Sofía.
—Te deje el desayuno en la cocina, Aitana te dejó en su cuarto los apuntes de Enzo para que te adelantes. En la tarde vamos a visitar a papá —me dice Aina.
Me siento todavía adormecida, y es que esta temprano, pero como ellas si deben ir a cumplir sus labores del día, pues claramente no me iban a dejar dormir por el ruido.
—Gracias.
—En la cocina quedaron los medicamentos —se despide y se marcha.
Las gemelas están a un mes de terminar el año escolar, por lo que pese a todo lo que ha pasado, y que tanto papá como yo seguimos algo indispuesto, no se pueden dar el lujo de faltar. Además, es importante que se gradúen con un buen promedio para las universidades a las que desean ir.
Un rato más tarde salgo de mi cama, y me doy una ducha, aun con la fractura en mi mano, me las ingenio. Me arrodillo en una camisa para no sufrir las consecuencias del piso frío, con la mano izquierda abro la llave y al ver el chorro del agua cerca, meto primero mi cabeza dejando el brazo derecho lejos. Con la mano buena me estrego la cara y el cabello, luego cambio mi cuerpo pasando primero una pierna y luego la otra.
Cualquier que me viera, sería su chiste en la ducha.
Con el baño, más o menos dado. Voy a mi habitación y me aferro a la toalla. Eso me trae recuerdos, por lo que no puedo no ver al frente su habitación.
En un tiempo cuando Austin era novio de Aitana, yo le conté lo que había pasado ese día, cuando Mateo me ha había visto vistiéndome y que, no lo hizo con morbo, que antes se había distraído con el teléfono para no verme. Austin me dijo que él quizás no hubiera sido correcto y que se hubiera quedado atónito viendo. En su momento pensé que eso hacía que incluso su hermano fuera más perfecto.
Sonriendo de forma amarga, a la fuerza me pongo la ropa poco a poco. Cuando estoy lista bajo a la cocina donde está lo que Aina me dejo. Reviso mi teléfono cuando ya lo he terminado, viendo fotos de algunos de mis compañeros de instituto y de personas conocidas, la mayoría de fotos son fotos sonriendo y con amigos.
Ahora que lo pienso, siempre he sabido que no pertenezco a los grupos grandes de amigos. Pero en su momento desee uno como el de Aitana, tenía a cuatro hombres que siempre la cuidaban. Aunque también veía que tenía solo una y que me bastaba, para mí era bueno que no siempre estuviera sola como Aina cuando estaba de novia con Gustavo.
El punto es, mi amiga me traicionó y no tengo a nadie más. Enzo me ha llamado y gracias a él, es que tengo como adelantarme con los temas de la universidad. Pero… ¿ahora siempre voy a estar sola? Porque viéndolo desde otro punto, ni siquiera “mi novio” está acá y aunque sé que ha estado cuidando a su mamá y que en las noches estuvo cuidándome a mí, ¿qué le costaba ir a verme en un momento del día?
Doy en nuestro chat y le escribo:
Yo: Hola.
Sorprendentemente el mensaje llega más rápido.
Novio: ¿Cómo te sientes?
Novio: Tus hermanas me dijeron que te habían dejado todo, pero que no podían cuidarte.
Aprieto los labios, enojada. Tomo aire para tranquilizarme y no echarme a llorar.
Yo: ¿Por qué no me fuiste a visitar?
Esta vez si tarda, pero por el visto azul sé que lo vio.
Novio: Lo siento.
Yo: ¿Qué exactamente lamentas, Mateo?
Una llamada entrante llega, pero decido no contestar. Tampoco es cuando él quiera. Me siento cansada de tener que esperar respuestas vacías por parte de él. Considero que soy una persona confiable, si alguien me pide no decir nada, yo cumpliré mi palabra.
Yo: Tenemos que hablar.
Yo: Y espero que puedas pasar hoy. Claro, si te queda tiempo.
Bloqueo el teléfono y lo dejo en la encimera, antes de ir a la sala donde trato de aliviar el enojo.
..
—El señor Adolfo de la heladería nos preguntó que porqué no hemos vuelto, entonces le contamos y nos regaló dos botes de helado —señala los tarros—. ¿Por qué se te ve tan ansiosa?
—¿Se me nota? —Aitana asiente, haciendo que cierre los ojos con frustración—. Tome una decisión y no sé si es la correcta.
—Rubia, no deberías dudar de tus decisiones. Supongo que de igual forma no es que vayas a decidir algo como matar a alguien —toma una cucharada del helado de fresa—. Como sé que no me vas a decir de qué se trata —resalta algo, que sin siquiera ser consciente era algo que iba a hacer. No pienso decirles, hasta que lo haga o no—. Pero a veces necesitamos llevar a cabo lo que todo nuestro ser desea. Por ejemplo, Aina ya sabe lo que quiere estudiar y aun con inseguridades y todo, va a llevar a cabo su plan. El punto es, si es algo que necesitas, hazlo.
—Es que, no es algo que deseo. Pero no me siento bien y estoy… Me siento perdida.
—¿Se trata de Mateo?
—Si.
Suspira, desviando su mirada un segundo a su helado antes de volver a verme.
—Mira, rubia, son tus decisiones y quizás ahora solo necesites un respiro o qué sé yo. Dile lo que sientes, bueno o malo, estoy completamente segura que Mateo lo va a entender. Con el tiempo que ha estado en nuestras vidas, creo que todos nosotros hemos podido entender su manera de ser y que es complicado, tu lo sabes mejor que nadie. Haz lo que sientas, díselo y grítalo —lleva otra cucharada de helado—. Es hora que le digas todo lo que sientes y que no lo has hecho porque prefieres evitar que tengan problemas. Pero es el momento.