You Said Forever

Capítulo 10: El juego de la paciencia

Habían pasado varios meses desde la reconciliación entre Adler y Rowan. Los rumores de fraude, el repudio de su familia y el hundimiento del proyecto parecían ahora tan lejanos como un mal sueño. Adler, hábil y paciente, había maniobrado con cuidado para limpiar su nombre, presentando pruebas que sugerían que todo había sido un malentendido provocado por terceros con intereses económicos. La opinión pública, voluble y desmemoriada, terminó por aceptar la nueva versión. Sus padres, aunque aún fríos, habían cedido poco a poco.

Y en esos meses, Adler había logrado algo aún más importante: recuperar por completo su amistad con Rowan. Lo visitaba con frecuencia, retomaban sus largas charlas y viejas costumbres. Su cercanía crecía cada semana, bajo la mirada vigilante de Mirah.

Mirah no necesitaba pruebas para desconfiar. No confiaba en Adler, ni siquiera después de que este le enviara una breve carta de disculpa formal —una que Adler escribió sin mucho interés real, pero que bastó para calmar ligeramente a Mirah—. Sin embargo, el alfa no podía ignorar la creciente presencia de Adler en la vida de su prometido.

En cada evento, cada cena o gala, Mirah detectaba las miradas cómplices, las risas compartidas, los gestos de una amistad restaurada que antes le pertenecía sólo a él. Aunque Rowan insistía en que no era nada, que Adler había sido un amigo de años y que no debía desconfiar, Mirah no podía evitarlo.

En una cena organizada por un importante empresario, Rowan y Adler conversaban animadamente sobre literatura. Rowan reía con una soltura que rara vez mostraba en público, y Adler aprovechaba para intercalar pequeñas bromas que sólo ellos comprendían.

Desde el otro lado de la mesa, Mirah observaba en silencio, su copa de vino a medio terminar. Los nudillos le palidecían de la fuerza con la que la sostenía.

—¿Te molesta algo, Mirah? —preguntó uno de los invitados, notando su expresión.

Mirah sonrió, aunque sin calidez.

—No. Solo observo lo fácil que algunas personas olvidan quiénes estuvieron con ellos cuando nadie más lo hizo.

La frase flotó como un aguijón en el aire, pero nadie se atrevió a responder. Adler solo esbozó una sonrisa irónica, mientras seguía conversando con Rowan como si nada.

Aquella noche, ya en casa, Rowan notó el silencio gélido de Mirah mientras se desvestían para dormir.

—¿Otra vez celoso? —preguntó Rowan, dejando la camisa a un lado.

—¿Celoso? No. Pero me sorprende que disfrutes tanto con Adler —respondió con frialdad.

Rowan suspiró.

—Mirah... hablamos de esto. Solo fue una cena. Adler y yo tenemos años de amistad, ¿no es lógico que podamos llevarnos bien de nuevo?

—Es lógico, claro —murmuró Mirah, con una sonrisa forzada—. Lógico que prefieras a quienes vuelven con una sonrisa después de hacer lo que hizo.

—No es justo que digas eso. Adler solo se disculpó, me explicó lo que pasó y ya. Deberíamos dejarlo en el pasado.

—Como quieras, Rowan. Si confías en él, entonces será suficiente.

Pero Mirah no lo creía. Y aunque no decía más, sus ojos seguían cada movimiento de Adler cuando coincidían. Cada palabra que le dirigía a Rowan era una amenaza velada. Mirah sabía que había algo más, pero no podía probarlo, y hasta ahora, sus escenas de celos solo habían servido para que Rowan lo calmara con paciencia.

Sin embargo, en el fondo, la desconfianza se alimentaba. Mirah solo necesitaba una oportunidad, una sola, para dejar de parecer paranoico y demostrar que tenía razón.

Adler, mientras tanto, seguía tejiendo su red con una paciencia fría. Sabía que no debía apresurarse. Dejaría que Mirah cavara su propia tumba, víctima de sus celos cada vez más evidentes.

Y así, la tensión crecía, invisible pero constante, como una cuerda que amenazaba con romperse en cualquier momento.



#718 en Joven Adulto

En el texto hay: obsesion, alfa, omega

Editado: 09.08.2025

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