Min Yoongi.
Jamás pensé que me iba a doler…
¿Por qué? Nunca tuvimos una buena comunicación, no me apoyaba en lo que quería hacer, su severo carácter me hacía pensar que me odiaba... Es increíble. Increíble porque mi padre, uno de los hombres más fuertes y duros que he conocido, murió esta mañana por un ataque al corazón.
No entiendo, simplemente no entiendo... ¿Cómo estará mi madre? Sólo me avisó por un mensaje de texto. No la llamé para saber de su estado, ahora mismo debe estar sufriendo sola mientras yo estoy en mi maldito cuarto, fumando, sin moverme y buscar manera de llamar a mi madre para consolarla. Pero es que me da miedo. Tengo miedo de desmoronarme yo y dejar que sea mi madre la que me consuele.
Pensándolo unas cuarenta veces más, tiré el cigarro sin terminar por la ventana y cojo mi celular marcando el número de mi mamá. Di un gran suspiro aguantando lo que sea que quiera salir de mí.
—Hola, tesoro. –contesta al tercer tono.
Hace mucho que no hablo con mi mamá, escuchar su voz quebrantada me destrozo internamente.
—Hola, ma –intenté sonar serio–. ¿Cómo te encuentras?
—Bueno... Aún me duele, cariño. Mucho –habla tranquilamente, pero sé que está haciéndose la fuerte–. Fueron 30 años conmigo, Yoongi. Aún no puedo creer lo rápido que fue todo.
—Lo sé... –susurro, reteniendo muchas cosas–. También estoy impactado... Madre, ¿qué ocultaba mi padre sobre su salud?
—Nada, cariño. Nada –suena frágil–. Tu padre sólo te extrañaba, supongo.
Sentí un bajón de culpa aterrador, como si me hubiera caído encima un auto demoledor.
—No llamabas, si lo hacías no hablaban y sabes cómo era él de duro que no se atrevía a decirte lo mucho que te quería. Por muy duro que haya sido, te quería a su manera, cielo.
No sollozaba. No me atrevía. Pero sí se me escapaban lágrimas pesadas, y crujía mis dientes contrayendo rabia. Ahora aquellas palabras que muchas personas se hacían cuando perdían a un ser amado y que yo pensaba que eran estupideces, me cruzaban por la cabeza. “Debí haberlo llamado cuando hablaba con mamá” “debí haberle dicho que lo quería de vez en cuando” ¿Por qué no me esperó?
—Te llamo cuando estés más tranquila. Te quiero, ma. Mucho. –colgué con un bufido.
Mi mente quedó paralizada. No lo creo, no creo que esté muerto. ¡Maldición! Froté mi rostro con mis manos hasta pasar por mi cabello, tiré mi espalda en la cama viendo al techo.
Soy un pésimo hijo. No le hablé a mi padre antes de morir, dejé a mi madre sola y yo vivo la vida de un vago. ¿Qué otra mierda puede pasarme?
El puto celular suena entonces, sobresaltándome. Contesto sin mirar la pantalla.
—¿Qué? –escupo, cansado–. No quiero hablar con nadie ahora.
—Okey... Lo siento. No quise interrumpir ¡lo que sea que estés haciendo! –me chilla ofendida una voz reconocible.
—¡Halee! –Me levanté de la cama como resorte–. Perdona, no sabía que eras tú. De verdad, perdón.
—Estuve a punto de salir de casa para ir a partirte la cara por gritarme así. –finge indignación por unos segundos, aligerando la presión dolorosa en mi pecho. Inhalé y exhalé muy tranquilo.
—Lo siento. –dije para reírme de mi mismo.
—Qué marica eres, Yoongi –bufó una risa divertida–. Bueno, a lo que te llamo. Necesito un favor.
Parpadee tres veces al oír eso. ¿Favor? ¿Yo?
—¿De que se trata?
—Pelearé hoy –suena fastidiada–. No podré estar con Niki y se me ocurre que tal vez quisieras hacerme el favor de cuidarlo. –suelta avergonzada.
—¿Cuidarlo? ¿No tiene niñera?
—¿Perdón? –suelta desconcertada y siento que metí la pata–. ¿Cómo sabes que tiene niñera?
Me silencié unos segundos, bastante largos, pensando en algo inteligente. Pero fue tarde, se echó a reír y continuó hablando.
—Como sea. Sucede que hoy estaría con él todo el día, pero no. Y como tú le agradas, ¿por qué no?
—Oh, entiendo –abrí los ojos demás, perdido en sus palabras–. ¿Me confiarás a tu hijo? ¿A mí?
—Oh, vamos, Yoongi. Te conozco y confío en ti.
Miles de emociones explotaron en mi pecho, sintiéndolos como fuegos artificiales. Sonreí como idiota.
—De acuerdo.
—¿De verdad? Gracias, Yoon. Te pagaré por esto.
—No es necesario, tranquila. Lo haré como un favor para alguien especial.
—Claro –susurra antes de carraspear su garganta–. Gracias. Adiós.
Lancé el teléfono como un puto buqué de novia y me tiré nuevamente sobre el colchón muy feliz. Esta es mi maldita oportunidad. Debo aprovecharla como sea
***
Cuidar a un niño. ¿Cómo carajos cuidaré a un niño si ni siquiera me sé cuidar yo? Debí pensarlo antes de decirle que sí. Pero vamos, se trata de Halee y es mi puta debilidad.
Con mi mano levemente tocando el timbre de su casa, dudo si tocar o no. Resoplo una, otra y otra vez. Tomo una bocanada de aire y lo oprimo de una maldita vez. Oigo pasos fuertes y secos del otro lado, y la puerta se abre.