Son las 4:00am, el sol aún no ha asomado ni un poco de su luz, el frío de la madrugada se hace sentir dolorosamente debido a la llegada del invierno y el silencio roto por los animales nocturnos no cesa.
Estoy casi lista.
Ruego para que los chicos estén durmiendo y sigan durmiendo hasta tarde. Acabo de armarme con mi cinturón, el cual lleva mis pistolas y cuchillos. En mis botas negras oculto otras de refuerzos, solo por si acabo desarmada y necesito defenderme.
La locura que estoy a punto de hacer necesita de un plan perfectamente sincronizado. No me importan los riesgos, si hace falta morir por detenerlo lo haré. Admito que antes me daba miedo enfrentarme a este bastardo, pero la única razón por la cual nunca lo hice fue por Niki. Él era mi única debilidad, siempre me amenazaba con matarlo, ahora que ya no está, y sé que es capaz de matar a Yoongi por mí, iré tras él y lo mataré como sea.
Antes de que se hagan las cinco decido irme, tomo mi mochila y voy manos a la obra. No voy a salir de mi habitación y arruinar todo delatándome de una manera estúpida. Salgo por la ventana, saltando cuatro pisos abajo, cayendo en un arbusto decorativo. No había nadie por ningún lado, todos duermen. No tengo un medio de transporte para llegar al lago, no me queda de otra que tomar prestado un vehículo.
Ojeo cada rincón de la calle y me percato de una motocicleta. Perfecto. Salté de los arbustos, me escabullo hasta el otro lado de la carretera y me pongo a cortar, pelar y quemar cables para encender la moto. Por fin logro que ruja y antes de que su dueño lo oiga y me descubra, me subo arrancando a toda velocidad.
Fase uno terminada.
Min Yoongi
No pude dormir en casi toda la noche. Me desvelé solo y únicamente pensando en mi última palabra en cuanto a lo que me espera después de esto. Halee nos contó que su padre planea llevarla a Japón, pero si ella se va, ¿qué pasará con el nosotros?
Mi trabajo subió de nivel y no puedo abandonarlo por ir tras de ella como un maldito perro faldero. Si ella quiere el nosotros, entonces ella no se irá y se quedará conmigo.
Pero si decide irse, sabré que jamás podremos tener un nosotros.
—¿Yoongi? –Jungkook abre la puerta de mi cuarto tapándose los ojos con una mano. Fruncí mis cejas con desconcierto.
—¿Qué demonios haces? –inquiero, a lo que él se destapa un ojo.
—¿No está contigo? –pregunta por lo bajo. Yo arqueo levemente mi ceja.
—¿De qué hablas?
—Halee. No está en su cuarto.
—¿!Qué!? ¿A dónde fue?
—No lo sé, fui a su cuarto y no respondió, abrí su puerta y no estaba. Pensé que estaba contigo.
¿A dónde habrá ido? Es una chica demasiado tosca. Mi chica tosca.
Pensé lo peor. Ella se fue, pero ¿a qué? ¿Por qué? No sé cómo pero debo encontrarla antes de que haga una locura. Otra vez.
Kang Halee.
El sol ya pegaba en la piel al elevarse, junto al viento despeinaba mi cabello recogido en una coleta alta. Llevo conduciendo media hora, puedo ver el lago junto a una cabaña, y al lado de ésta una camioneta negra. Me estacioné cerca de la camioneta desconectando el cableo. Estaba silencioso para ser Jimin quien se encuentra dentro.
De pronto me sobresalto al oír un golpe proveniente del auto. Eran las ventanas oscuras siendo golpeadas por personas amarradas y silenciadas por mordazas en sus bocas.
Seguro son los que viven en esta cabaña. Gritaban desesperados, pedían ayuda con sus ojos hecho una laguna de lágrimas. Posé mi dedo índice entre mis labios para callarles y se tranquilicen, les hice seña para que esperaran.
—Calma –susurré bajo–. Ahora vuelvo, pero tranquilos. –con un suspiro me adentré a la cabaña.
Esto no era una visita al jefe, ya no se trataba de una carrera contra el tiempo por mi hijo, ahora es la cuenta regresiva de uno de los dos. La luz tenue del lugar hace verse tenebroso, las luces estaban apagadas y el lugar era un desastre. Al parecer decoró un poco el lugar.
—¿Ahora usaras armas para tu trabajo? –se escuchó esa voz por una entrada a la sala principal.
Como se esperaba de él, acompañado. Sonreí burlesca al verlo.
—¿No te gusta? Qué lástima. –fingí tristeza.
—Viniste sola por lo que veo.
—Y tu acompañado veo también. Creo que soy yo quien carga los pantalones, Jimin. –le provoco en un tono burlón. Se ríe descaradamente ante mis provocaciones.
—Estás muy chistosa, ¿eh? –se acerca a mí peligrosamente junto a sus matones–. Dime, Daka –junta nuestras narices tomándome de la nuca–. ¿A qué has venido?
Le miré con odio. Ya no lo aguantaba más.
—A terminar con esto. –lo pateé fuerte, alejándolo de mí lo más lejos posibles, tirándolo hacia una mesa de vidrio.
Todo pasó como en cámara lenta. Los otros tipo sacaron sus armas y yo respondí igual. Saqué las mías de los costados de mi chaqueta y sin pensar, sin contar hasta tres, sin ver quiénes eran, les disparé. Tres balazos a cada uno. Me quedan cincuenta y cuatro balas.