Comenzaré diciendo que soy una persona normal… bueno, un poco diferente… sí, diferente. No soy la chica más bonita ni la más sexy, tampoco la más simpática ni la más dulce, pero tampoco soy una chica ruda ni una chica mala, solo soy una más del montón…
Oye nerd, ¿a quién le hablas? ¿A tus amigos imaginarios?
—preguntó la rubia, riéndose luego de su comentario.
Seguramente ya se volvió loca y les habla a sus amigos invisibles —continuó la chica morena que la acompañaba, para luego seguir su camino mientras reían.
…Sí, más bien una nerd, eso es lo que soy …una simple nerd.
Seguí concentrada en mi libro “Corazón de Mariposa” y no hice caso a sus comentarios.
Señorita Ford, ¿no debería de estar en clase? —escuché.
Levanté mi vista, y vi a la maestra de Ciencias Sociales frente a mí. Guardé el libro y revisé la hora.
¡Demonios!, el timbre sonó hace diez minutos, ¡se me hace tarde! —dije dentro de mí.
Sí —murmuré; lo siento, es que no escuché el timbre.
Me levanté de las gradas, cogí mi mochila y salí corriendo por el pasillo hasta llegar al salón. Antes de entrar, saqué mis gafas y me las coloqué; toqué la puerta y el maestro la abrió, con un rostro bastante serio.
—Señorita Ford, me sorprende que llegue tarde a mi clase.
—Lo siento, no escuché el timbre; ¿puedo pasar?
—Que sea la primera y última vez que llega tarde, ¿entendido? —asentí y entré.
Tomé asiento hasta el final; la clase prosiguió. La verdad, es que álgebra no es mi clase favorita, pero tampoco es la peor; no me puedo quejar.
Cuando terminó la clase, todos salieron corriendo como si hubieran estado por años en una celda de máxima seguridad. Yo me acerqué al profesor a darle una explicación sobre mi tardanza; al final terminó entendiendo, pero aun así marcó en su libreta mi retraso.
Salí y me dirigí a mi casillero para guardar algunas cosas, pude sentir como alguien me tapaba los ojos con sus manos, las quite y di media vuelta para ver de quién se trataba.
¡Melanie! —exclamé, e inmediatamente la abracé.
Me da mucho gusto verte.
A mí también —dijo, mientras me separaba de ella; pero, ¿qué haces aquí? ¿no deberías de estar en Australia? —le pregunté.
¡Regresé! Ocho meses sin ver a mi mejor amiga es mucho —encogió los hombros. No sabes cuánto te extrañé; además, tengo muchas cosas que contarte —sonrió ampliamente.
Melanie es mi mejor amiga; la conozco desde que teníamos cinco años. Hace ocho meses viajó a Australia para vivir con su abuela, ya que sus padres estaban en proceso de divorcio y no querían que ella estuviera durante el proceso, así que decidieron que lo mejor sería que se fuera a Australia a vivir con su abuela, pero nunca perdimos la comunicación; todos los días nos mandábamos mensajes o nos llamábamos para saber cómo estábamos.
Pero, cuéntame, ¿qué has hecho? ¿qué ha pasado contigo? ¿ya te enamoraste de alguien? —preguntó, mientras empezábamos a caminar.
Son muchas preguntas; ya habrá tiempo de responderlas, ¿qué te parece si al salir, vamos a mi casa y conversamos sobre todo?
Me encanta la idea —dijo Melanie; de todos modos, tienes mucho que contarme, igual que yo a ti. Entramos a las demás clases, hasta que llegó la hora de salida, y nos fuimos a mi casa.
Entramos y, como de costumbre, no había nadie. Ordenamos una pizza y comenzamos a hablar sobre lo bien que se la pasó en Australia; me dijo que fue aburrido, porque no había chicos guapos y que las clases eran más aburridas allá; pero, por otra parte, se la pasó bien conviviendo con su abuela.
Además, las chicas son muy… superficiales… —comenzamos a reír.
¿Y quién no lo es? —preguntó; Solo tú y yo no lo somos
—suspiró.
