Jana.
Aguardo al frente de la puerta inquieta. Ellos no me conocen, si mucho me recordaran de haberme visto en el instituto, aunque realmente lo dudo. Santiago era de los sobresalientes y de los que no se fijaban mucho en los demás, Pablo y Austin siempre se la pasaban en su grupo de amigos y coqueteaban con las chicas que les interesaban. Por lo que cuando me vean van de seguro a pensar que soy una chica que vende galletas.
No debí ponerme esta ropa.
La puerta se abre dejándome ver al que reconozco como Santiago, y quedo sorprendida al ver como estos años que no lo he visto ha cambiado y se ha vuelto mucho más hombre.
—Hola, ¿qué necesitas? —me pregunta con amabilidad.
Se nota cansado y no me sorprende luego de todo lo que han vivido en los últimos días.
—Hola, perdón por molestar. Soy Jana, una casi amiga de Mateo —él frunce el ceño, antes de abrir los ojos de par en par.
—¿Eres la ex novia de mi hermano? —Trago saliva por eso, se supone que ellos no saben que fuimos novios. Asiento—. Voy a adelantarme. No voy a ayudarte a volver con Mateo si es lo que pretendes.
—¡No! —chillo, la vergüenza se me va acumulando en la cabeza y puedo imaginar lo roja que estoy—. Solo… Bueno, no sé si sabes… —me rasco la cara, nerviosa—. Sofía y Mateo terminaron.
—¿Qué?
Bueno, esto no me sorprende solo fue hace dos días que lo hicieron, pero creía que él y Sofía eran algo así como amigos. Por parte de Mateo creo que no se lo hubiera dicho y más sabiendo como ha estado.
—Estoy preocupada por él y no, no es que quiera recuperarlo —Porque ya es muy tarde para eso—. Esta mañana fui a su casa, a ayudarle con unas cosas —Creo que sus abuelos todavía no regresan de Nueva York, pero prefiero no arriesgarme, además los asuntos entre Mateo y yo sobre la casa y temas legales, son cosas que él mismo debería decirles—. No ha querido casi comer, ir a clases ni siquiera al trabajo y se esta comportando como un idiota. No sé si todo esto sencillamente lo hizo colapsar, pero me preocupa —admito—. Y teniendo en cuenta que no me considera su amiga y que todavía estamos incómodos entre nosotros, pues… No sé si puedas ayudarlo.
—¿Planeas conquistarlo? —alza su ceja izquierda, recostándose en el marco de la puerta.
—No. Lo que te estoy pidiendo es sincero.
Y no miento. Por más que alguna parte de mí me juegue una mala pasada de vez en cuando, al recordar cómo fue la persona que me noto y que me sacó de la monotonía en la que vivía. Sé que las cosas se acabaron, lo sé desde que vi cómo miraba a Sofía.
Suspira antes de cerrar los ojos.
—¿Crees que es lo mejor? Mateo siempre se aísla en este tipo de situaciones.
—Es cierto —sonrío con nostalgia—. Sin embargo, se aísla porque no tiene de quien recostarse. Ha tenido que enfrentar las cosas solo y se acostumbró a eso. Creo que como sus hermanos podrían dar el primer paso y ayudarlo, ustedes son hombres y conocen todas estás cosas.
—Gracias —me sonríe—. ¿Sabes qué? Mejor pasa y nos esperas, de igual no sé donde vive porque el idiota no ha querido decir —me rio, y entro al lugar. Me encuentro una casa hermosa—. ¿No te asustó venir a este lugar?
—¿Por qué tendría? —Él se desplaza a la cocina, para sacar algo de la nevera.
—Porque Sofía vive en la casa de al lado y no sé, yo que tú temía por el cabello.
—No pensé eso al venir —reflexiono y me llevo una mano al mechón—. ¿Sería capaz?
—La rubia sería capaz de todo —me pasa un vaso con jugo de fresa—. Espera en la sala, voy a llamar a mis hermanos.
Él se marcha y me deja en el silencio del lugar.
Solo una vez tuve la oportunidad de conocer su casa en Nueva York, puesto que ese día me ofrecí ayudarlo con un trabajo importante. Era una casa que, por alguna razón, aunque estaba limpia, se veía sucia. Al contrario de esta casa que todo se ve en su lugar y hay un aire tan distinto.
Se me hace algo curioso que tanto él como yo emprendimos viaje a otras ciudades. Yo lo hice hace dos años cuando nos mudamos a Chicago por temas del trabajo de mi padre —El cual es abogado—, y por ese mismo motivo terminamos en este lugar. La estabilidad no existe en realidad para mí. Cuando él ve que el negocio no le está dando, me obliga emprender viaje siempre con él, teniendo en cuenta que no vivimos con mi madre. Lo que ahora termina en California y por obras de la vida también está en San Diego y nos volvimos a reencontrar, porque estoy segura que él no hizo el intento de buscarme, al igual que yo tampoco lo hice.
—¡¿De verdad existe?! —escucho la voz de alguien, bajando por las escaleras. Una figura que reconozco como Austin, me mira con los ojos abiertos y camina a mí, para ponerse al frente e inspeccionar que sea real—. No me lo puedo creer —se aleja y aplaude—. ¿En serio Mateo tuvo novia?
—Para con tus tonterías —sisea Santiago—, la estás asustando.
—¡Es que no me lo creo! —se defiende.
—¿Austin, pensaste que esto algún día iba a llegar? —dice una tercera voz se hace presente y una última figura aparece. El rubio castaño con rizos, me sonríe con coquetería y es algo que no me toma por sorpresa, porque en el instituto eran esas sonrisas las que tenían hablando a más de una chica—. Mucho gusto Pablo Collins —me ofrece la mano y la miro con duda. Sin embargo, la tomo aun con ella temblando—. Por si acaso soy el favorito de Mateo, entonces si necesitas a alguien me llamas a mí.
—¡Eso es mentira! —replica Austin—. No eres ni el favorito del perro.
Se me es imposible soltar una carcajada por ellos dos. Santiago niega con la cabeza y con una seña de la cabeza, me indica que salgamos. Los hermanos menores me siguen y todos nos subimos al auto del mayor. Este me abre la puerta del copiloto, mientras los otros dos se suben en la parte trasera.
Cuando el auto se pone en marcha y me muerdo los labios con ganas de hacer la pregunta.