Yo Te Esperaré - (min Yoongi)

Capítulo 12

Min Yoongi.

 Hace tiempo que no me sentía tan cómodo, comía bien o hablaba de mis problemas a fondo con mi mamá cerca. Ha estado aquí días y no me molesta. Cobró su parte del testamento de mi padre, me depositó a mi cuenta la mía y se quedó unos días más para pasarlos conmigo.

 —¿Qué harás con el dinero, tesoro? –me habla desde la cocina.

 —No lo sé, tal vez me mude a un mejor lugar. –me encojo de hombros, mirando alrededor. A mi intento de hogar.

 —¿Comprarás una casa? –me mira entusiasmada.

 Respondo frunciendo mis labios como un “tal vez”.

 —Pensaba en dejarte la casa de tu padre. ¿Recuerdas?

 —¿En la que vivimos los tres aquí en Seul?

 —Sí, pensaba en dártela cuando te cases.

 Hago una mueca de horror. Mi mamá hablando de matrimonio, sobre todo conmigo, es alarmante.

 —Gracias, pero si la tengo para mí solo está bien.

 —No, Yoongi. La casa necesita de una mujer que la mantenga bonita y tú una mujer que te haga feliz. –me apunta con una cuchara de madera.

 —Mamá, soy feliz –le sonrío ampliamente, mostrando lo obvio–. No necesito una esposa.

 Rueda los ojos al cielo y suspira resignada. Yo río victorioso.

 —Hablando de eso... ¿Qué tal va lo de Halee? –dejé de masticar mi comida y desaparecía mi sonrisa. Pensé un momento mi respuesta.

 —No lo sé. –respondí regresando a mí.

 —¿Están saliendo? ¿Hiciste lo que te dije? ¿Cómo reaccionó? –me invade de preguntas emocionada y yo no puedo con ninguna de ellas. Me lastiman. Niego con mi cabeza, mi vista fija al plato.

 —No, mamá... Ella lo dejó muy claro. –traté de sonar serio, pero por dentro temblaba de la impotencia.

 —¿Qué pasó? –acaricia mi espalda.

 Más bien, ¿qué no pasó?

 

 Mi madre tiene razón. He hablado con Halee por días, le doy clases de piano a Niki, la acompaño, junto con Kook, a las peleas; y siento que estoy más cerca de ella.

 Salí del conservatorio, ya era de tarde y el cielo se veía naranja. Camino con dirección a mi casa para cenar con mi madre, giro una esquina y mi hombro choca con otro.

 —Demo... ¡Halee! –Corregí antes de soltar alguna grosería– ¿Estás bien?

 —Sí, perdón por eso. –acomoda sus gafas.

 A éstas horas se le ven muy lindas. Sin decir algo mete sus manos en los bolsillos de la sudadera y hace para irse. Me extrañó su actitud, así que me regreso y camino a su lado.

 —Iré tarde hoy a tu casa para la lección de Niki. Mi madre...

 —No, Yoongi, ya no vayas a mi casa más. –se detiene en seco y la miro serio. Su semblante era duro, algo demacrado ¿Qué le pasa?

 —¿A qué te refieres? Sabes que no es problema, yo quiero ayudar a...

 —No, Yoongi, solo quiero que dejemos de vernos. –me interrumpe con su vista al suelo. Sus mejillas estaban rojas y respiraba fuerte.

 —¿Sucede algo? –digo con la voz echa un hilo.

 No sabía que decir. Estaba pasmado por su actitud. Al fin lo había logrado y ahora ella solo...

 —No es nada, sólo que no quiero que te acerques más a mí. –suelta tan seca y cortante que duele.

 No sabía lo doloroso que era responder de esa forma a alguien. Ahora lo veo y lo siento mucho.

 —¿Acaso te hicieron algo? –me acerco a ella para buscar su mirada, la cual no se encontraba con la mía–. Ha, quiero ayudarte, ¿quién te hizo algo como para que dejes que nuestra amistad se vaya a la mierda? –mi voz se hizo ronca.

 —Nadie –suspira, acomodando sus gafas por el puente de su nariz roja–. Yo... Yo no quiero volver a verte. Me haces daño, tu...

 —¿¡De qué forma...!? –me alteré, pero lo corregí respirando–. ¿De qué forma te he hecho daño?

 —Estando cerca de mí –su voz también se quiebra, pero no se deja ver–. Olvida todo, Yoongi, olvídate de mí. –dice eso y hace ademán de irse.

 —Halee... –la detengo tomando de su brazo, lo cual responde con una bofetada.

 Me paralizo por unos segundos, y volteo a ver su rostro. Estaba muy rojo y húmedo, con un semblante de rabia.

 —¡¡Olvídate de mí, Yoongi!! ¡¡Déjame sola!! –solo dos lágrimas logré ver de su rostro antes de que se fuera por su dirección.

 Fue lo más extraño que pude haber experimentado.

 

 —Hace dos días que no la veo –digo por lo bajo–. Obedecí a lo que me dijo. La olvidé... Hasta que la nombraste.

 —Y ¿ni siquiera te dio una explicación lógica? ¿O algo? –pregunta alterada. Niego nuevamente–. ¡Esa niña! ¿Estás bien?

 —Sí, mamá. No te preocupes. –le sonrío como le suelo sonreír a ella.




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