You need a man. (#nanowrimo).

Capítulo 10: El regreso.

5 años después. 

 


Mientras abría el sobre con la carta de Ellen escuchó al reverendo y al viejo alguacil comentarle al hombre tras el mostrador del telégrafo que al fin tendrían a una mujer calificada para llenar la necesidad más apremiante del pueblo. 


—¿Ya tenemos maestra? — preguntó interesada. 


Todas las mujeres de Wickenburg habían estado colaborando en ser maestra sustituta hasta tener una permanente o por lo menos hasta final de curso. 


—Así es señorita Holliday. Y lo mejor es que es una dama que conoce bien estas tierras — respondió el hombre de bigote blanco con su estrella de justiciero en el chaleco —. Así que no deberemos preocuparnos por que pueda abandonar este lugar. 
—Es tu hermana — agregó el reverendo. 
—Eso es maravilloso — dijo sonriendo. 


Se despidió de ellos para correr a casa. Hacia tres años que su padre había dejado de trabajar en la herrería. Decía ser muy viejo para la labor y sus manos ya habían comenzado a sentir el cansancio de todos esos años. Por ello, decidió vender el negocio. 


Su hija opinaba que era mejor buscar un ayudante y dejarle trabajando pero él decía que eso solo era aprovecharse. 


—Lo mejor es vender — sentenció esa tarde antes que un amigo llegara para cerrar el trato. 


Ahora ambos labraban sus tierras y Charlize seguía trabajando en el almacén de forma permanente pues la odiosa Mary fue enviada a Denver “de castigo” con unos tíos. 


Ese era solo uno de los muchos cambios que habían ocurrido desde ese día, desde la partida de Daniel. Parecía como si se hubiera convertido en el punto de partida para una nueva vida. 


Ahora, sin su madre, sin Frank, ni su hermana, ni Daniel, todo era diferente. 
Wickenburg crecía. Ahora tenían sheriff, el tren aún no llegaba pero se escuchaban rumores de que llegaría pronto.  Benjamin se había marchado a estudiar medicina para seguir en el legado familiar, decían que volvería esas Navidades para instalarse y trabajar con su padre. 


Lo curioso era que ese chico, ahora un médico a punto de graduarse, le escribía ocasionalmente. La primera carta fue por su cumpleaños junto a un ramillete seco de flores que perfumaba la cajita donde se encontraba su carta y la última, una más breve pero expresando que pronto volvería a su hogar y su deseo por verla. Algo a lo que Charlize no le daba mucho importancia pero no dejaba de parecerle un acontecimiento interesante. 


Y a partir del primero de Noviembre, Wickenburg contaría con su propio banco. El señor Collinwood, hombre de visión que buscaba expandirse y ganar nuevos clientes en el hostil territorio de la frontera, llegó para quedarse. 


Taima se había casado con una buena joven de su tribu y esperaba su primer hijo. En cuanto a Yahto, era feliz con su primer hijo y esperaba ansiosa el nacimiento de un segundo. 


A pesar de la muerte y la partida de otros, la vida continuaba. 


—Papá. Ellen volverá a casa— anunció entrando al establo. 
—¿Quedarse? Pero nos dijo que trabajaría en un colegio de señoritas. 
—No. Aquí lo dice — explicaba mostrando la carta—. Al enterarse de la vacante, a aceptado ser la maestra de la escuela. El reverendo me lo confirmó — decía con emoción. 
—Ahora tendrás con quién discutir más — respondió su padre con una sonrisa. 
—Iré a avisar a Annie. Tenemos que hacer algo especial cuando venga. Volveré para preparar la cena — aseguró subiendo de nuevo a su caballo. 


Saber que Ellen volvía a casa era razón suficiente como para crear preparativos. Estaba por salir cuando vio al señor Collinwood acercarse en su coche. Últimamente solía visitarlos cuatro veces al mes. Y cuando esto ocurría, su padre nunca le permitía estar presente. Así como tampoco le decía palabra alguna sobre esas misteriosas reuniones. 


Hasta donde tenía conocimiento, la única deuda que poseyeron, ya había sido saldada. Solo esperaba que no fuera algo demasiado grande como para no poder cubrir las cuotas ahora que recibían ingresos menores. Y si su padre tenía un préstamo, no entendía en qué se utilizaría el dinero. Pues la casa y la granja seguía igual que siempre. 


***


El día ansiado por Charlize llegó. Ellen por fin estaría en casa y ya no solo por unos días. Esperaba junto a su padre y Annie la diligencia. 


Al arribar, un par de pasajeros bajaron y luego ella. Un hermoso vestido azul cielo le envolvía junto a su delicado sombrero. 
Un efusivo abrazo les unió sin dejar de admirarse. Un año de no verse era una eternidad. Ya que el último empleo de Ellen no le había permitido viajar.


Un hombre joven de elegantes ropas se acercó a ellas durante el reencuentro.


—Señoritas. Me parece que olvidó esto en su asiento — dijo entregándole a Ellen un paquete. 
—Muchas gracias señor. Permítame presentarle a mi hermana, Charlize Holliday. 
—Entonces es usted la famosa aventurera de quién he escuchado durante todo el trayecto — dijo besando los nudillos de la chica frente a él. 
—¿Famosa? — inquirió viendo a su hermana. 
—Creo que he abrumado al señor Collinwood con todas las historias de Wickenburg y sobre ti — dijo sonriendo. 
—Para nada. Ha sido todo un placer escuchar sobre la belleza de estos lugares — respondió sin dejar de mirar a los ojos a Charlize. 
—Me parece que mi hermana a sobre exagerando un poco sus relatos señor. 
—Entonces, ¿A quien debo atribuir mi admiración por enfrentarse a un puma, ser amiga de los nativos y saber disparar mejor de lo que yo podría hacerlo en un duelo? — preguntó al tiempo de besar un vez más sus nudillos. 
—Se lo agradezco — dijo sonrojándose por la intensa mirada de aquel hombre y sus hermoso ojos azules. 
—Espero verlas de nuevo pronto. Me esperan — añadió despidiéndose. 
—¿No es encantador? — dijo Ellen con una risita y tomándola del brazo. 
—¿Y ese quien es? 
—Brandon Collinwood. Compartimos el tren. Viene desde Nueva York. Puedes creerlo. 
—¿Nueva York? ¿Y que hace aquí? 
—Tal parece que vino por negocios. Luego te cuento de él. Además de una gran noticia que darles — decía animada. 




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