You Said Forever

Capítulo 7: El sueño roto

Para Adler, el proyecto de viviendas sociales no era sólo una inversión o un gesto de caridad. Era un legado personal, una extensión de sí mismo. Había crecido en una familia tradicional, de renombre y dinero, pero también comprometida históricamente con la filantropía. Durante años, sus padres y abuelos habían financiado ONGs, participado en comités de voluntariado, e inculcado en él la importancia de devolver algo a la sociedad.

Sin embargo, este proyecto era distinto. Era suyo. No era una iniciativa heredada, ni un deber impuesto: lo había ideado, planificado, invertido en él con su propio dinero y tiempo. Cada plano, cada cálculo, cada visita al terreno donde soñaba levantar hogares para quienes no tenían nada, era un paso hacia la independencia de su apellido y la concreción de su propósito personal.

La noche en que Mirah lo humilló ante todos, ridiculizando sus intenciones y despreciando a quienes pretendía ayudar, había supuesto una grieta profunda en su entusiasmo. Pero lo que siguió fue aún peor.

Las semanas posteriores estuvieron llenas de rumores en el círculo empresarial: que el proyecto de Adler era una fachada para el lavado de dinero, que había recibido fondos ilícitos, que su empresa tenía deudas impagables. Todo se desmoronaba. Las noticias corrían, las inversiones se retiraban, y las autoridades comenzaron a inspeccionar sus cuentas sin razón aparente.

Su familia, tradicional y conservadora, no tardó en reaccionar. El apellido que habían protegido durante generaciones no podía verse envuelto en escándalos. Lo llamaron a una reunión privada, sin abogados, sin intermediarios. Solo sus padres y él.

—No podemos permitir que sigas con este proyecto —dijo su padre, con frialdad—. Has expuesto a la familia. No toleraremos que nos asocien con desórdenes financieros o con casos de malversación que solo nos humilla.

Adler intentó explicar, pero cada palabra suya parecía rebotar contra un muro de indiferencia.

—Te hemos permitido hacer este proyecto solo, Adler —continuó su madre—. Pero ya es suficiente. ¿Cuánto más quieres humillarnos? Creíamos que compartías los valores de la familia, pero parece que la influencia del dinero y el poder peso más. Detén esto ahora mismo o te desligamos del apellido y la empresa.

La decisión fue cruel y rápida. Cuando salió de aquella casa que lo había visto crecer, ya no era el hijo ejemplar ni el heredero responsable. Era el deshonrado.

En su apartamento, rodeado de los documentos de su proyecto, fotos de los terrenos baldíos que soñaba convertir en hogares, Adler sintió un vacío que no podía llenar. Lo había perdido todo: el respeto de su círculo, la confianza de los inversores, y ahora el lazo con su propia familia.

Mirah había ganado.

Pero mientras observaba los papeles esparcidos por el suelo, entre planos y contratos anulados, un sentimiento oscuro comenzó a brotar. El dolor mutaba en rencor. Ya no solo contra Mirah, sino contra todos los que lo habían aplaudido aquella noche, contra quienes replicaban las calumnias, contra su propia sangre que le había dado la espalda.

Adler aún no sabía cómo, pero juró que encontraría la forma de devolvérsela a Mirah. No solo por él. Sino por todos los sueños que había destruido con una sola sonrisa cruel.



#417 en Joven Adulto

En el texto hay: obsesion, alfa, omega

Editado: 20.07.2025

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