Mateo.
Horas antes.
Termino de leer un libro que siento que me va a dejar un bloqueo de lector y eso aumenta mi mal genio.
Todo me ha dado vueltas en estos dos días. No he podido dormir bien y casi tampoco me apetece comer.
No me considero ingenuo como muchos me catalogarían, vamos, que tampoco alguien super inteligente y que se las sabe todas. Pero aceptar que fui tan manipulable por unas sonrisas y abrazos, duele. Duele porque es mi madre, quien creía que no estaba tan lejos de ser la madre perfecta; la que daba la vida por mí, así como yo por ella. Es el sentimiento que me esta embargando todo mi sistema. Mis pulmones me pesan, porque la respiración se empieza hacer más agitada cuando empiezo a sentir la húmeda que se cola por mis mejillas.
Era feliz. Yo lo era. Me gustaba mi relación con mis hermanos, me gustaba como era papá conmigo sobrio y amaba a mi madre. Sentía que como en otras muchas casas había problemas, por lo que no les prestaba mucha atención antes de los catorce años.
Esto de mi madre es grave y que la relaciona con todo lo de la muerte de Iveth. En estos años con Jared, Layla y yo hemos tratado de unir todo con respecto al “accidente”. Desde la llamada que decía lo de la estafa a la sucursal en Nueva York de la empresa —La razón por la que ese día debían viajar—. Descubrimos que alguien se comunicó con ella desde antes. No sabíamos el motivo —sigo sin saberlo—, pero era alguien muy reciente en la vida de Iveth. Por lo que recordaba Layla, alguien le había dicho que por problemas la requerían a ella en ese lugar, por lo que, tanto ella como Edward debían emprender el viaje desde Napa hasta Nueva York. Layla no iba en esa ecuación, pero resultó en ella.
Dos personas hicieron la llamada para que Iveth viajara hacia Nueva York. Una de ella fue mamá. Y lo sospeche desde el momento en que Mark le escrituro la casa y todo lo que al parecer le ha otorgado. Ella no la pasó bien después de días del accidente, sin embargo, pensé que era mi comportamiento en esos días. Las discusiones con mi padre habían disminuido y parecía como si ninguno de ellos dos tenía cabeza para ello.
Por un momento pensé que se trató de una infidelidad, porque con los años aprendí que una persona desesperada hace lo que sea. Nadie quitaba de mi cabeza que quizás se trataba de ella metiéndose en la relación de Iveth y Mark.
Mamá llegó a la vida de Ava de la misma forma que Alfredo. Llegó, porque al conocer a Iveth, era la enemiga o aliada de Ava. No entiendo bien, porque no es como que Elena me haya dado muchas explicaciones —unas que tampoco quiero escuchar—. Pero, de alguna u otra manera Ava necesitaba aliados y unos desesperados, ¿qué mejor que una pareja a punto de darse a los golpes?
Y es allí cuando me digo, que nunca tuve la culpa, que sí o sí por cualquier lado iba a salir perjudicado. Por eso ese día fue tan insistente que fuera con ella. Porque si iba con ella era más probable que no me involucrara en esto.
—Mateo —me llama Charlotte, entrando a la habitación con una bandeja de comida en las manos—. Come.
Me lo deja en la mesa, mientras toma asiento en una silla.
—¿De verdad quieres que me aparte en esto de tu familia? —indaga.
Estoy siendo un desgraciado, pero esto no se trata de que mis hermanos pierdan algo, quiero que Elena lo haga. Esa casa no es suya. No mientras sus manos aparentemente estén involucradas en todo esto. No mientras sea Mark el verdadero dueño de esa casa y que Iveth sea su ex esposa. Todo es confuso y todo me provoca asco, pero no puedo seguir ayudando a que obtenga algo que nunca le perteneció.
—Que se las arreglen como puedan —Soy honesto. Siempre me he preocupado más por lo demás, con lo que se supone son leales y honestos conmigo, pero estoy cansado—. Siento que no tengo cabeza para nada.
—Ningún padre es perfecto, Mateo. No la crucifiques sin saber sus razones —trata que entre en razón. Tiene ese don para convencer, pero no sirve porque los míos se pasan—. Te recuerdo que fue mi padre quien nos dio un arma a los once años, sin importarle nada. Quería prepararnos para el negocio y no nos dio ninguna opción.
—Tu papá es una mierda. Yo lo sé —siseo—, pero los ha defendido de muchas personas. A ti ninguna persona te ha puesto una mano encima, porque saben que si lo hacen se enfrentan a él. Con Jared es lo mismo. Se meten con sus hijos, aunque ellos se sepan defender —señalo algo importante—, se meten con él y con los suyos. Los míos no. El mío intentó envenenarme y mi madre se hizo la que no sabía nada. No quiero comparar hermanos, pero creo que es obvio que el tuyo prefiere que lo maten antes de verte a ti muerta, los míos no se darían cuenta hasta que me vieran en el ataúd.
>>No es excusa. No soy perfecto, pero no soy tan poca cosa como ellos.
No encuentra argumentos para negar lo que le acabé de decir, y es cierto todo lo que dije. Jared y sus padres la defenderían de todo el mundo.
—No te prives de ser feliz —se inclina para tomar mi mano y apretarla—. Si no quieres ayudarlos, entonces no lo hagas. Me retiro de esto. Pero no conserves odio, porque sabes mejor que nadie hasta donde nos lleva eso.
Su teléfono suena, cortando la conversación.