Min Yoongi
Los exámenes parciales en el conservatorio se acercan y apenas puedo concentrarme con tantas cosas dándome vueltas en la cabeza. La charla que tuve con Halee ayer estuvo mejor de lo que creí.
Sí, se mostró algo gélida conmigo pero al final dijo muchas cosas que aclararon algunas de las tantas dudas que tengo sobre su huida, y todavía tengo más.
Un ligero golpe me da en la nuca, interrumpiendo mi poca concentración en la clase, y cuando me volteo el chico de atrás señala la puerta. Vuelvo a girar mi cuello, y lo que veo esta vez me provocó de pronto un desagradable sabor de boca.
Sunmi, la chica con la que terminé por mensaje, está pegada al marco de la puerta, y, a pesar de haberle cortado por un texto, su rostro muestra una sonrisa, lo cual es perturbador.
Cierro la tapa de mi cuaderno con hastío, me levanto de mi puesto y, como si fuera el hombre invisible, paso entre los asiento de los demás para llegar hasta a ella.
—¿Qué haces aquí y qué quieres? –intento sonar sereno pero creo que soné más rudo de lo pensado.
—¡Salgamos!
Elevo una de mis cejas ante su respuesta. Señalo al interior del salón en donde los demás me miran con curiosidad y el maestro daba clase como si todo el mundo prestara atención.
—Obvio, más tarde –vuelve a decir–. Pero salgamos, ¿sí?
—¿Recibiste mi mensaje?
—Sí, y quiero pensar que estabas ebrio cuando lo escribiste. –dice conservando su sonrisa tóxica.
—No tengo tiempo, Sun.
—Estás a punto de graduarte. No tienes nada que estudiar, solo vamos.
—Mira, yo realmente... –mi celular vibra en mis pantalones y reviso el mensaje mientras pienso qué decirle a Sunmi. Es Jungkook.
JUNGKOOK: Iré a entrenar con Daka. ¿Quieres venir?
En seguida le respondí con una afirmación y muchos signos de exclamación, después pensé que sonaría como si fuera obvio mi encaprichamiento por ella, entonces escribí un simple "está bien".
—Ya tengo compromiso. –digo mirando hacia la chica de gesto exigente.
—Por favor, Yoongi. ¡No mientas! –chilla comenzando un berrinche.
—Adiós, Sun. No vuelvas. –doy media vuelta para recoger mis cosas.
Los otros observan cada uno de mis movimientos y el maestro aun no nota mi intromisión. Miro mi celular y son las 3:17pm, en ese instante llega otro mensaje.
JUNGKOOK: Paso por ti en veinte.
Esperé en la entrada del conservatorio un buen rato, sintiendo mis manos sudar de los nervios, y pocos minutos después aparece la destartalada camioneta de Kook corriendo como en una persecución, frena de golpe delante de mí y baja la ventanilla con elegancia.
—¿Qué me cuentas, Suga? –bromea usando el estúpido sobrenombre.
—¿Qué me dices tú, Kookie? Te desapareciste toda la puta mañana. –cerré la puerta después de subir al copiloto.
—Tuve una estresante día, hombre –murmura después de un suspiro cansino–. Hice, muchas llamadas, corrí de un lado al otro como un lunático e hice un montón de investigaciones.
Asentí lentamente a todo lo que decía, sin prestarle verdadera atención a su diatriba de desgracias. Si se hubiera quedado en “tuve una estresante mañana” el viaje estaría siendo tranquilo.
—Por la mañana me llamó Daka –rápidamente me volví hacia él–. Estaba histérica, rabiosa, más agresiva de lo normal. Irreconocible –incliné mi cabeza confuso–. Pidió con urgencia que no se realizara ninguna pelea.
—¿Por qué? –cuestioné intentando escucharme casual–. ¿Le ocurrió algo?
Él me echó una rápida mirada un poco dudosa y volvió a concentrarse en la carretera.
—Asuntos personales.
Fruncí el rostro inconforme. Pura mierda. Yo soy quien más derecho tiene de saber qué asuntos personales son esos. Yo sé cuándo le viene la regla, soy el que conoce cada una de sus muecas, el que sabe cuántas veces sonríe en el día… O sabía.
—La vi esta mañana en Lino´s –digo guardándome lo que realmente quiero decir–. Hablamos de un par de cosas pero no me mencionó nada en particular.
—Y ¿debió de comentártelo? –Inquiere con sarcasmo–. ¿Por qué debería…? un momento –me lanzó otra mirada pero de rata traumatizada y comenzó un puto interrogatorio–. ¿Hablaron? ¿Daka conversó contigo? ¿De qué?
—Asuntos personales. –repliqué con una mirada asesina, a lo que él respondió con una de desagrado.
—No me vengas con mamadas. ¿De qué hablarían dos personas que se conocieron hace casi una semana y solo intercambiaron saludos?
Permanecí en un duro silencio, fingiendo sequedad en mi gesto. En realidad me debatía en si decirlo o callarme y hacerme el idiota todo el viaje.
—Suéltalo, carajo.
—Tuvimos una relación hace seis años.
—¡¡Que qué!! –exclamó unas octavas más arriba de lo posible.
Por poco y nos mata pegando un frenazo de sopetón. Le insulté espetándole que manejaba como drogata, y que para el próximo despiste le tiraría por la ventana y me iría a dormir.