Sofía.
Entro a la biblioteca cerca de la universidad donde quede de encontrarme con Jana. Han pasado unos días desde que la conozco y hemos coincidido con Enzo. La verdad es una chica divertida, muy inteligente y a veces puede ser un poco despistada.
Al pasar por los pasillos viendo cómo las personas están tan metidas en sus libros y sus cuadernos. Las hileras donde están las diferentes secciones de libros son gigantes y es perfecto para los amantes de los libros, hasta podría traer a Mateo acá para que se pierda en su mundo. El olor tan característico a lo que yo llamo “viejo” se hace presente y cuando camino la madera del piso me hace sentir que voy a caer a no sé dónde, y eso que sé de esta estructura porque mi maestro la explico.
En una de las mesas al frente de una gran ventana, veo el cabello blanco platinado de Jana, por lo que me acerco sin que ella se de cuenta.
—Hola —saludo, sentándome en una silla al frente, ella pega un brinco que me hace reír—. Lo siento, no quería asustarte.
—No te preocupes, estoy bastante nerviosa.
—Lees cuentos de horror, muy explícitos —remarco de muy—, ¿y eres nerviosa?
—Soy así, que te puedo decir —responde avergonzada—. Es que en el libro yo soy la que asesina, no al revés.
—Eso es raro, Jana —suelto una risita y recuerdo que estamos en una biblioteca por lo que lo hago bajo —. Bueno, este es el problema, odio a mi maestro de historia, por qué no entiendo qué tiene que ver la historia con arquitectura.
—Casi todas las ramas tienen una clase de historia. Y se debe a que es importante destacar el desarrollo histórico. Voy a reducirlo a esto: Todos los humanos de cierta manera se quedan en el pasado, porque en base a eso se mejoran las cosas. El pasado es el modelo para un presente y un futuro —explica—. Quieras o no, es como las matemáticas, se necesitan. Una persona puede salir a decir que se descubrió un volcán a punto de hacer explosión, pero ya eso lo había dicho otro científico.
—Está bien, no voy a cuestionarlo más.
Ella empieza a explicarme cosas de uno de los libros que le entregué ayer, y me da claves para hacer resúmenes y de esa manera dejar lo más importante en mi cabeza para el examen.
Como maestra tiene paciencia y aunque a veces duda de ella misma, presiento que sabe de lo que habla.
Al terminar le propongo llevarla hasta su casa en mi auto, ya que de paso su casa queda en dirección a la empresa de la familia.
—Sofía, ¿quién era el chico de qué días? —inquiere abrochándose el cinturón en el asiento del copiloto.
—Es Mateo, un estudiante de fotografía, mi vecino y mi novio —explico—. Tu lo tomaste de la muñeca ese día, ¿por qué? —La versión que dio Mateo estaba como rara y no puedo dejar de pensar en que tal vez no fue lo que pasó.
—Se me hizo familiar —balbucea al responder—, es que era muy parecido a alguien que fue muy importante para mí.
—¿Tu novio? —pregunto con curiosidad.
—Si, mi primer novio hace unos años —Salgo del estacionamiento con cuidado no quiero pagar más daños en los autos ajenos.
—Hablas de él con algo de dolor, o eso me parece a mí —Suspiro al ver que todo salió bien y me pongo en marcha—. No debería ser así que recuerdes a alguien.
—Creo que nunca piensas que vas a terminar con esa persona, ni mucho menos como lo vas hacer. Nunca pensé en terminar con él, ni que ambos nos íbamos hacer daño sin siquiera esperarlo.
—¿Y qué es de él?
—Está con alguien más y me odia —La miro y me da lastima que se sienta de esa manera —. Lo quise mucho, no había creído en esas cursilerías del amor y aunque él no me ofreció lo que toda niña esperaba recibir, no me puedo quejar. Era demasiado frío y serio
Ay Mateo, al parecer no eres el único anti-romance.
—Mi novio es algo así, pero también sé que cuando quiere es la cosa más tierna del mundo y te sorprendería saber que cosas hace —Sonrío, me pongo contenta de hablar de él—. Aunque es todo un ajedrez, siento que a veces es solo encontrar el jaque mate y descubrirás cosas muy buenas de esa persona.
—Parece que es una gran persona y un buen novio.
—Lo es —afirmo.
Nos quedamos en silencio y al llegar a su casa, me doy cuenta que es una de esas zonas más clásicas de la ciudad.
—Muchas gracias por traerme, y me avisas como te va con el examen y si sirvo como maestra.
—A ti por ayudarme y voy a ver que tal —Nos despedimos antes de ella bajarse y yo marcharme.
…
—Aina, me estás poniendo nerviosa —me quejo.
—Lo siento, estoy muy nerviosa, es un día especial para ellos y si no sale bien me debato en que hacer para ayudarlos —se excusa.
Pablo y su banda van a cantar en un teatro de la ciudad, es algo pequeño, sin embargo, es uno de los más comentados en redes sociales porque el dueño es uno de los mejores productores del país. Por lo que me dijo Mateo y Aina, este hombre resultó en la cafetería donde Pablo y los demás cantan después de clases y los descubrió. Les propuso esto y aunque no son las estrellas de la noche, sin duda alguna todos estaban muy entusiasmados por esto.
—¿Falta mucho para que salgan? —pregunta Aitana—. Ya cantaron esas personas y me duelen los oídos de escucharlos.
—Aitana, eres de lo peor —Menea la cabeza Nia.
—Estoy con ella, no sé ni cómo les permitieron subir a ese escenario, que estrés —comenta Mateo a mí lado—. Está bien que cada uno tenga su sueño, pero no te subes a un escenario sabiendo que todo va a salir mal.