Yo Te Esperaré - (min Yoongi)

Capítulo 24

 El gesto me pareció lo más descarado e hipócrita de la vida. Algo ácido estuvo a punto de hacer erupción en mi estómago. Lo reconocí como la más pura rabia, consumiéndome desde ese punto y subiendo hasta mis mejillas.

 Quería golpearlo.

 Se separa de mí para mirarme a los ojos y tocar mis mejillas, su sonrisa no se borra en ningún momento, arrugando aún más sus facciones.

 —No puedo creer esto. –susurra para sí, sin apartar su mirada de la mía, la cual estaba inexpresiva–. Siéntate, cariño. Tenemos muchas cosas que hablar.

 —No tienes idea. –respondí entre dientes.

 No estaba de humor para ponerme melancólica y llorarle a este tipo por haberme dejado. Admito que al principio me ilusionaba poder ver al fin a mi padre, pero después de la muerte de Niki, y pensar en lo que he vivido por él, me sentí horrible.

 —Señor Kang, estamos muy agradecidos por darnos algo de su tiempo. –Kookie corta la tensión que al parecer yo estaba creando.

 —No hay de qué. Cuando me enteré de esto en serio quería ver a mi hija.

 No pude soportar más su maldita hipocresía.

 —¿Nos dejarían solos? –pedí a los demás para que se fueran.

 —Claro. –dice Kookie y se va junto a Yoongi

 Por un segundo espero a que no se oigan los pasos de los chicos, mirando fijamente a la mesa de madera. Una vez dejé de oír sus pasos suspirém, relajando mis impulsos y le miré directo.

 —Quiero ir al grano del asunto –digo–. ¿Por qué nos abandonaste? Tuviste que tener una buena razón. Porque no pudiste haberte ido a la mierda y volver diciendo que estás feliz de verme. Así que si es buena, dila ya. Si no lo es, entonces no hables. –escupo todo eso con mucha cólera.

 Él me mira con un semblante decaído, lleno de tristeza o algo así.

 —Halee. Tu nombre es muy lindo, cariño –apreté mis puños impaciente, lo cual él nota y suspira, como si estuviera reteniendo algo–. No lo sabía.

 Frunzo mi entrecejo.

 —¿No sabías qué cosa?

 —Tu existencia –contesta con simpleza–. O mejor dicho, sí lo sabía... Pero no lo creí. Mira, hija, estuve enamorado de tu madre como no tienes idea. Ella era la persona más especial para mí. La amaba demasiado, pero ella... Se volvió loca, psicótica, histérica de la nada.

 Supongo que tiene un buen punto.

 —La dejé. A los pocos días me buscó, literalmente arrastrándose. Me dijo que estaba embarazada, pero no le creí. Tenía en la cabeza que ella era capaz de cualquier ridiculez para estar conmigo otra vez... Eso es todo. –Hace una pausa volviéndose a mí, y exhala con una sonrisa–. Perdóname, hija. No estuve allí y de verdad lo siento.

 No sabía qué decir. Me había callado con esa historia. Me siento estúpida. Mordí mi labio inferior, con mi vista hacia la mesa de al lado, intentando buscar las palabras correctas. Él estaba diciendo la verdad. Yo sabía que mi madre era así, por lo que le creo.

 —Mamá estuvo conmigo hasta que cumplí 16 años –seguí yo–. Ya había estado con otro hombre, tuvo otro hijo y ocurrió lo mismo. Al cumplir el pequeño tres años, el sujeto se fue. Pensé que había sido por Niki, pero ahora veo que fue porque no la soportaba. Ahora lo entiendo. –río con nerviosismo golpeando mi frente.

 —¿Sufriste, Halee?

 Su pregunta me sacó una pequeña risa carente de humor.

 —Sí –asentí levemente, negándome a soltar lágrima–. Me abandonó. Fue tras él y desapareció, dejándome con un niño de tres, con tan solo 16 años y a medio camino de graduarme.

 —No te graduaste. –afirmó, a lo que yo negué avergonzada.

 —Tenía que trabajar para mantenerme a mí y a mi hermanito.

 Él me mira atentamente mientras yo le evito. Su cabeza se mueve en un asentimiento lento, procesando todo.

 —Y... ¿Donde está el pequeño?

 Y con solo eso se me hizo un vuelco en el corazón. Me dieron nauseas, mis ojos se cristalizaron y mi garganta me comenzó a picar. No quiero volver a llorar.

 —Él... Él ya no está –gimoteo sin poder evitarlo–. Lo asesinaron hace unas semanas.

 Solté a llorar no pudiéndolo aguantar un segundo más. Me dolía no tener a mi hijo, no puedo tan solo nombrarlo y estar bien.

 Mi padre me mira desconcertado, quería hacer algo, pero parecía en blanco, asombrado por mi confesión.

 —Yo… Lo siento, nena –se levanta de su asiento y se mueve a mi lado para acariciar mi espalda–. Y... ¿Estás viviendo sola?

 —Sí –seco mis mejillas para recuperarme–. Ahora estoy con los chicos en un hotel temporalmente.

 —No... No quieres... ¿Venir conmigo en Japón?

 Lo miro con ojos de sorpresa. Me tomó con la guardia baja su pregunta. Quería que me fuera con él, y no me desagradaba tanto ahora. Quería irme. Estaría con mi padre biológico, viviría lejos de todos mis problemas.

 Pero... Yoongi.

 —Eh... Señor…

 —Dime papá. –me sonríe con una pisca de cierta emoción.




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