Kang Halee
Quedé sin aire. Aún sigo corriendo sin rumbo alguno, mi corazón late a mil pulsaciones por minutos, y estoy tan loca que exagero con todo. ¡¡Maldita sea, mátenme!!
Me detengo a tomar aire, y me inclino apoyando mis manos de las rodillas, respiro hondo con mucha ansiedad. Necesito agua. Miro a mí alrededor y estoy en una carretera desierta. Salí del hospital, crucé por un bosque o algo así y llegué hasta esta carretera. No sé dónde podría estar Jimin, y no conozco Busan, pero yo sé y estoy segura de que él sabe dónde estoy.
Mi celular vibra en mi pantalón, tiene horas sonando una y otra vez. Me desesperé y lo tomé, iba a apagarlo, pero veo que la llamada dice "Jefe". Le atiné. Sabe dónde estoy.
—Te estoy viendo, Daka –canturrea una vez contesto–. Aunque me gusta verte sufrir no puedo dejar que lo hagas. Mi presa eres tú, cariño.
—¿Dónde estás? –expulsé sin más. Esperó unos segundos que me parecieron eternos para contestar.
—¿Vendrás a mí? ¿Seguirás trabajando para mí, Daka? –tragué pesado. No tengo opción.
—Sí. Sólo... Suelta al niño. –digo sin aliento, este suelta una carcajada.
—Lo soltaré cuando tus palabras se cumplan, nena.
—¿Dónde estás? –volví a preguntar apretando los dientes.
—En un laberinto. ¿Quieres venir? Es lo único que te diré. –cuelga.
¡Maldita sea! Laberinto, laberinto, laberinto... ¿Laberinto? He oído a Ji Eun hablar de un edificio, el cual tiene más de treinta oficinas y éstas conectan de modo que parecen... ¡Un laberinto! Mierda, ¿dónde queda ese edificio?
Volví a mover mis pies, esta vez con más rapidez. Pensaré en algo mientras corro. Llego a una autopista más poblada, en la que pasaban autos. Intento parar uno, pero ninguno atiende a mis señales. Hago el intento con varios y al fin me responde uno.
—Señor, disculpe, ¿podría decirme en donde se encuentra el edificio... que parece un laberinto?
—¿El edificio Xan de comercios? Claro, querida –asiente efusivo–. Está a unos dos quilómetro. Muy cerca.
—¿Podría llevarme?
—Claro, sube –abro la puerta y le agradezco–. ¿Está bien?
—Lo siento, estoy un poco estérica –suspiro para calmarme un poco–. Ando perdida y ese es mi punto.
—Ese es un edificio abandonado –comenta confuso–. No ha habido nadie allí hace más de tres años.
—Sí, lo sé –asiento–. Solo se me quedó algo allá.
—Bueno, le ayudaré a llegar. Calma.
—De verdad gracias. –abaniqué mi rostro con mis manos, relajándome un poco. Ya estoy camino al dichoso edificio, ahora ¿cuál es el puto plan?
Min Yoongi
—Amigo, cálmate.
—¿¡Por qué mierda todos dicen eso!? –grito harto de oír aquello–. ¿¡Saben a donde pudo haber ido!? Entonces ¿¡cómo quieres que me calme!? –golpeé la maldita pared.
Pensar que Halee se fue sin saber dónde demonios se llevaron al niño y que Jimin pueda recuperarla... Eso me descontrola.
—¡Ya tienen las cintas! –avisa Hoseok desde el marco de la puerta. Salimos de la habitación hasta un cuarto de seguridad, estaban el doctor Kim y un guardia.
—Miren esto. –nos muestra un vídeo del estacionamiento.
Eran la una de la madrugada, y se observa perfectamente cuando corre muy veloz hasta unos árboles.
—Mierda. Es ella, Kook. ¡Es ella! –exclamo sin poder creerlo, sintiendo como la desesperación me envuelve rápidamente.
—Está bien, no nos alarmemos –comienza a decir él–. Halee no sabe a dónde pudo haber ido Jimin, así que, conociéndola, solo correrá sin rumbo. Vayamos en esa dirección y de seguro la encontraremos.
—¿Qué pasa si no la hayamos? –inquiero nervioso y él se encoge de hombros.
—Lo que menos necesitamos es ser pesimistas, amigo.
—De acuerdo, entonces qué esperamos, ¡vamos! –me adelanto en busca del auto.
No perderé tiempo hablando estupideces, voy a recuperar Halee y a Niki. Y si es me lo ponen al frente mataré a Jimin con mis propias manos.
Subí a mi auto, y más adelante se sube Jungkook.
—Bien, vamos a esos árboles, no importa lo loco que se… –no lo dejé hablar y arranqué en dirección a eso árboles. Solo espero encontrarla antes que Jimin.
Kang Halee
—Aquí es, linda –dice el señor de la camioneta–. Edificio de comercios Xan. –se detiene en un viejo y tenebroso edificio.-no sé qué podría hacer alguien aquí, pero bueno.
—Gracias, señor. –bajo del auto y me quedo allí, esperando a que desaparezca para poder moverme.
En cuanto dejé de oír el motor me dispuse a caminar en dirección a la entrada. La puerta está toda rota y sucia. ¿Por qué los malos buscan un lugar viejo y mal tratado para sus planes? ¿No puede ser en un sitio con gente, más aseado y acogedor?
Me adentro a una especie de recepción. No puedo ver nada, pero creo que es una recepción. En un abrir y cerrar de ojos las luces se encienden, haciéndome sobresaltar.