Ocho meses después.
Sofía.
—¡Aina, lleva todo! —exclamo, desde el auto—. Oye, ¿no piensas despedirte de papá? —le pregunto a Aitana viéndola desde el espejo retrovisor.
—Ya lo hice anoche —contesta—. No creo que estemos viajando a Napa.
Aitana y yo siempre hemos sido muy quisquillosas con ir a visitar a los abuelos en su casa, pero esta vez decidimos pasar San Valentín allá con ellos. Al fin de cuentas fue un lugar muy importante para mamá y de pasó sirve para que Edward vaya.
—Yo tampoco. No vamos hace mucho tiempo.
—¿Ya tienes el regalo para Mateo? —indaga.
Revisando el reloj y mirando que Nia nada que sale, me empiezo a desesperar porque tenemos clases de igual forma el lunes y no nos podemos dar el lujo de no asistir cuando ya son a tres niñas que se les debe pagar el semestre.
—Ya, aunque no sé si vaya a poder ir —arrugo la boca—. Al parecer va a hacer como hace un año.
—Si mal no lo recuerdo, lo viste y te llevo un buen regalo.
—Pero quiero estar con él —me quejo, mi hermana rueda los ojos.
—Los ves todos los días.
—Nunca es suficiente —Aina sale de la casa con sus cosas y se sube al asiento de atrás con su gemela—. Que demora, niña.
—Es que estaba viendo si llevaba el diario —explica.
El dichoso diario ha sido una especie de discusión —o por lo menos lo fue al principio—, no entendí muy bien de qué se trataba hasta que luego Edward lo tomó sin permiso y lo leyó. Ahí le cuenta las cosas importantes a Layla. No sé cuál es su propósito, pero siempre lo lleva con ella.
Con respecto a Layla las cosas siguen igual. Tiene tres denuncias y en todas la acusan de algún crimen. A su vez también siguen haciendo una búsqueda, pero no encuentran nada. Así como mamá era un tema delicado para todos nosotros antes, Layla se volvió uno. Por alguna razón desde que tiene la orden de captura, no han hecho más movimientos hacía nosotros ni siquiera para Edward. Es como si ella de verdad lo hubiera hecho. Papá contrató aparte alguien que nos ayude a dar con ella, pero ha sido un fracaso total.
Edward por su parte sí ha sabido volver a ser el mismo. Ha recordado muchas cosas —no tan trascendentales—, pero sí lo más importante de su vida. También está en ese proceso donde debe aceptar que Ava le mintió porque se acordó hace un par de meses atrás de mamá y fue algo que le bastó para entender que todo había sido una mentira. Lo otro es que mi tío le dio el puesto de ser el accionista mayor por parte de las acciones que tenía mamá, con lo que todos estuvimos de acuerdo. Por lo que sé, todos están muy contentos con su desempeño.
—¿Vas a pasar a casa de Mar? —pregunta Tana.
—Sí, hace días que no sé de ella y me preocupa.
Mar se ha convertido en una amiga muy especial. A veces si tengo problemas con su manera de ser, pero no a tal punto de considerarla insoportable. Conocí a su padre y aunque es un señor que me causa miedo, parece que ve solo por los ojos de su hija. Es el jefe de Santiago en una constructora, y un hombre con buenos ingresos económicos. Sin embargo, Mar vive en un lugar que considerarías que es de bajos recursos. Algo que sí, es que nunca habla del resto de su familia.
Al llegar a casa de mi amiga, dejo a las gemelas en el auto porque Mar no se ha vuelto su persona favorita en este tiempo. Camino hasta la entrada de la pequeña casa y toco la puerta. Escucho el <<voy>> de Mar antes que abra. Cuando lo hace me mira con sorpresa.
—¿Qué haces acá? —pregunta.
—Estaba preocupada. ¿Estás bien? —pregunto al verle el moretón en su cuello—. Mar…
—Tuve una discusión con mi padre —dice en un hilo de voz—. Le conté lo que tu sabes… —asiento, con un dolor en el estómago—, y no le gustó que no le haya dicho.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Porque a mí nadie me iba a creer y menos por lo que había hecho con su novio —suspira y menea la cabeza antes de darme una sonrisa forzada—. Luego hablamos del tema. Ve y me vas contando qué tal el lugar.
—Dale. Cuídate —me despido de un abrazo y depositando un beso en su mejilla.
…
Arrugo las cejas cuando Holly pone la radio en un volumen que me empiezan a doler los oídos.
—¡Bájale! —ordeno.
—No, rubia entrometida —empieza a cantar la canción de Aaron Smith —. Bebé, canta —le dice a Edward, poniendo su mano en un puño y haciéndolo pasar como un micrófono. Mi hermano niega — ¡Hazlo!
Edward rueda los ojos antes de empezar a cantar junto a ella. Me rio porque lo que somos nosotras y Holly las únicas a las que nos hace caso.
Al llegar todos nos bajamos y mi abuela Inés viene corriendo hasta donde estamos.
—¡Debo estar soñando! —dice emocionada, besándonos y abrazándonos uno por uno—¡Damián, abre la botella más vieja!
—Ya te dije que no mujer, eso es para un día especial —alega al llegar.
—Vinimos nosotras, ¿eso no es especial? —le reclama Aitana, cruzándose de brazos.
—Creo que fui muy claro con lo que dije, Tana —soltamos una carcajada al ver la cara de Aitana—. Me alegra mucho que estén acá, pero esa botella no se abre.