You Said Forever

Capítulo 4: El Mundo de Mirah

El sol ascendía lentamente por el horizonte cuando Mirah abandonó la residencia que compartía con Rowan. Tenía compromisos que atender, y aunque la mayoría de los días disfrutaba quedarse junto a su prometido, había aspectos de su vida que no podía, ni quería, mezclar con él.

En la ciudad, el nombre de Mirah evocaba respeto, temor y desdén a partes iguales. Dondequiera que iba, las puertas se abrían sin que él tuviera que pedirlo. Era el heredero de una familia de renombre, con dinero suficiente para hundir o elevar a quien deseara. Y Mirah lo sabía. Lo usaba.

Esa mañana, Mirah decidió hacer su habitual parada en la cafetería más exclusiva del distrito financiero. Apenas cruzó la puerta, el ambiente se tensó. La gerente, una mujer de rostro fatigado y manos temblorosas, se apresuró a recibirlo.

—Buenos días, señor Mirah. ¿Su pedido habitual?

Pero en un descuido, ella confundió el tipo de café que él siempre tomaba. Apenas dio el primer sorbo, sus labios se curvaron en una sonrisa de desprecio.

—¿Esto es un chiste? —su voz era fría como el mármol—. ¿Así tratas a tus clientes más importantes? Quizá debería considerar invertir en tu competencia. Tal vez allí no tengan empleados tan inútiles.

La mujer, con los ojos humedecidos, se inclinó levemente en un intento de disculpa.

—Por favor, señor Mirah... Le ruego que no tome represalias. Tengo tres hijos y este trabajo es lo único que nos sostiene. Fue un error, le juro que no volverá a pasar.

Mirah la observó con una ceja alzada, disfrutando la súplica. No había compasión en su mirada.

—Mejor que no pase. Aunque si te despiden, no sería una pérdida para nadie —dijo con crueldad, lo suficientemente alto para que todos en la cafetería lo oyeran.

Las personas presentes bajaron la mirada o fingieron estar ocupadas, demasiado temerosas para intervenir. En una mesa cercana, un par de conocidos murmuraban entre sí.

—¿No crees que ya es suficiente? —dijo uno de ellos, incómodo—. Siempre hace lo mismo, no debería humillarla así.

—¿Y quién va a detenerlo? —replicó el otro con un suspiro—. Ese es Mirah. Aunque su familia no es aristocrática, su dinero y su apellido pesan. Y ahora que se va a casar con Rowan, seguro se sentirá aún más intocable.

—Una lástima por Rowan —comentó el primero—. Él es tan amable, tan dulce... No sé cómo puede amar a alguien como Mirah.

—Quizá no conoce esta versión de él —murmuró el otro.

Mirah terminó su café sin prisa, consciente de cada palabra que se murmuraba a su alrededor. Le complacía el temor, la admiración retorcida. Para él, el mundo era un tablero donde solo los fuertes podían dominar, y él era el rey indiscutible.

De regreso a casa, cuando cruzó la puerta y encontró a Rowan leyendo en la sala, su expresión se transformó. El cinismo quedó atrás. Caminó hasta su prometido y dejó sobre la mesa una bolsa con la pastelería que sabía que le gustaba.

—Te traje algo —murmuró, con una sonrisa que nadie más jamás vería.

Rowan alzó la vista, su rostro iluminándose con una calidez sincera que partía de la ingenuidad de no conocer al otro Mirah.

—Gracias, amor —respondió con cariño.

Mirah lo besó en la frente y lo contempló en silencio. Mientras Rowan siguiera mirándolo así, con ese afecto transparente, no importaba que el resto del mundo lo odiara. Podían detestarlo, maldecir su nombre, pero mientras Rowan lo amara, nada más tenía importancia.



#329 en Joven Adulto

En el texto hay: obsesion, alfa, omega

Editado: 20.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.