Yo te quiero.

15. Aclaraciones.

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Sofía.

Trago saliva mientras estoy sentada en el retrete del baño de Santiago.

—¿Dónde estás? —pregunto en su lugar. Ahora no estamos para lidiar con lo otro —. Necesito asegurarme que estás bien —suplico.

No sé qué pasó en esta casa, pero estoy segura que para Mateo perder la cordura y la tranquilidad, debió ser algo grave. Papá está en el cuarto con Elena, quien estaba mareada y aturdida por todo. Los chicos estan raros, cada uno en su recámara sin estar junto a Elena.

Te mentí —recalca. 

—Lo sé. Pero lo acabas de admitir y estoy segura que donde no lo hubieras hecho me hubiera molestado mucho después—confieso—. Dime dónde estás.

—¿Sabes lo difícil que es verlos? En realidad, no es porque tenga sentimientos. Es que no les tengo amor ni nada de aprecio, y me siento a veces como un monstruo por eso. ¿Está mal esperar a que mueran pronto? Porque es lo que más le ruego a la vida —Unas lágrimas se deslizan por mis mejillas. No me gusta escuchar como se quiebra, y siento que esto no es ni la mitad de como puede ser si eso pasa—. Me duele ver los golpes en mi espalda, porque me recuerdan que entraba a mi cuarto con los ojos llenos de sangre y se desquitaba cada vez que podía para olvidar lo que hicieron.

>> ¿No me temes, Sofía? Porque yo a veces digo que sí y que es porque soy un Yeti, una persona fría incapaz de seguir adelante. Me temo porque siento que cualquier bola de nieve se adhiere más a mi corazón. Soy débil y doy pena ajena.

—No, no eres. Eres tan asombroso, con todos y defectos, Mateo. Pero eso es lo que te hace Mateo, sin importar los apellidos que tengas, sin importar nada —No sé cuales son las palabras indicadas para decirle, soy mala consolando porque siempre espero ser yo la que consuelan, Soy egoísta en esto, no me puedo poner del todo en su puesto, no sé qué en realidad siente—. No sufras solo, porque solo harás que la herida siga presente en los momentos de soledad.

—Gracias —abro la boca para hablar, pero el sonido de la línea con un pitido me hace girar el teléfono para verlo incrédula.

Él no deja de sorprenderme.

Me levanto del retrete y me limpio las mejillas.

Estaba en casa muy ansiosa por esto de los abuelos y las tías de los chicos. Con Mateo no hemos tocado mucho el tema de su familia, y sé que él sabe muchas cosas de nosotros, por lo que no he visto la necesidad de insistir en ello. Sin embargo, ahora no sé si fue lo ideal.

 Elena está recomponiéndose en su habitación y para pasar por ese momento tan feo, de uno en el cual solo íbamos a celebrar la presentación de la banda de los chicos, es algo brusco.

Tomo mi teléfono y le escribo un mensaje.

 

Yo: No te tardes tanto, Mateo.

Yo: Cuídate, novio.

Luego me desplazo por los otros hasta el de Holly, a la cual le pregunto con mi hermano, y la muy estúpida me manda solo una carita con los ojos mirando hacia arriba. Salgo del baño y Santiago está recostado en su cama.

—¿Cómo estás? —inquiero, caminando a su cama para sentarme en la esquina.

—Todo se descontroló. Se supone que solo íbamos a celebrar esto de Pablo, yo descansar de un día donde tu tío solo me explotó —No puedo evitar reírme un poco. El tío David es algo estresante cuando llegan días importantes para la empresa—. Y luego aparecen ellos. No son las mejores personas, nunca lo han sido o por lo menos el abuelo. Pero estaban acá con la malicia de querer dañar a Mateo. Antes de que él llegara solo nos preguntó cosas normales —se desahoga—. ¿No se cansa? Mateo vivió mucho tiempo ocultando todo lo que había pasado, por qué su afán de joderlo más.

—¿Qué le dijo? —pregunto preocupada.

—Pablo escuchó que le dijo en algún momento algo sobre los golpes que Alfredo le daba —cierra los ojos, cansado—. Y encima dijo algo de Elena que no sé a qué se refiere bien, menciono algo de un engaño y algo con tu padre —Se sienta en la cama y me mira—. Creo que mi madre oculta algo importante, Sofía, y Mateo sabe que es.

—Pero, ¿qué sería? —entrecejo el ceño—. Tu mamá no tiene nada que ver con lo de hace años o algo relacionado con el secuestro de Edward.

—Mateo es el único que va a dar respuestas —farfulla, frustrado—. Estoy harto de esto. Ahora resulta que mamá también oculta cosas, ¿alguien más?, tu —me señala—, ¿tienes secretos?

Suelto una sonora risa, así de ofendido no me lo puedo tomar en serio.

—Santiago, cálmate —le digo risueña—. Todos ocultamos cosas, el problema está en que en que muchas personas lo hacen a niveles extremos sin importar nada. Y si, tengo secretos, pero no son cosas del otro mundo.

—Cuando estuve con Renata, si llegué a interesarme en alguien más —confiesa—, era hermosa.

—Que picaron eres, luego te andas quejando —agrego—. Cuando Aitana pasó por todo lo de Maro, prefería que estuviera a metros, me daba pena decir que ella era mi hermana por lo que había hecho, a pesar de esos pensamientos nunca se los dije a ella y solo a Grace con quien me quejaba de ser su hermana —confieso, avergonzada. Ahora sé que no es un tema fácil de tratar y que como su hermana debo apoyarla, pero antes solo no me gustaba que me involucraran con Aitana—. A Aina la detestaba cuando hablaba de Gustavo, me producía muchas cosas y solo me gustaba con malos tratos separarla de mí.




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