Yo te Cuido

Capítulo 1

Estaba segura de que si saltaba y yo había podido hacer algo para evitarlo, quedaría en mi conciencia de por vida. Mientras pudiera salvar una vida, intentaría lo que estuviera a mi alcance.

En un acto impulsivo y con una valentía que no sé dé donde vino, decidí decir lo primero que se me vino a la mente.

—Hola —murmuré no muy alto para intentar no asustarlo, cosa que no funcionó.

Rápidamente, posó su mirada en mi dirección.

No pude evitar detallar sus rasgos: su cabello azabache era tan oscuro como la noche, con la piel ligeramente bronceada y ojos claros de un color que no lograba distinguir bien. Era alto e iba vestido con ropa casual que le quedaba bastante bien.

Cuando mi mirada volvió a su rostro, noté que él también me recorría con la mirada.

Después de lo que pareció una eternidad, él respondió.

—¿Cómo entraste aquí? —inquirió con un tono de voz profundo y con el ceño fruncido. Su expresión mostraba lo confundido que se encontraba al verme en este lugar, supongo que no pensaba que alguien más estaría aquí.

—Tengo una llave — simplifiqué y me encogí de hombros.

Él dejó de mirarme para concentrarse en el horizonte.

—Tienes que irte —murmuró con voz apagada.

Mi ceño se frunció. No iba a dejarlo e irme, no sabiendo que en cualquier momento podría dar el paso que le faltaba para saltar y acabarlo todo.

—Eso ni creerlo, no voy a dejarte solo y mucho menos si estás a punto de saltar de ahí. —Señalé la cornisa, intentando no entrar en pánico.

—No voy a saltar —refutó, para luego mirar al frente, hacia los edificios.

—Pero lo pensaste, así que no me iré de aquí hasta que estés seguro y lejos del borde  —murmuré con convicción. Sinceramente, era un milagro que la voz no me temblara.

Él volvió a mirarme con una sonrisa de medio lado que me dio curiosidad y casi en un movimiento imperceptible, comencé a avanzar en su dirección.

—¿Has sufrido alguna ruptura romántica? —inquirió, el desconocido, rompiendo el silencio que se había formado. Ya su boca no tenía esa pequeña sonrisa de segundo anterior, ahora solo era una línea fina.

Su pregunta me dejó desconcertada, sin embargo, respondí a su duda.

—De hecho... ahora mismo estoy superando una —hablé serenamente fingiendo una calma que no tenía, ya que por dentro era un manojo de nervios.

No era buena a la hora de actuar en este tipo de situaciones, sobre todo porque nunca antes me había enfrentado a algo parecido. Solo intentaba que él no notará lo asustada que estaba.

El chico volvió a hablar después de unos breves segundos.

—¿Y cómo lo has llevado hasta ahora?. —Me miró sobre su hombro, gesto que entendí como una señal de que estaba interesado en la respuesta que pudiera darle.

—No tan bien como quisiera, estuve aislada los primeros días. Justo hoy decidí salir y pensar un poco. ¿Y a ti?, ¿cómo te ha ido con eso? —luego de articular esa oración, me abofeteé mentalmente. Él estaba al borde del precipicio y a mí se me ocurría preguntar semejante estupidez.

Ahora únicamente quedaba rogar mentalmente para que no se sintiera peor con mis palabras y decidiera que la única solución sería saltar.

—Nada bien. También estoy estancado —respondió con voz apagada. Para este punto, me encontraba justo a su lado, sin subir a la cornisa.

—Sabes, todos tenemos nuestra forma de lidiar con las cosas. Puede que para mí sea mucho más fácil superar alguna situación de lo que sería para ti y viceversa, pero al final de día, lo que importa es que hagamos el intento —respondí de manera sincera, pensando en el consejo que me hubiera gustado haber recibido.

—No es sencillo —susurró tan bajo que casi lo confundí con el viento.

Yo solté un sonoro suspiro.

—Nunca dije que lo fuera, pero el primer paso que puedes dar es bajando de allí. —Señalé el lugar donde se encontraba de pie.

Él meditó en mis palabras, alternando la vista entre el vacío y en mí más de una vez, cosa que me puso muy tensa y nerviosa. Hasta que, de un salto, ya se encontraba justo al frente de mí, a salvo lejos del peligro.

Y solo hasta entonces, pude soltar el aire que no sabía que retenía.

—Buena decisión. —Sonreí.

Él correspondió a mi gesto.

—Y todo gracias a ti y a tus razonamientos —susurró nuevamente, haciendo que la piel se me erizara—. A propósito, soy Arthur, Arthur Williams. —Estiró su mano hacía mi en forma de presentación.

Arthur...

—Un gusto Arthur Williams, mi nombre es Brisa Holmes. —Me presenté mientras estrechaba su mano. Seguido de eso, se apartó para luego apoyarse en la cornisa en la que había estado de pie hace tan solo unos segundo. Yo copié su acción, posicionándome a su lado.

La vista de la ciudad era maravillosa, podía observar los otros edificios y con algo de esfuerzo, las personas en la calle. Además, el que el bullicio de la ciudad y el tráfico eran casi imperceptibles desde donde nos encontrábamos.

Simplemente perfecto.

—No imaginé que alguien además de mí visitaría este lugar y... no te había visto por el edificio, dime Brisa, ¿cómo encontraste esta terraza? —preguntó él con curiosidad.

Yo solté otro suspiro antes de contestar a su pregunta.

—Visitaba muy seguido a alguien que vivía en este edificio, una amiga. Estaba muy acostumbrada a subir y conversar con ella. Y no perdí la costumbre de venir aquí —relaté de forma breve, ahora lo que menos deseaba era entrar en detalles innecesarios.

—No pude evitar notar que hablas de esa persona en tiempo pasado —murmuró con voz suave.

—Se mudó a una cuadras de aquí y pienso que esta vista es demasiado bonita para perdérsela. —Repase brevemente el paisaje—. ¿Y tú?, ¿cómo fue que descubriste este sitio? —inquirí, curiosa por su respuesta.

—Vivo aquí.

—No te había visto antes —comenté con el ceño fruncido. En todas mis visitas, no recordaba haberlo visto en el edificio.

—Me mudé ayer.




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