Yo Te Cuido

CAPÍTULO 10

Me da la impresión de que el anciano prepara algo siniestro para Buddy, lo sé por la forma en cómo lo observa. Al parecer quiere que lo vea antes de asesinarme, es la mejor forma de torturarme por haber descubierto su macabro negocio.

—No hay tiempo que perder —me dice—, además, ya va a anochecer y en dos horas comienza mi programa favorito, hablado con Makai Martin. ¿Te lo has visto? 

—¿Qué pretendes con todo esto?

—Mira a tu alrededor…

—Eres un anciano estúpido. 

—Cuida tus palabras, muchacho. No te ensañaron a respetar a los mayores; pero está bien, lo haré más fácil, sin tantos rodeos.

El horror de su sonrisa es casi insoportable, no puedo comprender como una persona tan perturbada todavía está respirando.

—Supongo que ya viste aquel lago… 

—¿Qué hay con eso?

—Bueno, entonces te mostraré…

La suavidad de su voz, la calidez de sus ojos, pero de nuevo esa sonrisa… Algo trama y no sé qué es, aunque creo que en un momento lo sabré. 

—¡A CENAR, AMIGO! —grita—¡A CENAR, AMIGO!

De repente, el anciano nuevamente golpea a Buddy en las costillas, causando que Buddy comenzara gemir, sin parar.

— ¡Malnacido, no lo golpees!

—Tranquilo, solo es para llamar su atención.

Tengo la sensación de que algo horrible va a salir de ese lago, y de pronto, acude a mi mente una imagen no sé si terrible, pero me pone nervioso. Que no sea lo que estoy pensando.

—¡TE PRESENTO A TSUBASA!

Veo que algo va saliendo de las profundidades del lago, asomando sus descomunales y penetrantes ojos. El pánico se apodera de mí y vuelvo a sentir una punzada en el estómago.

—Es un cocodrilo americano, muy apetecido por los cazadores, gracias a su cuero. Sabías que estos animales están en peligro extinción, por eso lo conservo, por lo que creo que es una buena noticia para la fauna.

Simplemente, me he quedado pasmado.

—Hace cinco días que no come, no le caería nada mal un estofado a la Buddy.

—No puedes hacer eso…

—Ahora ya sabes para que quiero a los perros.

 

**

Pienso en el hecho de que por mi culpa Buddy está a punto de ser devorado por un cocodrilo, pues debí de echarle suficiente gasolina al auto.

—Si ves esta pequeña balsa, aquí instalaré a tu perro y luego haré que navegue lentamente por el lago, hasta que de pronto ¡ZAS! Tsubasa voltee la balsa y se coma a tu perro. Fin.

No levanto la mirada al oírlo. Permanezco rígido y con las manos cerradas. exhalo entonces un sonoro suspiro.

—Lamento decirte, que Tsubasa no comerá hoy…

—¿De qué estás hablando?

El anciano sonríe, pero ahora lo hace sin convicción, pues una expresión de duda se asoma fugazmente en su rostro. Yo lo miro a los ojos y grito:

— ¡MURCIÉLAGO! ¡MURCIÉLAGO!

Sin previo aviso, Buddy brinca con violencia, tumbado a la mujer hacia adelante. El ruido que hace al caer desconcentra al anciano por unos segundos, segundos que aprovecho y le doy una patada en la base de la columna vertebral que lo tira al suelo, causando que el arma salga despedida. Desafortunadamente, la mujer atrapa de nuevo a Buddy, pero yo me ubico encima del asesino, propinándole golpes en la cara.

—¡Toma el arma! —grita el anciano con sangre entre sus dientes—¡Y suelta a ese maldito perro!

Adopto una expresión de preocupación al ver a la mujer acercarse para agarrar el arma, por lo que no puedo permitirlo, pues si lo hace todo terminará. Trato de tomar el arma primero, pero el anciano agarra mi cuello con sus manos, y mientras sus uñas se clavan en mi garganta, me dice:

—No podrás escaparte, vas a morir de la peor manera…

Siento que me está faltando el aire, sin embargo, intento estirar el brazo para agarrar el arma, pues el anciano ya no aprieta con tanta intensidad. Entonces me suelto y mi frente se colisiona con su rostro, tan fuerte que de su boca se desprende un estremecedor grito. Para mi mala suerte, la desquiciada mujer recoge el arma del suelo antes de que yo pueda ponerme en pie y recobrar el aliento.

—¡Dispárale, maltita sea, dispárale! —grita el anciano con desesperación.  

Para mi buena suerte, al parecer el fusil se le atora y no pudo dispararme, aunque lo intenta varias veces.

—Aprieta el gatillo, vieja inservible, ¿Qué estás haciendo?

—No puedo, no sé qué pasa, no quiere disparar…

Sin dudar mucho, me acerco y ella me sonríe tímidamente. Le arrebato el arma y golpeo su rostro con la cacha del fusil causado que su nariz sangre sin parar.

—Se te olvido quitarle el seguro —le digo, y le doy otro golpe, pero esta vez en el estómago.

Mientras la mujer se retuerce en el suelo, apunto hacia el anciano que ya se ha puesto en pie. Noto que tiene un cuchillo en la mano derecha, y aún tiene una mirada amenazadora. No deja de escupir sangre.



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En el texto hay: drama y misterio, perros, drama amor

Editado: 09.05.2020

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