En fin, cuéntame lo que hiciste durante mi ausencia, ¿te enamoraste de alguien? Si es así, tienes que contármelo todo…
—Melanie seguía aferrada a que me enamore. —Rodé los ojos.
¡Estoy aquí presente!
Ya lo sé —dije, restándole importancia.
Bueno, ya, ¡cuéntame! ¿qué ha pasado contigo?
No ha pasado nada fuera de lo común: sigo leyendo libros, pasando el receso en la biblioteca, en las tardes hago la tarea… sigo con mi vida normal, —una vida normalmente aburrida para cualquiera, excepto para mí.
¿Aún lees libros en Kindle? —preguntó.
¡Claro! ¡Desde que descubrí la plataforma, no dejo de leer libros ahí!
Tú no cambias —negó con la cabeza.
Tú tampoco —comenzamos a reír.
Pasamos la tarde hablando de más cosas y de libros que habíamos estado leyendo, mientras hacíamos la tarea; también vimos una película, hasta que llegó la noche, y Melanie se fue. Yo, en cambio, guardé los libros que llevaría al instituto el siguiente día. Después me fui a mi habitación y me acosté hasta que cayó sobre mí la profundidad del sueño.
***
La luz del sol comenzaba a entrar y abrí los ojos; observé la hora y me levanté; me dirigí al baño, tomé una ducha, me vestí, salí y bajé a desayunar; después volví a subir a mi habitación, sequé mi cabello y comencé a peinarlo para después hacerme la trenza que siempre me he hecho. Cogí la mochila, mis gafas, el celular y las llaves, y salí encontrándome con el chofer, al que considero mi amigo.
Cuando llegué al instituto, me senté en el pasto, dejé mi mochila a un lado y saqué un libro que traía para comenzar a leerlo. Escuché el timbre sonar, guardé el libro y me coloqué las gafas; fui de inmediato hacia el salón —no quería que me pasara lo de ayer.
La verdad es que no necesito usar gafas; mi vista está perfectamente bien, pero por alguna extraña razón, siento que debo usarlas.
Entré al salón de clases y vi cómo Melanie le daba un pequeño beso en los labios a Erick.
—Aclarando: ¡Erick es un popular insoportable!
Ella se acercó y tomó asiento a mi lado. Iba a preguntarle por ese beso, pero la maestra llegó y la clase dio inicio. Una vez finalizada la clase, todos salieron corriendo como siempre.
¡Qué clase tan aburrida! Alcé una ceja y la miré.
¿Qué? —me preguntó.
¿Qué hay entre tú y Erick? —se sonrojó.
¿De qué hablas? —dijo.
Vi que le diste un beso. ¿Él es el maravilloso chico del que me hablabas? ¿Él es quien te encantaba por ser un chico diferente?
Algo así… —hizo una ligera pausa. Bueno, sí, la verdad es que se puede decir que somos algo.
“Se puede decir”, esas palabras quedaron grabadas en mi cabeza.
Nos levantamos y fuimos directamente hacia la siguiente clase. Para mi extraordinaria suerte, choqué con alguien mientras entraba al salón detrás de Melanie.
¿Por qué no te fijas por dónde vas? —preguntó molesto un chico.
¿Cómo le preguntas eso? Si esa rata de biblioteca no ve más allá de sus lentes —dijo uno de sus amigos, a lo que todos comenzaron a reír.
Sus palabras no lograron herirme, debido a que ya estaba acostumbrada a que me dijeran ese tipo de cosas.
Lindsay se acercó a mí, —¿no piensas disculparte, nerd?
¿Por qué debería de hacerlo? —pensé dentro de mí.
¡Contéstame cuando te hablo! —exigió. Ustedes los nerds deberían irse a una escuelita bien lejos de las personas… no nos vayan a contagiar sus pulgas.
Las pulgas se quitan, pero lo idiota no —susurré.
Todos los que se encontraban riendo, me miraron ofendidos como si hubiera dicho algo que no fuera verdad.
Escucha, rata de laboratorio, tú no eres nadie aquí. Ustedes
están aquí solo para vernos y admirarnos, no para acercarse a