Levantar un hogar desde las cenizas no sería sencillo, el invierno estaba próximo a venir y no podía seguir aprovechándose de la hospitalidad de los Cassidy. Aunque ellos insistieran en que no era ninguna carga.
—Espero y con esto tengamos para trabajar hasta la siguiente semana. Ya he encargado más — decía Owen bajando más tablones de la carrera.
—Pero…
—Solo acéptalo Charli. ¿Quieres?
—Liz. Ya lo hablamos, ¿Si?
Asintió rendida ante todas esas ayudas. A pesar que le costara reconocerlo, lo necesitaba. Despidió a Owen para poder quedarse limpiando un poco. Había tanto por hacer.
—Volveré al pueblo. ¿Quieres que te lleve?
—No. Gracias. Yo, voy a quedarme un rato más.
—¿Y cómo volverás? Vamos.
—Es solo que…
—¿Qué ocurre? — preguntó acercándose a ella.
—No sé cómo voy a pagarles por todo esto — dijo mirando hacia otro lado.
Él estaba por responder cuando una carreta les hizo mirar en dirección al sonido.
—Reverendo. ¿Qué lo trae por aquí? — inquirió Charlize.
—Wick. Por favor. Llámeme Wick. No estoy tan viejo aún para que me llamen así — dijo bajando de un salto de la carreta—. Sheriff — saludó con un gesto al que Daniel respondió con el rostro serio observando todo lo que hacía aquel hombre—. Veo que ya tiene materiales para comenzar — señaló observando donde antes estaba el granero—. Eso es excelente. Me he tomado la libertad de traer algunas herramientas. Espero no le moleste que comience a trabajar.
—¿Trabajar?
—Sí. Me han comentado lo ocurrido. Terrible. Pero descuide. Levantaremos esta casa en un santiamén.
Aquel hombre hablaba sin hacer pausas y bajando más cosas de su carreta.
—Pero, reverendo…
—Oh no. No es problema. Para nada. Tengo mucho tiempo libre. Bueno, si el comisario lo ve a bien — dijo mirando a aludido que no hacía más que observar —. Creo que dejaré los caballos por allá — opinó encaminándose hasta el roble torcido.
—Ya veo que no tengo nada que hacer aquí, me voy — habló Daniel subiendo a su caballo.
—Daniel. Espera.
Pero este ya se había marchado.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser así? Desde la noche en la cueva se comportaba un tanto extraño. Le evadía con la mirada y había vuelto a la fachada dura que ponía ante el resto para que siguieran viéndolo como un representante de la ley y el orden. Como si nunca se hubieran confesado en medio de la penumbra esos extraños sentimientos.
Sin embargo, Charlize sabía que debajo de la fachada de Sheriff, existía el mismo muchacho con el que pescaba en el río hace tantos años.
Pero ver su comportamiento tan inmaduro solo le hacía enfadarse y reaccionar igual.
—Lizy — llamó aquel sujeto.
—Reverendo.
—Por favor. Dejemos los formalismos — pidió con una sonrisa.
—Lo siento. No estoy acostumbrada a llamar a ciertas personas por su nombre de pila.
—Y tiene razón. Requiere confianza, cierto. Muy bien. Espero ganármela. ¿Le molesto si le llamo Lizy?
—No me llamo Elizabeth como para ello.
—¿Prefiere que le llame Charlize? O ¿Señorita Holliday?
—Lizy estará bien — respondió con una sonrisa.
—Perfecto. Estaba pensando, en que podríamos comenzar por aquí. Y la chimenea allá y…, ¿Cuánta habitaciones quiere?
—¿Sabe mucho de esto?
—Sí. Yo ayudé a levantar la iglesia en mi pueblo y muchas casas en un lugar donde serví. Un incendio acabó con el hogar de seis familias. Hubo mucho que hacer. Y mi padre era carpintero. El oficio del Señor. Así que, sí, digamos que se unas cuantas cosas.
Tanta energía era difícil de ignorar. Aunque su charla podía ser en cierta medida un tanto abrumadora, era refrescante escuchar hablar a alguien en lugar de pensar en las desgracias bajo sus pies.
Para el final del día, Wick ya tenía marcado el terreno, dibujado un plano básico como guía y hecho los surcos donde pondrían la base de rocas que trajo desde el río.
—Ha sido un día maravilloso el haber pasado con usted, Lizy.
—Yo diría que más bien fue cansado. En especial para usted.
Hablaban a unos pasos de la casa pues Wick se había ofrecido a llevarla hasta la hacienda de los Cassidy.
—Para nada. Mientras disfrute de su compañía la horas no se sienten y el trabajo se convierte en descanso.
Aquello la hizo sonreír y él pasó a decir:
—De no ser por mi nada presentable apariencia le besaría. — El rostro de sorpresa en Charlize le hizo abrir la boca de nuevo—. No. No. No me malinterprete. Por favor. Me refería a…, bueno. Como despedía.
—Yo…, no sé qué decir — respondió con sinceridad.
—No es necesario que lo haga. Nos veremos mañana para seguir trabajando.
—De acuerdo. Yo, llegaré un poco tarde. Debo esperar a que…
—Yo vendré por usted. Me hará bien madrugar.