Yo te quiero.

22. Amiga.

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Sofía.

—Mar —saludo, con pesadez.

Le lanzo una mirada de reojo a Santiago que luce tan sorprendido como yo. Se supone que íbamos a salir a tomar algo, porque tanto él como yo lo necesitamos. Y ahora que ella aparece justo enfrente, con su sonrisa que me causa conflicto. ¿Por qué sonríe tanto? No tendría problema, pero es Mar. Lo siento.

—¡Sofía! —me abraza con toda la confianza del mundo—. ¿Te pintaste el cabello? Se te ve más claro —toma uno de mis mechones.

Paciencia, Sofía.

—No, solo que el shampoo me lo aclara —explico. No quiero generar conflictos porque es alguien que ha estado para Santiago y no puedo tener problemas con quien no conozco, ¿cierto? —. ¿Qué tal tu?

Juro que no soy hipócrita, o creo que tanto. Sin embargo, hablarle a Mar me parece algo que no es correcto. Aunque tampoco quiero generar problemas cuando no me ha hecho nada directamente.

—¡Super bien! Hoy me felicitaron, pude con el proceso a la perfección de la adopción de unos niños —dice con emoción, entrelaza su brazo con el de Santiago —. ¿Les gustaría ir a tomar algo?

—En realidad íbamos a…

—Claro, no hay problema —contesto, interrumpiendo a Santiago. Me mira con la ceja enarcada al empezar a caminar, me encojo de hombros a la vez que me acerco para entrelazar el brazo de la misma forma de Mar.

Al llegar a una cafetería nos sentamos en una mesa de al fondo. Pedimos y Mar empieza a explicarnos todo acerca de su día. Es muy habladora —algo que ya estaba comprobado—, y a la vez parece que le interesan los niños y por eso estudia labor social.

—¿Te gusta tu carrera, Sofía? —me pregunta.

—Pues supongo que por eso la estudio —respondo.

—Muchas personas eligen algo y terminan arrepintiéndose de eso. La carrera universitaria es el error de muchas personas —expone. Me quedo pensativa antes de responder.

—Bueno, viéndolo de esa manera tienes razón. Pero siempre supe que quise estudiar eso, no sé en qué momento en realidad me decidí, pero empecé a investigar sobre la arquitectura y me gustó.

—Yo quería ser bombero hasta los quince, fue al último momento que lo decidí —responde Santiago, haciendo que nos riamos.

 Reviso mi teléfono esperando que Mateo me responda, pero como últimamente está desaparecido. Hemos estado bien, luego de la charla de la última vez las cosas están fluyendo como siempre, lo único que me sigue molestando es que sus charlas con Jana son más frecuentes. Él me explicó que son cosas para ayudar con esto de sus abuelos y la casa que papá compró —En ese tema papá se ha hecho el loco sin querer dar explicaciones—. Y esto de que no tenga tanto tiempo como antes y su mente parece estar en cualquier otro lado a cada rato, no me da buena espina.

—¿Quién esperas qué te escriba? —indaga Mar—. Tienes el ceño fruncido y no te ves muy contenta.

—Es mi mejor amiga, no hemos hablado en casi un mes. Ha estado muy rara —confieso. No es mentira en su totalidad, lo de Grace de verdad me preocupa. Me ha estado evitando a toda costa y ella no es así.

—Sofía, no es por nada, pero las amistades del instituto nunca duran —le resta importancia—. ¿Cierto, Santi?

—En pocas ocasiones si siguen hablando, pero en la mayoría de los casos cada persona toma su camino. Yo no hablo con nadie de los que estudiaron conmigo —expresa él.

Hago una mueca. Adoro a Grace y no me imagino no tener una amiga como ella.

—No hagas esa cara. Tienes a Santiago —me anima—, y conmigo también puedes contar —me sonríe—. Yo tampoco quedé con amigos al salir. A todos les caía mal y a mí también ellos.

—¿No tenías amigas?

—Tenía una, pero esto de los populares, ya sabes como es eso.

Ninguna de las dos menciona más nada. Sin embargo, su sonrisa con esto último no es la misma de siempre. Quizás, solo quizás, no he visto quien en realidad es Mar y si en algún momento la lastimaron.

Salgo de mi habitación y escucho un sollozo, me acerco a la siguiente habitación de Aina y es allí donde compruebo el sonido. Abro la puerta con cuidado y veo a mi hermana enroscada en sus cobijas dando la espalda. Tiene medio abierta la cortina por lo que la puedo visualizar.

—Nia —la llamo, acercándome a la cama—. ¿Qué pasa?, ¿te sientes mal? —No responde y para de llorar.

Maldita sea, no soy buena en esto.

—Déjame sola, por favor —musita, con la voz hecha un desastre.

—Aina, me estás preocupado —Me siento en la cama, pongo mis manos en sus hombros y la obligo a voltearse. Por la poca luz alcanzo a ver como sus mejillas están mojadas y sus ojos rojos—. ¿Qué pasa?

—Él… —niega con la cabeza antes de soltar un llanto. La obligo a sentarse para poder abrazarla—. ¿Soy una mala persona?

—¿Qué es esa pregunta? —pregunto molesta. Tengo los nervios de punta por entender que le pasa y me sale con esto.

—Responde.

—Claro que no. Aina eres de las personas más hermosas del planeta —me separo de su cabello para verla llorar—. ¿Qué tienes? Vamos, dime.

—Pablo terminó conmigo —confiesa.

Suelto un jadeo por lo que escucho. ¿Terminaron? La atraigo al pecho, porque he visto como lo mira, como la he visto feliz en esto de Pablo y ella. ¿Qué pasó?



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En el texto hay: secretos, vecinos, chico nerd y chica popular

Editado: 24.12.2021

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