Yo te quiero.

8. Él está bien.

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f425f323652527141706f674c52673d3d2d3839343734383732332e313638393237383330383837663362623638333039333836363032322e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280

Sofía.

Mi hermano solía tener una novia llamada Celeste, quien vendría a ser hoy en día una de las empresarias más influyentes hoy en día del país. Esta persona llegó a sus veinte años. Era del agrado de todos en la casa, aunque mamá le tenía recelos, pero era porque Edward era su niño pequeño —Aunque de pequeño no tenía nada—. Eran una pareja que se conectaba en cuanto a gusto y demás.

La persona que tengo al frente es Holly. Ella es unos dos años menor que Edward, pero a diferencia de Celeste, Holly y mi hermano se conocían desde años atrás. Casi que desde los diez años. Sé por papá que su historia fue intensa, que sintieron cosas el uno por el otro, pero por muchas cosas nunca estuvieron. Por no decir que el gran impedimento de aquello, era que Landon —El mejor amigo de mi hermano en ese entonces—, era su novio.

Cuando enterramos a Edward, Celeste nunca se apareció, cosa que ella sí hizo. Pero lo que fue sorpresa de todos era la manera en que lloraba. Tal vez eran amigos, pero no cercanos. Esto porque Edward no tenía amistades con mujeres, siempre las llevaba a otro nivel.

El punto es que no es de mis personas favoritas, y era más probable encontrarnos con Celeste que con ella. Y en el fondo era lo que esperaba.

La morena no me mira de manera muy bonita al bajarse del auto, cosa que hice segundos atrás.

—¿Me quieres explicar qué haces? —enarca una ceja.

—Siguiéndote, ¿no es obvio? —La soportaba por respeto a Edward, pero es que su manera de ser puede chocar con mi personalidad. 

—Creo que no me entendiste, niña. ¿Qué haces siguiéndome? —pregunta, cerrando la puerta del auto.

—He visto ese auto todas las mañanas al salir de mi casa. Por lo tanto, debes decirme el motivo —me cruzo de brazos.

No es que seamos muy discretas al estar en calles con autos estorbando y encima con la mirada de las personas que pasan, que son pocas, pero eso no viene al caso.

—Veo que si miran lo que hay a su alrededor —agrega con una sonrisa —. No son tan bobas como pensé.

—¿Perdón?

—Es divertido verte ofendida. Tranquila, Sofía, soy policía —Saca de su tarjeta y me la extiende. Lo primero que mis ojos captan es del FBI, ¿en qué momento pasó esto?

—¿No ibas a estudiar otra cosa?

—Oww, me siento halagada de que lo recuerdes —exclama fingiendo ternura, antes de arrebatarme el carnet —. En realidad, también soy bióloga, esa es mi especialidad.

Eso es algo curioso, pero trato de no hacer preguntas innecesarias.

—¿Por qué un agente del FBI nos está siguiendo?

—Siempre vengo a esta hora, porque es mi hora de desayuno —explica, mirando su reloj —. Hay una cafetería cerca. Hablemos y de paso desayuno para tomar mi turno. ¿Puedes?

Saco mi teléfono mirando la hora y tengo veinte minutos para llegar a mi examen, sin embargo, presiento que lo que sea que pueda decirme Holly es mucho más importante. Siempre puedo esforzarme en los otros o pedirle al maestro una segunda oportunidad.

Ambas subimos a los autos y yo la sigo a ella. Me adentro más a los barrios, y si no fuera porque confío en ella, no estaría por acá. Todos saben que estos barrios son peligrosos aun con la luz del día. Al llegar, estaciono el auto al frente de la ventana de la cafetería para visualizarlo.

Ella entra primero, y al yo hacerlo, solo puedo arrugar la nariz, huele asqueroso y se ve así mismo. Con olores de cigarrillo, alcohol y comida lo es que sea muy apetecible comer acá. Mesas de cuero al igual que las sillas, pero algunas de esas tienen su relleno salido. Lo único que rescato es que las meseras se ven limpias, con su cabello recogido, aunque con esa cara que atienden lo único que te dan son ganas de matarte.

Holly toma una de las mesas más cercanas a la puerta.

—Ya sé que eres de un estrato ochenta, pero siéntate, no te vas a morir —rueda los ojos. Molesta me siento al frente suyo —. Por un momento de estar acá no te vas a volver pobre te lo aseguro.

—¿Qué te hace creer que estoy molesta por estar acá? —pregunto a la defensiva.

—Que niña tan grosera —menea la cabeza con diversión—. Es obvio, Jones, solo hace falta ver como juegas con los dedos de tu mano y miras todo con una mueca de asco, además, tienes tus pies fuera de la mesa —señala mis piernas, y soy consciente como nunca metí las piernas en la mesa, solo me quede de lado —. Serán los quince minutos más rápidos de tu vida y muy valiosos.

—¿Sabes dónde está?

—Lo sé —Una camarera trae un plato, el cual nunca ordeno, pero supongo que siempre viene a este lugar —. Gracias, cariño —le guiña el ojo, a lo que la mesera también —. Bueno, volviendo a lo importante. Sé donde está, porque está conmigo.

—¿Desde hace cuánto?

—Me empiezas a marear con tantas preguntas —Le da una mordida a la hamburguesa que tiene, me pregunto si no le cae pesado una tan temprano toda esa grasa—. Desde… —con la boca aun llena y masticando, empieza hacer cuentas con su mano desocupada —. ¿Un año? Más o menos.

—¿Todo este tiempo estuvo contigo?

—Que te digo, llegó a tocar la puerta de mi casa.

—¿Y por qué la tuya y no la de Celeste? —Este nombre desfigura su cara, para hacerla perder la alegría que podía sentir —. Ella era la novia de Edward.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.