You Said Forever

Capítulo 11: El punto de quiebre

La noche cayó sobre la ciudad con la promesa de calma, pero en el corazón de Mirah ardía un incendio incontrolable.

Llevaba semanas conteniéndose, soportando las escenas en las que Adler se acercaba a Rowan con descarada confianza, compartiendo risas, charlas interminables y confidencias que antes sólo pertenecían a él. Pero esa noche, Mirah no pudo más.

Estaban en una fiesta privada en la terraza de un hotel elegante. Desde la distancia, Mirah observaba a Rowan y Adler conversar en un rincón apartado, bajo una pérgola iluminada por faroles cálidos. De pronto, los vio inclinarse demasiado cerca el uno del otro. La visión fue breve, pero suficiente para que su mente tejiera la peor de las historias: un beso robado, una traición.

El corazón le retumbó con furia. Sin pensarlo, cruzó la terraza con paso firme y mirada encendida.

—¡¿Qué demonios crees que haces, Rowan?! —bramó, ignorando la mirada de los invitados.

Rowan se sobresaltó, confuso—. ¿Qué te pasa?

—¡No te hagas el inocente! —escupió Mirah, fulminando también a Adler con la mirada—. ¡Te vi! ¡Estaban besándose!

Rowan frunció el ceño.—¿Qué dices? ¡Eso no es cierto! Sólo estábamos hablando.

—¡Claro que sí! ¿Y qué hacían tan cerca, entonces? —gritó sin mesura—. ¿Te burlas de mí? ¿Ahora me engañas con tu amiguito?

Al ver que la atención de todos recaía en ellos, Rowan lo tomó del brazo con firmeza.—Vámonos de aquí.

Sin esperar respuesta, lo arrastró fuera del lugar y en silencio condujeron hasta casa. Apenas cruzaron la puerta, Rowan lo empujó hacia el interior.

—¿Qué fue eso, Mirah? —preguntó en un tono helado—. Me avergonzaste delante de todos.

—¡No me importa! ¡Me engañas con Adler y quieres que sonría como un idiota! —bramó Mirah.

—¡No te engaño con nadie! —replicó Rowan, agotado—. No sé qué clase de persona crees que soy.

—Una puta traidora —escupió Mirah, con veneno en la voz.

El silencio se hizo denso y mortal. Rowan se quedó inmóvil unos segundos y luego, con una rapidez que Mirah no previó, alzó la mano y le cruzó la mejilla con una bofetada certera.

Mirah quedó helado, con la piel ardiendo.

—Si es así como me ves, entonces lo mejor será separarnos —dijo Rowan con la voz quebrada, pero firme—. No voy a permitir que me insultes.

Mirah, aturdido, lo miró con desesperación.—No... no digas eso —susurró, acercándose con pasos vacilantes—. Perdóname... No quise decirlo. Fue la rabia... la inseguridad...

Rowan se giró para alejarse, pero Mirah lo tomó de la muñeca con suavidad, y luego con firmeza.

—No puedo perderte, Rowan —susurró con la voz cargada de deseo y miedo—. No después de todo lo que hemos construido.

Se acercó a él, besándole la nuca con delicadeza, luego el cuello, y susurrándole palabras de arrepentimiento entre cada caricia. Rowan intentó resistirse, pero el tacto, la calidez y la necesidad en la voz de Mirah derribaron lentamente sus defensas.

—Déjame demostrártelo —suplicó Mirah, llevándolo de la mano a la habitación.

Allí, entre besos cada vez más urgentes y caricias desesperadas, Mirah consumó su penitencia, entregándose por completo a Rowan. No sólo con el cuerpo, sino con la desesperación de quien está a punto de perderlo todo.

Al amanecer, Rowan dormía con el ceño fruncido, el corazón todavía en guerra. Mirah lo observaba en silencio, sabiendo que había ganado una noche más a su lado, pero que la grieta ya se había abierto. Y aunque por ahora la seducción lo había salvado, una parte de él temía que Rowan ya no confiara de la misma manera.

Y, mientras el sol asomaba por la ventana, Mirah decidió que jamás volvería a dejar que Adler se acercara tanto de nuevo... aunque para eso tuviera que destruirlo por completo.



#338 en Joven Adulto

En el texto hay: obsesion, alfa, omega

Editado: 20.07.2025

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