You Said Forever

Capítulo 12: La herida abierta

Desde aquella noche, Rowan había comenzado a tomar cierta distancia emocional de Mirah. Aún compartían el lecho, las risas esporádicas, incluso la cercanía física... pero algo en la mirada de Rowan había cambiado. Era como si se hubiera construido un muro, delgado pero firme, entre ambos. Y eso consumía a Mirah.

Lo que más alimentaba su rabia eran las constantes apariciones de Adler. Cada evento, cada cena, cada maldito compromiso social parecía una excusa para que Adler se mantuviera cerca de Rowan. Y no solo él: otros también gravitaban alrededor de Rowan, atraídos por su carisma natural. Había un joven pintor, elegante y atrevido, que no dejaba de obsequiarle pequeñas acuarelas que "le recordaban a su sonrisa". Y una mujer de negocios, de sonrisa enigmática y palabra afilada, que solía robarle interminables charlas sobre política y arte.

Cada interacción era una herida abierta para Mirah. A pesar de su compostura, no tardaba en hacerse evidente su incomodidad.

En una gala organizada por un viejo conocido, Mirah perdió finalmente el control. Había observado, desde la distancia, cómo Adler se inclinaba para susurrar algo en el oído de Rowan, que no pudo evitar reír. La cercanía, la confianza... todo le revolvía el estómago.

—¿Te diviertes? —preguntó Mirah, abordando de pronto a Rowan con una copa en la mano y los ojos como brasas. —Solo estamos hablando, Mirah —respondió Rowan, con fastidio contenido. —Hablando... claro. Me pregunto si también hablaron la otra noche en la terraza, cuando él se inclinaba tanto que parecía que iba a besarte.

La gente a su alrededor giró el rostro, atraída por el tono mordaz. Rowan enrojeció, de incomodidad y furia.

—Estás delirando —contestó Rowan—. Deberías dejar de comportarte como un niño inseguro.

Pero Mirah ya no podía detenerse.

—¿Y qué se supone que debería hacer cuando cada idiota con dos neuronas cree que puede acercarse a lo que es mío? —espetó, alzando la voz.

Rowan respiró hondo, avergonzado de la escena pública.

—Yo no soy propiedad de nadie, Mirah. Vuelve a decir algo así y me iré para siempre.

Mirah abrió la boca para replicar, pero Rowan ya se había alejado, perseguido por las miradas curiosas.

Más tarde, cuando Rowan volvió a la residencia, Mirah lo esperaba en la entrada. Lo interceptó, tomándolo del brazo.

—Rowan, espera.

—Estoy cansado, Mirah. No quiero hablar.

—Lo siento. No debería haber dicho eso. Me puse celoso... es difícil verte tan cerca de otros, de Adler, de cualquiera.

Rowan suspiró.

—No puedes seguir con esas actitudes. Yo no soy tu posesión. Si no puedes entender eso, no tiene sentido seguir.

Mirah se sintió aterrorizado. No, no podía perderlo. Lo sujetó con firmeza, acortando la distancia.

—Déjame mostrarte lo mucho que me importas —susurró, sus labios rozando los de Rowan.

Rowan quiso resistirse, pero las caricias, los besos desesperados de Mirah, esa súplica silenciosa disfrazada de deseo, acabaron derribando sus defensas. Terminaron en la cama, sus cuerpos entrelazados, el sexo sirviendo como un puente endeble entre el amor y la rabia.

Pero, incluso mientras se entregaban al placer, Mirah sabía que la grieta seguía allí. Rowan aún pensaba en marcharse.

Y él no se lo permitiría.

Por eso, cuando despertó al día siguiente, ya tenía un plan. Si no podía mantener a Rowan lejos de todos por amor, lo haría por miedo o por necesidad. Ya no importaba cómo.

Mientras tanto, Adler sonreía a la distancia. Sabía que cada escena de celos solo cavaba más hondo el abismo entre Mirah y Rowan. Solo era cuestión de tiempo.



#425 en Joven Adulto

En el texto hay: obsesion, alfa, omega

Editado: 20.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.