La noticia del compromiso entre Rowan y Mirah se había propagado rápidamente por los círculos sociales más distinguidos. Las columnas de sociedad no dejaban de elogiar la unión perfecta entre el distinguido omega de sangre aristocrática y el alfa encantador que había logrado conquistar su corazón. Pocos sabían, sin embargo, que Mirah había trabajado con precisión y astucia para que ese compromiso se hiciera realidad.
Esa tarde, en la intimidad de la residencia familiar, Mirah compartía una copa de vino con su madre. La mujer, siempre elegante y perspicaz, lo miraba con orgullo, pero también con una expresión crítica que no dejaba espacio para la complacencia.
—Finalmente has conseguido lo que querías —dijo su madre con tono triunfal—. Desde aquel primer baile en el que lo viste, supe que no te detendrías hasta tenerlo.
Mirah sonrió ligeramente, aunque en su mirada titilaba una sombra de inseguridad.
—Sí, lo tengo... pero no puedo evitar pensar que aún no es suficiente. Lo amo, madre. Realmente lo amo. No solo quiero que se quede conmigo por el compromiso, quiero que me ame con la misma intensidad.
Su madre lo observó con una ceja arqueada, tomando un sorbo de su copa.
—Cariño, sabes que el amor es volátil. Las emociones cambian, las circunstancias también. Lo importante es asegurar que no tenga razones para irse, especialmente alguien como Rowan. Los omegas de su estatus siempre tienen pretendientes.
Mirah asintió con un suspiro, recostándose en el sofá.
—No quiero que piense que solo me interesa su apellido o su fortuna. Lo quiero a él, a todo él. Pero temo que si ve partes de mí que no debería, se alejará.
Su madre se inclinó hacia él, tomándolo suavemente de la mano.
—Entonces debes asegurarte de que siempre vea la versión de ti que él ama. El lado que construiste para él. Sé encantador, sé atento... y cuando sea el momento, dale algo que lo ate a ti para siempre.
Mirah alzó la mirada, confuso.
—¿Te refieres a un hijo? —preguntó en un murmullo.
La madre sonrió con astucia.
—Tener un hijo no sería un error. Pero cuidado, no lo conviertas en una estrategia evidente. Tú eres inteligente, hijo mío. Si algún día decides que un bebé es la forma de retenerlo, hazlo por amor, no por manipulación. Porque si él sospecha que fue un plan, lo perderás.
Mirah asintió lentamente. Aunque la idea aún le parecía lejana, no la descartaba por completo. Pero más allá de todo, su deseo más profundo no era la seguridad que un hijo podría darle, sino el anhelo genuino de que Rowan lo amara siempre.
—Quiero que él me ame de verdad —susurró—. No solo quiero atarlo a mí, quiero que me elija cada día.
Su madre acarició su mejilla con una sonrisa suave.
—Entonces conviértete en el alfa que él merece, Mirah. La máscara que usas... haz que se vuelva real.
Las copas tintinearon en un brindis silencioso, pero esta vez no por una estrategia, sino por la esperanza de que el amor que Mirah tanto deseaba pudiera, algún día, ser correspondido de la manera más pura.
Mirah observó el reflejo del vino en su copa, determinado. Había conquistado el corazón de Rowan, sí. Pero ahora, debía luchar para conservarlo, no con trampas... sino con la promesa de un amor que pudiera algún día ser tan genuino como el que pretendía.