You Said Forever

Capítulo 24: El precio de la humillación

La puerta de la casa se abrió con el eco frío de la noche detrás de Rowan.
Todo estaba en silencio, salvo por el sonido apagado de sollozos que provenía del salón.

Al acercarse, lo vio: Mirah, tirado en el suelo, con el rostro hundido entre sus rodillas, el cuerpo temblando de tanto llorar.

—¿Qué es esto...? —murmuró Rowan con desprecio.

Mirah alzó la cabeza en cuanto lo sintió, y en cuanto lo vio, se arrastró de inmediato hasta él, con desesperación.

—Rowan... por favor, perdóname —suplicó con lágrimas en el rostro—. Yo... yo no sabía... malentendí todo, ¡perdóname! Yo no sabía que era tu hermana. Por favor...

Mirah se arrodilló ante él, intentando acercarse para besar sus labios como siempre, en busca de un perdón.
Pero apenas lo intentó, Rowan lo empujó con fuerza.

Mirah cayó de espaldas al suelo, con los ojos abiertos y empañados por las lágrimas.
Levantó la mirada hacia Rowan, tembloroso, esperando algo... cualquier señal de ternura. Pero lo que vio en su rostro fue puro desprecio.

—Teníamos un ultimátum, ¿lo recuerdas? Te lo advertí... y no lo cumpliste. No hay nada más que decir, Mirah. Esto... se acabó.

Mirah gritó desesperado.
Gateó hasta aferrarse con fuerza a sus piernas, llorando como si le arrancaran el alma.

—¡No, no! ¡No me dejes! Por favor, ¡Rowan! ¡No puedes hacerme esto!

Pero Rowan lo miraba como si fuera una carga.
—Estoy cansado de ti. Cansado de arrastrarte, de cargarte como si fueras un niño inútil.
—No... —sollozó Mirah.

—Podría tener a alguien mejor. ¿Sabes? No vales nada. Solo eres una molestia constante.

Esas palabras lo destrozaron.
Mirah lo miró con los ojos rojos y el cuerpo temblando, sin entender.

—¿Por qué...? ¿Por qué me dices esas cosas tan feas...? Rowan, tú no eres así... antes, aunque te enojaras, nunca me habías tratado tan mal... ¿por qué...?

Pero Rowan no paraba.
Las palabras hirientes seguían cayendo como cuchillas.

Hasta que Mirah, incapaz de resistir, se tapó los oídos.

—¡NO! No voy a escucharte. ¡Tú me amas! ¡Esto solo lo dices para castigarme! ¡Estás mintiendo, sé que mientes!

Rowan se inclinó hasta quedar frente a él.
—Entonces escúchame bien, Mirah... nos vamos a separar. Esto termina aquí.

—¡NO! —gritó Mirah— ¡NO! No puedes hacer eso, Rowan... ¡no puedes!

Rowan lo miró desde arriba, con los ojos entrecerrados.

—Entonces dime... ¿qué vas a hacer para que te perdone?

Mirah lo miró, jadeante, con los ojos completamente llenos de lágrimas, sin pensarlo.

—¡Lo que sea! Rowan... haré lo que sea. Por favor... no me dejes.

Rowan sonrió por fin. Una sonrisa torcida, oscura.
Se agachó y acarició el rostro de Mirah, con esa gentileza falsa que lo hacía estremecer.

—Muy bien... entonces, llévame a la cama.

Mirah, ilusionado, pensó que entonces no lo castigaría.
Que tal vez, después de eso, todo volvería a la normalidad.
Así que, torpemente, lo tomó entre brazos como pudo, a pesar del temblor de su cuerpo, y lo llevó a la habitación.

Pero una vez en la cama, mientras sus cuerpos se fundían,
Rowan lo miraba en silencio, con una sola idea en mente:

"Te haré sufrir. Me harás pagar la humillación que me hiciste pasar. Te lo haré sentir en la piel, en el alma."
Y Mirah... ni siquiera lo imaginaba.



#341 en Joven Adulto

En el texto hay: obsesion, alfa, omega

Editado: 20.07.2025

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