lo agarré entre mis manos y comencé acariciarlo, pensando quién podría haberlo abandonado de una manera tan inhumana.
—Hueles horrible amiguito, necesitas un buen baño.
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Golpeé la ventanilla del auto mientras Scarlett se ponía el vestido, creo que estaba de malhumor. Apenas abrió la ventanilla le asenté el hocico de mi nuevo amigo a su rostro, que de inmediato se echó para atrás, espantada.
—Este era el causante del ruido —le dije, viendo como su cara se arrugaba en cámara lenta.